Diario de Carcosa /07


Entrada #31 (13/05/2017)

Ayer me pasó algo extraño. O no. No estoy segura, y eso es lo que me reconcome por dentro. Después de un largo y duro día de trabajo decidí acercarme a la cantina de la redacción (que como ya he explicado, no estaba exactamente en la redacción). Mientras me tomaba una cerveza un joven alto, moreno y en buena forma se acercó a charlar o flirtear conmigo. Aunque no estaba interesada (aun me duraba el recuerdo de mi primera experiencia lésbica, tres días atrás) el tipo era guapo, divertido, y consiguió arrancarme una sonrisa, así que compartimos un par de rondas.
Lo siguiente que recuerdo es despertar a la mañana siguiente en mi casa. Estaba tumbada desnuda boca abajo en la cama, mientras que mi ropa yacía hecha un ovillo en el suelo, algo que no es muy habitual en mi (soy una maniática del orden). También tenía un dolor de cabeza monumental, aunque por lo general hacían falta mucho más que un par de cervezas para que yo me levantase con resaca. Mi primera parada fue la ducha, donde permanecí un buen rato bajo el chorro de agua fría antes de salir, ponerme unos shorts y una camiseta de tirantes, e irme a la cocina a preparar un café. La puerta de casa estaba cerrada por dentro, con las llaves todavía puestas en la cerradura, por lo que parecía lógico pensar que nadie había entrado conmigo y, sin embargo, tenía la extraña sensación de que alguien más había estado ahí. Todo parecía igual y, a la vez, diferente, de una forma sutil pero inequívoca, como si el misterioso visitante nocturno hubiese registrado mis notas y papeles y después se hubiese esforzado en dejarlos tal y como estaban. Pero, si todo parecía normal, ¿por qué no podía quitarme la idea de la cabeza? ¿Y si el atractivo joven de la noche anterior había aprovechado un momento de descuido para echarme algo en la cerveza? Una dosis masiva de Lorazepam podía explicar los síntomas físicos que sentía, pero ¿cómo había salido el intruso, sin hacer ruido y dejando la puerta cerrada tras él? ¿Era Spider-Man, o acaso me estaba volviendo paranoica?
En cualquier caso, el grueso de mi investigación está a salvo en mi portátil y en un disco duro de respaldo que tengo escondido en la oficina, por lo que el visitante (imaginario, o no) tan sólo habría podido tener acceso a varios cuadernos de notas escritos con mi taquigrafía personal, indescifrable hasta para un experto en lenguas muertas. Pero a partir de aquí tendré que tener más cuidado, vigilar con quien hablo, pedir sólo botellas de agua que vengan cerradas, y no perder el vaso nunca de vista.
Sólo por si acaso.

(Continuará)
 
© Alejandro Caveda (Todos los derechos reservados).
Este relato ha sido registrado en Safe Creative (Registro de la propiedad intelectual) de forma previa a su publicación en el Zoco.

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