Una de jueces

Erase una vez un juez que, estresado por su trabajo, decidió ir a pasar varios días de vacaciones a una casona rural. Sin embargo, al poco de hallarse en aquel idílico lugar, el probo funcionario comenzó a aburrirse a más no poder, hasta que cansado de la vida tranquila y apacible del campo fue a buscar a su casero para ofrecerse a echarle una mano.
- Pero eso no puede ser - respondió el honrado hostelero -. Usted ha venido aquí a descansar, y no sería correcto por mi parte ponerle a dar el callo. Además, usted es un hombre de estudios y no está acostumbrado a este tipo de tareas.
- No se preocupe - le respondió el togado -. Me apetece hacer algo. De hecho, tanta inactividad me altera los nervios. Usted diga en que puedo echarle una mano, y yo se la echo encantado.
- Pues no se... Ahora mismo iba a acogotar seis gallinas para la comida de mañana, pero es una tarea muy desagradable y seguro que usted...
- No se preocupe, delo por hecho.
Y en efecto, al cabo de apenas 20 minutos el juez hallábase de regreso, frotándose las manos y con una más que evidente sonrisa de satisfacción pintada en su rostro.
- Ya está. ¿Qué más hay que hacer por ahí?
Sorprendido, el hostelero le repuso:
- ¿Ya ha terminado? Que rapidez. A mi me hubiera llevado el doble... Hombre, puestos a hacer hay una cosa, pero no estoy seguro de que un caballero como usted...
- ¿De que se trata?
- De vaciar el establo de estiercol y amontonarlo afuera. Sacar el cucho, vamos. Pero no creo yo que un señor juez...
- No se preocupe, deme una pala y delo por hecho.
No había pasado una hora cuando el justiciero funcionario estaba de regreso, sudoroso pero con otra sonrisa de satisfacción pintada en los labios.
- Ya está amontonado el estiercol, ¿que va ahora?
- Pues no lo sé - replicó el asombrado hombre de campo -. Ha hecho usted solo en una hora el trabajo de cinco hombres en media jornada. Es usted una máquina. Ya no sé que más pedirle... Bueno, si, hay una cosa que para un hombre como usted será pan comido.
- ¿De qué se trata?
- En el almacen hay un enorme montón de patatas y varias cajas de madera. Se trata de que las separe y clasifique por colores y tamaños. ¿Le supondría mucha molestia...?
- En absoluto - dijo el juez, alejándose. El hostelero continuó con sus tareas habituales. Pasaron las horas sin que su huesped regresase. Cayó la noche, el cielo comenzó a oscurecerse, y ni rastro del hombre de leyes. Intrigado, el campesino cogió una linterna y se dirigió al almacen, donde encontró al juez en actitud pensativa delante de un gran montón de patatas y otro de cajas vacias.
- No lo entiendo - exclamó -. Arregló lo de las gallinas y el estiercol en un tiempo record, y en cambio ni siquiera ha empezado con las patatas. ¿Qué problema tiene?
A lo que el nervioso juez le respondió:
- Mire usted, yo soy un funcionario del Ministerio de Justicia. Cuando se trata de cortar cabezas y llevar mierda de un lado a otro, no tengo ningún problema, pero ¡NO ME PIDA QUE TOME DECISIONES, QUE ME BLOQUEO!

(Para José Manuel Estebanez Izquierdo, hombre de leyes, comiquero, friki y gran amigo, con cariño).

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Que GRAN diplomático se ha perdido con usted, Sr. Caveda!!!!!
El Libano, Iran, Corea del Norte, lo del ruído en el Barrio de la Arena... todos esos conflictos que preocupan a la humanidad serían ahora nada más que recuerdo si usted usted hubiera mediado en ellos!
(.... por cierto el chiste muy bueno!)
G M F
Alejandro Caveda ha dicho que…
Y si hubiera nacido y vivido en los USA no te quiero ni contar..
Anónimo ha dicho que…
Con amigos así, quien necesita enemigos. Saludos, jose manuel.
Anónimo ha dicho que…
Vaya, vaya. Se ve que seguimos cultivando ese fino e irónico
sentido del humor que le caracteriza, ¿eh?
Saludinos, RGM
Alejandro Caveda ha dicho que…
Se hace lo que se puede, aunque hay malas lenguas que insinuan que mi sentido del humor es diplomática y políticamente incorrecto. A ver cuando quedamos para tomar algo con el resto de la panda, Mr. RGM

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