Incidente en Red City #09


(Imagen de Neopri en Pixabay)

A la salida del albergue, Whelan se encontró a Dunne esperándole. El inspector de policía aguardaba apoyado en un coche camuflado de la policía de Red City, sosteniendo un portafolios en una mano y un cigarrillo a medio consumir en la otra.
- Buenas tardes, padre. No sé si se acuerda de mi.
- Perfectamente. Usted es el inspector Dunne. Hablé con usted hace varias semanas a propósito de una persona desaparecida.
- En efecto. Una periodista local. Una tal Jordana Williams, ¿no es así? - preguntó Dunne, mientras repasaba sus notas.
- Es correcto.
- En su momento, usted señaló que otra persona llamada Aleksandra Budny podía saber algo sobre el paradero de la señorita Williams. ¿Sabe como localizarla? ¿La ha visto últimamente?
- No. Dado que dejaba el asunto en sus capaces manos, no creí necesario seguir investigando por mi cuenta.
El inspector aceptó el reproche con una sonrisa a medio camino entre la disculpa y la resignación. Extrayendo un papel de su carpeta, se lo tendió al sacerdote, de la que añadía:
- ¿Y este hombre? ¿Le suena? ¿Le ha visto alguna vez?
Whelan observó el retrato robot. Podría ser Niemand, lo mismo que podría ser cualquier otro ciudadano anónimo de los que te cruzabas a diario por la calle.
- No. Pero se parece un poco a un actor famoso: Ethan Hawke, aunque con el pelo más largo y sin afeitar.
- Pues es verdad - reconoció Dunne, sorprendido, tras echar un rápido vistazo al boceto -. Espero que el señor Hawke no esté ahora mismo de visita en Red City, o el departamento de relaciones públicas iba a tener que dar muchas explicaciones tras su arresto. Pero volviendo a lo nuestro, ¿no le resulta familiar?
- No, lo siento.
- No se preocupe. Me imagino que por su centro pasarán muchas personas al cabo del día, ¿no?
- La mayoría son habituales. Con el tiempo, acabas conociéndoles como si fuesen de la familia. ¿Desea entrar a echar un vistazo?
- No quisiera molestar. Me parece que usted ya se iba.
- No es ninguna molestia. Puede entrar siempre que quiera. Ni siquiera necesita una orden del juez. Si lo desea, puedo hacerle una visita guiada ahora mismo.
Dunne vaciló unos segundos, desarmado ante la aparente sinceridad del sacerdote, y finalmente negó con la cabeza.
- No, pero si no le importa, quédese con el retrato y hágalo circular por ahí. Quién sabe, tal vez alguien lo vea y lo reconozca.
- Por supuesto. ¿Puedo preguntar por qué lo buscan?
- Puede estar involucrado en varios casos de homicidio. O tal vez no. En todo caso, nos gustaría hablar con él antes de que la situación se descontrole.
- Espero que tenga suerte - dijo Whelan.
Dunne hizo una mueca que lo mismo podría significar conformidad como todo lo contrario, a la vez que apagaba el cigarrillo contra el tronco de un árbol. Estuvo a punto de arrojar la colilla al suelo, pero se lo pensó dos veces y en su lugar golpeó la ventanilla del coche para pasársela a su subordinado.
- A título personal, no suelo confiar en la suerte. Me parece el último recurso de los desesperados. Buenas tardes, padre, y gracias por su tiempo.
- No hay de qué - respondió Whelan, observando al inspector mientras este subía al vehículo, que casi de inmediato se alejó de la acera calle abajo. Poco después el sacerdote le imitó, aunque yendo en dirección contraria y con paso lento y pensativo.

Al día siguiente, apenas hubo amanecido, Niemand se encontraba ya en el exterior del albergue esperando a su acompañante, apoyado sobre el maletero de su Mustang, casi en el mismo sitio que el inspector Dunne pocas horas antes. Cuando Lesya salió por fin, el forastero la observó con una mirada fría, casi calculadora. La joven había rebuscado entre los montones de ropa usada que la gente donaba a la parroquia hasta encontrar varias prendas de su talla: unos viejos pantalones vaqueros de tono azul claro, casi blanco; una camiseta negra de tirantes, y una desgastada cazadora de piel marrón modelo motorista, además de unas sencillas deportivas marca Nike. A mayor abundamiento, llevaba el pelo suelto y algo revuelto, y se había maquillado lo justo para disimular las heridas y moratones que todavía eran evidentes en su rostro, aunque con poco éxito. En general, exhibía un aspecto frágil y algo aniñado, no exento de un cierto aura de energía desbordante y avasalladora. Era una luchadora nata, pensó Niemand. Pese a todas sus protestas y su aparente resignación, en su interior bullía un instinto de supervivencia más intenso que el fuego de un reactor nuclear.
- ¿Ese es tu coche? Menudo montón de chatarra - dijo Lesya, por todo saludo.
- Un poco más de respeto. Estás hablando de la nave que hizo la carrera Kessel en menos de doce parsecs.
- Lo cual sería maravilloso si tu fueses Han Solo y yo la princesa Leía, pero va a ser que no en ninguno de los dos casos.
- Una persona joven que conoce a los clásicos. Me sorprendes - reconoció el forastero, mientras se subía al vehículo y aguardaba a que su pasajera se acomodase. Para sorpresa de Lesya, el interior del Mustang estaba mucho más cuidado que el exterior. Limpio, y con un aroma que oscilaba entre el olor a cuero y a ambientador marino, pero muy sutil, apenas perceptible. Al arrancar, el motor sonaba como salido de fábrica, con toda la fuerza de sus 320 caballos de potencia.
- Retiro mi anterior comentario. Es una bomba sobre ruedas. ¿Cómo puedes permitírtelo?
- Su anterior propietario insistió en que me lo quedase, poco antes de morir. Y claro, no quise hacerle el feo.
- Por supuesto. Sólo con verte, ya se nota que eres todo corazón.
- Antes de que nos pongamos más cariñosos de la cuenta, me gustaría dejar una cosa clara: di ahora todo lo que quieras, pero una vez estemos allí dentro el que llevará la voz cantante seré yo. Y no importa lo que me veas hacer, o lo que me oigas decir: tu ni te inmutes, como si fuera lo más normal del mundo. ¿Entendido?
- Sabes que vamos a morir, ¿no?
- Como ya te dije, nadie va a morir, salvo que sea estrictamente necesario.
- ¿Y cómo puedes estar tan seguro?
- Porque soy adivino. ¿O no te habías dado cuenta? - replicó Niemand, al tiempo que le guiñaba un ojo a su acompañante, la cual emitió un bufido de escepticismo por toda respuesta.

(Continuará).

Este relato ha sido registrado en Safe Creative de forma previa a su publicación.

Comentarios

Entradas populares