Star Wars: La Vieja Guardia versus la Nueva Orden


El pasado domingo 17 de junio mantuve en Twitter un breve y curioso diálogo con uno de esos fan(áticos) del Episodio VIII que tanto parecen proliferar desde su estreno, y a medida que se acerca la conclusión de la saga. Por discreción, y para simplificar, llamemos a este entusiasta fan Kylo Ren (como su imagen de Avatar). Al expresarle mi desacuerdo con su opinión respecto a la película (soy de los que les ha parecido floja, tirando más bien a Insuficiente bajo) me respondió con uno de esos divertidos gifs que ofrece ahora Twitter y que vienen a decir, en pocas palabras, WTF? O algo así como «¿Qué dice este?» y/o «¿Quién te ha preguntado?».
Aquel era un buen momento para haberme ido con la música a otra parte y dejar correr el asunto, pero no pude evitar defender mi postura y recordarle que hay gente que nos hemos visto todas las películas de la saga, más series de animación, novelas, comics y hasta juegos de rol, y así y todo NO nos gusta el Episodio VIII, lo cual es perfectamente respetable. A lo cual el Sr. Ren replicó: «Oye tranquilo ni que te hubiera insultado o algo, cálmate, que me da igual si la película te gusto (sic) o no».
Como uno es bien nacido y de la vieja escuela, pensé que tal vez había sido un poco impulsivo en mi respuesta, por lo que me apresuré a pedir disculpas si es que le había malinterpretado, recibiendo otro cordial tuit que rezaba: «No pasa nada, pero no digas cosas que yo nunca dije» [Inciso: ¿los gifs no son precisamente para eso? ¿Para expresar ideas con una imagen sin necesidad de palabras?], «no me creo mejor ni peor que nadie, ni soy más fan o menos por mi foto de perfil, solo (sic) es otra imagen que me gusta y ya». Ante lo cual, y para salir definitivamente de dudas, le pregunté que quería expresarme entonces con su gif, si su acuerdo a mi opinión, su desacuerdo, o desacuerdo pero con matices. Esta vez el Sr. Ren fue claro y tajante: «No, no la comparto para nada, me encanta episodio 8 (sic)», con lo que queda claro que, al final, no le había malinterpretado en absoluto: mi opinión le parecía una herejía, y lo único que le descolocó fue que le respondiese con argumentos, en vez de irme corriendo a mi rincón, humillado, mientras repasaba mentalmente el Episodio VIII (con números romanos, señor Ren, que Lucas NUNCA ha utilizado los ordinales para estas cuestiones) en busca de esas virtudes que, en apariencia, se me habían escapado las dos veces que la vi en el cine, y durante el revisionado en bluray (va a ser que soy muy torpe).
Sirva, pues, este intercambio de opiniones para ejemplificar un fenómeno que viene viéndose de un tiempo (poco) a esta parte en las redes sociales, como es el enfrentamiento entre la Vieja Guardia de Star Wars y la Nueva Orden. A grandes rasgos, la Vieja Guardia son los fans de toda la vida, los que han crecido con las películas originales y se muestran más críticos con la nueva etapa, mientras que la Nueva Orden estaría formada por aficionados más jóvenes, que si bien conocían la saga de antes se han enganchado gracias a las nuevas películas y, en especial, gracias al Episodio VIII, que tiene la especial característica de no dejar indiferente a nadie: o lo amas o lo odias, sin medias tintas, ni punto intermedio de compromiso.


Es cierto que, como todas las generalizaciones, esta también es un poco burda, porque puede haber algunos miembros de la Vieja Guardia (pocos) que aprecien el trabajo de Johnson, y viceversa. Por otro lado, no es lo mismo (supongo) si sólo has visto las películas originales que si además te has tragado durante años todo el Universo Expandido, ahora rebautizado como Legends, lo que te da una cierta acreditación como experto en la franquicia galáctica de George Lucas de la que carecen muchos de los nuevos fans, que como apuntábamos un poco antes, se han incorporado a la misma a raíz del estreno en 2015 de El despertar de la Fuerza, de J.J. Abrams.
Si bien El despertar de la Fuerza es, básicamente, un remake del Episodio IV (IV, señor Ren, no 4, eso son los puntos suspensivos que aparecen al final de la frase «Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana....») lo cierto es que la película de Abrams recuperaba buena parte del espíritu de la trilogía original, además de dejar muchos (y muy interesantes) interrogantes en el aire, como: ¿quiénes eran los padres de Rey? ¿Cuál es su conexión con la Fuerza? ¿Qué quería insinuar Maz Kanata con su comentario acerca de los ojos de Finn? ¿Cómo ha sobrevivido el Imperio y quién es el Líder Supremo Snoke? Preguntas que, se suponía, serían contestadas en su mayor parte en el Episodio IX, mientras que el VIII sería un episodio de transición, más centrado en el aprendizaje de Rey y la figura de Luke Skywalker... O no. Porque Rian Johnson coge todas estas cuestiones (y otras que aquí no hemos mencionado) y se las pasa por el forro. ¿Finn? Un soldado de asalto más. ¿Los padres de Rey? Unos chatarreros. ¿Snoke? Un engreído que muere asesinado por su aprendiz mientras presume, precisamente, de que sabe todo lo que le pasa por la cabeza a su aprendiz.


Eso no quiere decir que la película no tenga algunos momentos brillantes, de pura maestría visual, como el enfrentamiento entre Ren y Rey contra los guardias personales de Snoke tras la muerte de este; o la batalla final en el planeta salado de Crait, que recuerda algunas de las mejores escenas de El Imperio contraataca (1980). El problema, más allá de lo visual, es que muchos aspectos del guión no tienen ni pies ni cabeza. De hecho, el argumento tiene tantos agujeros y contradicciones que Jason Fry, el autor de la adaptación novelada de la película, ha tenido que ampliar y justificar no poco de lo visto en pantalla para que tenga más sentido y aún así, muchas cosas se antojan un completo disparate. ¿La flota de guerra de la Primera Orden puede tener a la vista, pero no a tiro, a la flota de la Resistencia? ¿Los destructores estelares de la Primera Orden son más lentos que las naves de la Resistencia, que parecen sacadas del almacén de desguaces de Lucasfilm? Aceptemos que las naves de la Resistencia no pueden efectuar otro salto por problemas de logística, pero ¿qué les impide a los Imperiales hacer saltar parte de su flota por delante del enemigo, y así tener a este atrapado entre dos fuegos? Todo el McGuffin de la historia gira en torno al hecho de que la Nueva Orden ha inventado un dispositivo que permite seguir a su presa a través de los saltos hiperespaciales y que, casualmente, en vez de estar descentralizado, este se ubica en un lugar preciso de la nave insignia de Snoke. Todo esto lo descubren a medias entre Finn (que, recordemos, sólo es un soldado de asalto) y una técnico de cubierta adolescente cuyo talento científico estaba siendo desperdiciado vigilando las capsulas de escape. A mayor abundamiento, ambos urden un plan para colarse en la nave insignia y desconectar el dispositivo de rastreo, aunque para ello necesitan a un experto en descifrar códigos. Maz Kanata les recomienda uno, así que Finn y Rose abandonan la flota sin que nadie de la Primera Orden se dé cuenta, ni les persiga. Suponemos que debían de estar muy concentrados en otra cosa. Una vez en Canto Bright no dan con la persona que estaban buscando pero no pasa nada, porque en prisión conocen a otro «experto» de confianza que poco después les venderá al Imperio. ¡Menos mal que BB8 estaba ahí para salvar el día!
Por si toda esta sarta de despropósitos no fuese suficiente, está la actitud del Maestro Jedi Luke Skywalker. El propio Mark Hamill reconoció que no estaba muy convencido del planteamiento de su personaje y, aunque al final haya terminado dándole su bendición, sus recelos iniciales estaban justificados. Este Luke no parece el mismo que conocimos en el Ep. IV, ni - sobre todo - al final del Ep. VI. ¿Luke Skywalker planteándose por un segundo asesinar a sangre fría a su sobrino? Ni en el Universo Expandido se atrevieron a tanto. Y su perspicacia iguala a la de Snoke: durante todo el tiempo que Rey está en Anch-To, Luke es incapaz de percibir que su aprendiz está siendo seducida por el Lado Oscuro, y que Ren se la está trabajando a distancia con más eficacia que el Maestro Jedi en persona y cara a cara.


Y así llegamos al aspecto más curioso del Episodio VIII y que más ha fascinado a sus ¿numerosos? seguidores: la insólita relación (¿atracción?) entre Rey y Kylo Ren. Sabido es que en Star Wars las historias de amor, salvo la de Han y Leia, casi nunca han funcionado en pantalla. Pero es que la conversión de Rey, que pasa de odiar a Kylo Ren a sentirse atraída por él en un par de días, hasta el punto de engañar a su Maestro, e irse a la boca del lobo a intentar redimirle (a Ren, no al pobre Luke), es digna de La Celestina de Fernando de Rojas. Para empezar, tienes enfrente de ti a un sujeto al que desprecias porque es un asesino, ha matado a Han Solo (amigo de Rey, y su propio padre), amenaza a tus amigos y a todo lo que conoces... y dejas que te la meta doblada a la primera de cambio. O sea, que te fías más de él que del propio Luke Skywalker, al que has ido a pedirle que te instruya. Por otro lado los sentimientos de Rey tienen poco de platónicos, ya que su cambio de criterio acerca de Ren comienza a ser evidente después de verle desnudo de cintura para arriba. Podemos entender que en Jakku haya pocos humanos, y que las noches de Rey durante su interminable espera hayan sido muy largas, tristes y solitarias. Pero incluso así debería de mostrar un poco más de sentido común. Al final, en manos de Johnson, Rey se convierte en la típica chica boba que cae rendida ante los encantos del malote de turno el cual, llegado el momento, resulta que no siente lo mismo por ella, y prefiere reemplazar a Snoke (y prescindir de ella) en vez de convertirse en un nuevo y redimido Darth Vader.
Cierto es que Luke intentó hacer algo parecido por su padre en el Episodio VI, pero:

A) Lo suyo era una relación paterno-filial, no el sueño húmedo de una noche de verano.
B) Luke podía percibir el bien en Anakin. En el Ep. VIII ya hemos dicho que todos parecen ciegos, y que nadie percibe nada de lo que pasa a su alrededor: ni Snoke, ni Luke, ni Rey.
C) Tercero, y más importante: Luke tuvo éxito donde Rey fracasó, lo que demuestra que la sangre tira más que la promesa de un polvo rápido entre los restos del Supremacia.

Sin embargo, como decíamos, la mayoría de defensores del Ep. VIII beben los vientos por la historia de ¿amor? entre Rey y Kylo, y no pierden la esperanza de que en el último episodio de la trilogía la joven tenga más suerte, Ren cambie de opinión y ambos acaben juntos. Cosas más raras se han visto, sobre todo ahora que el pobre Finn tiene un nuevo interés romántico en la figura de Rose. En ese sentido, los fans del Ep. VIII recuerdan a los seguidores de la saga Crepúsculo, embelesados con la historia de amor entre Bella y Edward, aquí transmutados en Rey y Kylo. Y, como señalaba al principio, librete Dios de decir nada al respecto, porque los miembros de la Secta aceptan esta relación como uno de los principios sagrados de su Religión (Palabra de Rian Johnson) y sólo ellos/as están en posesión de la Verdad Absoluta, mientras que el resto de la gente, ya sean recién llegados o expertos en la saga que les doblan en edad, horas de lectura y número de neuronas, están equivocados y sólo merecen como respuesta una expresión despectiva a través del gif de turno. Lo triste es que tienen bastantes posibilidades de salirse con la suya porque, como decíamos, Johnson ha cerrado el camino a cualquier relación entre Rey y Finn, y prácticamente obliga a su sucesor a jugar con las cartas que le ha dejado. Veremos. Abrams es un experto en golpes de efecto, en sugerir una cosa y salirte con otra, como ya demostró con el trailer de El resurgir de la Fuerza. Y esa risa diabólica que resuena al final del trailer del Ep. IX promete nuevas sorpresas y vueltas de tuerca que no se apreciaban en los dos episodios anteriores. En cualquier caso, si logra reconciliar a ambas facciones - la Vieja Guardia, y la Nueva Orden - ya le habrá prestado un gran servicio a la Disney, que ha tomado buena nota del descalabro en taquilla de Solo (2018) y que tras el hostil recibimiento del Ep. VIII se replantea espaciar (o sea, retrasar) buena parte de sus proyectos futuros inspirados en la franquicia, tal vez esperando a que J.J. obre de nuevo el milagro y amaine la tormenta, aunque viendo y leyendo a muchos de los Apostoles defensores de Los últimos Jedi, va a ser difícil que pasen por el aro si el final de la trilogía no concluye como ellos esperaban, con Rey y Kylo encamándose en el Halcón Milenario sobre la ropa de su difunto padre (por cierto, ¿qué opinará Chewbacca respecto a este final? ¿Se mostrará comprensivo o le arrancará piernas y brazos a esa versión cutre e insípida de Darth Vader?). Sabido es que a los fanáticos no hay nada que les guste más que negar la realidad, y dentro de dicho colectivo hay mucho (y mucha) fanático/a como el Sr. Ren (el de Twitter, no el de las películas, que ya le gustaría a su sosias).

Y ahora sí, esto es el FIN.

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