Los Olvidados V2.0: Más rápido, más fuerte, mejor #05


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- ¿Y entonces qué? - insistió su interlocutor -. ¿Encajar? ¿Ser uno más del rebaño? ¿Madrugar todos los días para fichar a tiempo en la oficina? ¿Trabajar para pagar una hipoteca? ¿Y jubilarte cuando ya seas demasiado vieja para disfrutar de la existencia? ¿Eso es la vida? ¿Eso es el mundo que nos prometieron? ¿Eso es lo que Él nos prometió? - exclamó Caín, cada vez más excitado, al tiempo que se ponía de pie y abría los brazos en gesto de desafío -. ¿Sabes lo que veo cada día cuando salgo a la calle?
- ¿Gente?- respondió la joven, con cautela. ¿Estaba realmente enfadado, o todo formaba parte de una elaborada farsa en su honor? Con el asesino, era difícil estar seguro.
- Hormigas. Hormigas pre programadas que repiten la misma rutina día tras día, y que traen más hormigas al mundo para que continúen con su trabajo una vez que ya no estén. Así, generación tras generación. Siglo tras siglo, hasta el inevitable final. ¿Quieres saber la verdad? No hay un infierno después. Aquí y ahora, este es el infierno.
- Eso suena muy depresivo. Tal vez deberías visitar a un buen psicólogo.
- Oh, ya lo hice - asintió Caín -. Y era realmente bueno. Lamenté mucho tener que matarle. Estábamos haciendo grandes progresos juntos, aunque hay algunos aspectos de mi personalidad que no pudo erradicar, como la curiosidad. Verás, mi cerebro me sigue diciendo que lo más lógico hubiese sido matarte desde el principio. Porque los dos sabemos que mi estado de salud te importa un carajo. Y está claro que tampoco has venido a proponerme una noche de sexo salvaje. Así que dime, ¿a qué has venido realmente, Samantha?
- ¿Sinceramente? Esperaba tener que evitar una pelea.
- No, ni siquiera tú eres tan ingenua - negó Caín, acercándose paso a paso a la joven -. Sé que me ocultas algo. ¿Cuál es la trampa, Samantha? ¿Qué carta es la que no he visto todavía?
- ¿En serio que no lo sabes? ¿El mejor asesino del mundo, y no puedes ir por delante de una veinteañera? Que mal.
- Sabes, creo que después de matarte conservaré tu cadáver unos cuantos días. Puede que incluso me desahogue con él. Por los viejos tiempos - remarcó Caín, cada vez más cerca, tan cerca que Samantha hubiese podido tocarlo con estirar el brazo. El hombre estaba pendiente de todos y cada de uno de sus movimientos, intentando anticiparse a la respuesta de su víctima, pero para su sorpresa, en vez de golpearle, la joven se limitó a gritar:
- ¡Troy! ¿Estás ahí?
Y antes de que dejasen de resonar sus palabras, una puerta se abrió junto a ellos para dejar pasar a Oxley, cuyo puño impactó contra el rostro de Caín antes de que este pudiera apartarse. Tomado por sorpresa, el asesino trastabilló hasta caer al suelo, pero Samantha sabía que el golpe apenas le había hecho daño más allá de perder el equilibrio. El resto del grupo aprovechó ese momento para cruzar la puerta, que se desvaneció tras Troy. Caín les examinó uno a uno, atentamente, hasta que la luz del reconocimiento brillo en sus ojos.
- Tu... ¿Has osado pegarme? - escupió, más que preguntó, de la que se incorporaba -. Asquerosos mutantes cambiaformas. Yo os saqué de la nada a partir de material de desecho del fondo de mis probetas. ¿Y así me lo agradecéis? ¿Levantando la mano contra vuestro creador?
- Oh, basta ya - exclamó Adara, adelantándose -. ¿Pero tú te escuchas al hablar? creador, material de desecho, osar... Pareces el barón Frankenstein, pero en cutre. Mary Shelley debe de estar revolviéndose en su tumba. Talía, ¿serías tan amable de incinerar a este cabrón?
- Dalo por hecho - asintió la piroquinética, haciendo brotar sendas lenguas de fuego de sus manos con apenas chasquear los dedos. Caín dio un paso al frente, con una expresión que denotaba desprecio y cansancio a partes iguales, al menos hasta que el ataque telequinético de Adara le alcanzó, haciéndole doblarse sobre sí mismo y empezar a vomitar un fluido espeso y rojizo sobre el suelo.
- Qué asco - musitó Talía, tomando impulso para lanzar los dos chorros de fuego contra su adversario. En apenas una fracción de segundo Caín quedó envuelto en llamas mientras su cuerpo se encogía y retorcía bajo el efecto de la intensa temperatura. La joven se atrevió a esbozar una sonrisa de triunfo, sonrisa que se congeló en su rostro cuando una silueta vagamente humana se puso en pie entre las llamas y comenzó a avanzar en su dirección. Inquieta, pero no asustada, Talía aumentó la intensidad de sus llamas, obligando a sus compañeros a buscar refugio para evitar acabar calcinados. Pese a todo, Samantha se arriesgó a echar un vistazo. La estancia se había convertido en un infierno. El fuego devoraba el tejido muscular de Caín tan rápido como este se regeneraba, pero el asesino aguantaba y poco a poco, paso a paso, se aproximaba a una Talía cada vez más nerviosa. La falta de concentración dispersó las llamas, dándole a su adversario el respiro que necesitaba para agarrarla de las muñecas y apretar hasta que Samantha pudo oír el crujido de los huesos de su compañera.
- No es tan fácil... cuando el contrincante no se queda quieto, ¿verdad? - susurró Caín, y Talía se preguntó cómo podía hablar sin garganta y con las cuerdas vocales calcinadas. De hecho, era como si su voz surgiera directamente desde el interior de su pecho. Para su horror, descubrió que los ojos del asesino seguían intactos, inmunes al parecer a cualquier efecto que el fuego pudiese tener sobre ellos, y la observaban con la misma intensidad que una serpiente a su víctima. Caín apretó más y más, hasta que el dolor forzó a la joven a dejarse caer de rodillas, momento que este aprovechó para cambiar su presa y agarrarla por el cuello.
- Sabes, creo que ya he visto esta película. ¿Qué era lo que pasaba a continuación? Ah, sí. Tú gritabas. Y después, sufrías una muerte horrible - anunció Caín, dispuesto a unir la acción a las palabras. Por desgracia para él, ese fue el momento en que Samantha decidió regresar al terreno de juego. La joven golpeó una cristalera cercana y, recogiendo una de las esquirlas de cristal, la lanzó con todas sus fuerzas entre Caín y Talía, cercenando el brazo del asesino a la altura del codo y liberando así a la multiforme.
Caín profirió un grito animal, mitad dolor y frustración, mientras Oxley se apresuraba a retirar a su compañera de su alcance. Furioso, el asesino se volvió hacia Samantha, lanzándole una mirada de odio capaz de provocarle un infarto cerebral a alguien menos curtido que la joven.
- Tú... lo que me has hecho es nada. Menos que nada. Mi brazo volverá a crecer, que es más de lo que se puede decir de tu cabeza cuando la arranque de tus hombros.
- Palabras, palabras - sonrió Samantha, cerrando los ojos a la vez que apretaba el puño derecho. Al concentrarse pudo sentir a Caín cuando este echó a correr hacia ella, en un sprint desesperado por evitar lo inevitable. El asesino era inmortal, pero ella era más rápida. En su cabeza, su adversario se movía a cámara lenta, como un reloj al que se le iba agotando la cuerda, mientras las células de Samantha absorbían a través de la piel toda la energía disponible a su alrededor: electricidad, movimiento, calor residual, luz y sonido, y la transformaba en pura fuerza bruta. Cuando salió disparado, su puño tenía la potencia de un MiG-31 despegando y la consistencia del diamante. El impacto lanzó a Caín al otro extremo de la habitación, donde atravesó la pared, en medio de un estampido sónico similar al que produciría un F18 al romper la barrera del sonido. Oxley cubrió a sus compañeros con su cuerpo para protegerlos de la lluvia de cascotes, aunque ninguno de ellos pudo evitar que la explosión estuviese a punto de perforarles los tímpanos.

Continuará.

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