Los Olvidados V2.0: Más rápido, más fuerte, mejor #02


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- Reconozco que siento curiosidad. Pensaba que después de nuestro último encuentro habríais puesto precio a mi cabeza.
- La deuda que Seth tenía con Caín murió con él. Por desgracia, su legado sobrevive y puede arrastrarnos de nuevo a una espiral de violencia que ninguno deseamos.
- ¿Por qué? Pensaba que con ellos muertos, erais libres para seguir vuestro propio camino.
- Ese es el problema. Caín no está muerto.
- Debes de estar equivocado - repuso Samantha, muy seria -. Caín está muerto - añadió la joven, haciendo especial énfasis en el "Está" -. Yo le maté.
- Ojalá fuese cierto, pero me temo que dejaste el trabajo a medias.
- Imposible. Le rompí el cuello después de darle una paliza de muerte. Nada ni nadie puede haber sobrevivido a eso.
- ¡Si alguien mata a Caín, será vengado siete veces! - entonó desde las sombras un coro agudo de voces 
- ¡Oh, venga ya! Olvidaos de esa estupidez. No es el Caín bíblico, tan sólo un hábil prestidigitador con muchos trucos en la manga y un talento fuera de lo común para engañar a la gente. Era - se corrigió la joven sobre la marcha.
- Tu propio padre no estaría de acuerdo con esa teoría. En cualquier caso su identidad es irrelevante: el caso es que sigue vivo, y ese hecho puede tener consecuencias fatales para todos nosotros.
- Pensaba que habías dicho que ya no estabais obligados a obedecerle.
- Y así es... hasta cierto punto. Pero Caín tiene mucha ascendencia sobre nuestra gente, y más de algún miembro del Colectivo puede sentirse tentado de escuchar de nuevo sus insidiosas palabras sobre el destino y la raza superior. Y esa escisión podría destruirnos como pueblo. Por eso recurrimos a ti.
- ¿A mí? Creo que te has equivocado de Grey. Mi padre tiene mucha más experiencia que yo enfrentándose a Caín.
- Cierto, pero tú eres la única persona que ha estado a punto de matarle y, por lo tanto, la única a la que Caín teme realmente. Además, tu padre y sus amigos tampoco se fían de nosotros. Perderíamos demasiado tiempo intentando convencerles y, en esta situación, el tiempo es un factor primordial. Caín todavía tiene demasiados ojos y oídos por todas partes. Si sospecha que le hemos localizado, volvería a esfumarse sin dejar ni rastro, y puede que la próxima vez que le encontremos no sea tan vulnerable como ahora.
- Así y todo, no soy rival para Caín. Si voy a enfrentarme a él, necesitaré algo de apoyo.
- Lo sé, y no pretendemos que hagas todo el trabajo tu sola. Hemos estado organizando nuestro propio cuerpo de seguridad, para prevenir amenazas potenciales como Caín y otros elementos renegados de nuestra raza. La mayoría de los candidatos son gente con talentos especiales, fruto de los experimentos eugenésicos de Caín en Alemania durante los años treinta. De momento, hemos seleccionado a cuatro de ellos, aunque somos conscientes de que todavía es demasiado pronto para que se enfrenten a alguien tan poderoso como él sin la supervisión adecuada. Ahí es donde intervienes tú. Si no te importa, me gustaría presentártelos - sugirió su interlocutor, mientras señalaba hacia un grupo de multiformes que se había ido acercando hacía ellos en silencio mientras conversaban.
- Oxley, por ejemplo, es muy fuerte, quizás no tanto como Caín, pero si lo bastante como para aguantarle un par de asaltos. Y soporta muy bien el castigo. Puedes golpearle durante horas hasta despellejarte los nudillos sin que se inmute lo más mínimo - explicó su guía. Oxley, un grandullón de aspecto afable, le dedicó una sonrisa de cortesía a Samantha a la vez que esbozaba un saludo militar.
- Troy es nuestro teletransportador humano. Puede abrir puertas para pasar instantáneamente de un punto a otro del espacio, y mantenerlas abiertas durante mucho más tiempo que ningún otro teletransportador que hayamos descubierto hasta la fecha.
- Es curioso. Conozco a alguien con una habilidad similar a la tuya - comentó la joven.
- Sé a quién te refieres - asintió el multiforme, que para la ocasión había escogido un físico de inspiración oriental y parecía un joven gamer japonés -, pero compararme con ella es como comparar una bicicleta con una Yamaha de competición. Yo puedo desplazar a mucha más gente y mucho más lejos que tu amiga, y sin tener que preocuparme por sufrir un aneurisma cerebral a causa del esfuerzo.
Antes de que Samantha pudiese replicar nada, su acompañante retomó las presentaciones pasando al tercero de los presentes: una joven pelirroja, con cabellos muy cortos y un aire vagamente andrógino.
- Talía, por su parte, es piroquinésica. Puede absorber el calor de la atmósfera y liberarlo cuando y donde ella desee - apuntó su guía. La multiforme le lanzó una mirada retadora a la visitante, como desafiándole a hacer algún comentario sarcástico, por lo que Samantha prefirió concentrarse en el último miembro del grupo, otra chica mucho más joven que la anterior y cuya edad aparente rondaría en torno a los catorce años, sino menos - ¿Y tú? ¿No deberías de estar en clase?
- Adara es una curiosa variedad de telequinética. Su capacidad sólo afecta a los líquidos, y sólo en pequeñas cantidades. Podría empujar el agua de una botella, pero no la de un rio, al menos de momento - explicó su anfitrión, antes de que la interpelada pudiese responder.
- Pues no parece una habilidad lo bastante útil como para enfrentarse a alguien como Caín. No te ofendas - se apresuró a añadir Samantha, obteniendo a cambio una sonrisa de cortesía por parte de su interlocutora. La multiforme vestía de forma informal, como cualquier otra adolescente de la edad que aparentaba, aunque con demasiados complementos. Como tantos otros miembros de su raza que Samantha había conocido antes, intentaba parecer más humana a base de exagerar el disfraz.
- ¿Sabes cómo funciona el sentido del equilibrio? - inquirió la joven, con una voz tan suave e inocente como su aspecto.
- Más o menos, sí - respondió Samantha, y apenas hubo terminado de pronunciar las palabras cuando se le nubló la vista y cayó de rodillas al suelo, víctima de un repentino ataque de vértigo. A duras penas logró reprimir las arcadas mientras cerraba los ojos y se esforzaba por recuperar el control de su cuerpo. Algo se movió a su lado, y al cabo de un par de segundos oyó de nuevo la voz de la telequinética a muy poca distancia de su rostro.
- Acabo de darle una sacudida a la endolinfa de tu oído interno. Muy pequeña. Apenas un simple toque, como empujar una canica. Ahora imagínate que hubiese pasado si hubiese golpeado con ganas, como si estuviese bateando durante la final de la MLB.

Continuará...

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