Los Olvidados V2.0: Más fuerte, más rápido, mejor #03

(Image: Harbor lights at night, by Shi Yali)

- Vale, me hago una idea. Mis disculpas - ofreció Samantha, de la que intentaba recuperar el equilibrio. La chica pelirroja se acercó para ayudarle a levantarse, a la vez que decía en voz alta:
- ¡La gran Samantha Grey! Pues hace un momento no parecías muy impresionante, cuando estabas ahí tirada, a punto de echar la papilla sobre el suelo.
- Deja que lo adivine - replicó Samantha, mientras se sacudía el polvo de la ropa y el cabello -. Tú eres la líder de este pequeño grupito de súper talentos ¿no? Pues antes de que empieces a mearte en mis botas para marcar el terreno, permíteme señalar que yo sólo estoy aquí porque tus líderes me lo han pedido, y ni siquiera tengo muy claro aun que es lo que pretenden exactamente de mi.
- Chicos, por favor - intervino el hombre del pelo cano -. La señorita Grey es nuestra invitada. Mis disculpas. Son jóvenes, y todavía no han aprendido a comportarse correctamente - añadió, dedicándole a sus pupilos una fría mirada de reconvención. La telequinética agachó la cabeza, en un gesto de vergüenza tan humano que Samantha no pudo evitar sentirse a su vez incómoda.
- Lo siento mucho. Sólo quería demostrarte que, llegado el caso, no sería ninguna carga para el equipo.
- Lo sé, cariño. Y no te preocupes. Has hecho bien en cerrarme la boca. Me lo merecía - repuso la joven, obteniendo a cambio una sincera sonrisa de admiración por parte de la multiforme.
- Vale - dijo Samantha, volviendo su atención a su guía -, son un conjunto muy prometedor, pero un poco confiados y muy creídos. No saben lo que es pelear contra alguien como Caín. En su peor día, medio muerto y paralizado de cintura para abajo, barrería el suelo con ellos.
- Somos conscientes de ello. Por eso nos gustaría que les acompañases. Que fueses su... instructora. Que les enseñes a trabajar en equipo y, sobre todo, como un equipo.
- Me sobrevaloráis.
- Al contrario. Creo que eres tú la que te infravaloras. Veras, ellos son la esperanza de nuestra raza, la primera generación que ha crecido libre de la locura de Seth y Caín. Estamos poniendo literalmente nuestro futuro en tus manos. No cabe responsabilidad - ni honor - más elevado que ese. A cambio, estaríamos en deuda contigo. Una gran deuda. Y nosotros siempre cumplimos nuestra palabra.
Samantha suspiró.
- Vale, sé que me arrepentiré de esto, pero si vamos a hacerlo, me gustaría que quedasen claras un par de cosas - exigió, observando a todo el equipo.
-¿Cuáles?
- Primero, si voy a ir con ellos, yo estoy al mando. No puedo responsabilizarme de su pellejo si sólo soy un simple observador.
- Parece razonable. ¿Y lo segundo?
- ¿Sabéis lo que distingue a un equipo de cualquier grupo de aficionados? Que un equipo funciona y reacciona como una sola persona. Como una máquina bien programada. Si yo digo "Pega", "Salta" o "Tírate al suelo" lo hacéis sin discutir, porque en un equipo no hay lugar para los personalismos. Cada cual tiene su función y yo le diré cual es llegado el momento. ¿Está claro?
Los multiformes parecieron aceptar sus palabras de buen grado, excepto la joven pelirroja - Talía - que frunció levemente el ceño, aunque terminó por inclinar la cabeza en señal de asentimiento.
- Muy bien. ¿Serás capaz de acercarnos a todos a la vez hasta Caín, pero no demasiado? No quiero aparecer en medio de su tazón de cereales para el desayuno - le preguntó la joven a Troy.
- Dalo por hecho - respondió el multiforme, abriendo los brazos para crear un portal cuántico a su alrededor.
- ¡Señorita Grey! - exclamó su anfitrión, antes de que esta se alejase demasiado.
- ¿Sí?
- Sé que piensa que Caín es un fraude. Un tramposo afortunado con mucho talento para engañar a los demás. Por favor, deje que insista. Caín es el Asesino original. Es increiblemente viejo, increiblemente poderoso, y mucho más peligroso de lo que se imagina.
- Puede ser. Pero se olvida de que ahora hay algo mucho más peligroso que él en este planeta.
- ¿El qué?
- Yo - aseveró la joven, con una voz tan fría como su mirada, antes de cruzar el portal abierto por Troy y desaparecer al otro lado, siguiendo al resto de su equipo. El multiforme parpadeó y musitó para sí:
- Espero que tenga razón.

La transición apenas duró una fracción de segundo, al igual que las de Liliana, aunque en honor a la verdad las de Troy tenían menos efectos secundarios. Una vez firmemente asentada en el suelo, Samantha pudo comprobar que el transportador les había llevado hasta un rincón de la zona portuaria desde el que se divisaba un viejo complejo, cerrado a cal y canto, pero no abandonado, como evidenciaban las luces, los candados y las parejas de guardias armados y equipados con perros de presa.
- Ahí - señaló Troy, sobresaliendo apenas por encima de un montón de chatarra para evitar ser visto.
- ¿Y qué hacemos ahora, Oh, líder? - inquirió Talía, poniendo especial énfasis en la última palabra. Samantha suspiró.
- Cameron insistiría en que nunca se entra en un lugar desconocido sin planear bien hasta el último detalle, conocer los puntos débiles del enemigo y las rutas de escape de antemano.
- ¿Y tu padre?
- Bueno, él sería más partidario de inclinar la cabeza, echar a correr, y llevárselo todo por delante, como un rinoceronte.
- Me gusta su estilo - susurró Talía, con los ojos brillantes de admiración. Samantha puso la mirada en blanco y replicó:
- Tiene sus ventajas. Pero yo no soy como Cameron y, desde luego, no me parezco en nada a mi padre. Prefiero una aproximación más sutil. ¿Habéis oído hablar del caballo de Troya?
Los cuatro multiformes negaron con la cabeza, confusos.
- ¿Es alguna clase de virus informático? - inquirió Adara, con la misma expresión ansiosa del alumno que se arriesgaba a levantar la mano en clase para responder algo que no tenía muy claro.
- Multiformes - suspiró Samantha -. No exactamente. Esto es lo que vamos a hacer...

Continuará.

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