Sunny /06



Los siguientes días Miranda se autoimpuso una estricta rutina cotidiana. Se levantaba temprano y tras tomarse un café salía a correr varios kilómetros, tras lo cual regresaba a casa para ducharse y sentarse a escribir hasta media tarde, cuando hacía un alto en el camino para picar algo. A continuación bajaba a la piscina para hacerse unos largos y eludir así la tentación de echarse una siesta. Después seguía trabajando hasta que el sol se ponía en el horizonte y tenía que encender las luces para poder ver el teclado. Durante todo ese tiempo apenas tuvo compañía alguna, a excepción del encargado de mantenimiento de la piscina y una pareja de jubilados alemanes que siempre la saludaban con una seca inclinación de cabeza al cruzarse con ella. Se acostumbró a tener el móvil en silencio y apenas lo usaba excepto para consultar la hora o comprobar cuantas llamadas perdidas tenía de su agente. Así logró escribir varias páginas más, aunque al releerlas, nunca terminaban de convencerla. Le había dicho a Sunny que su nuevo libro no era autobiográfico. Sin embargo, la protagonista era una mujer entrada en la treintena y víctima de una aguda crisis existencial, exactamente igual que ella. Más de una vez se preguntaba que estaba haciendo y, sobre todo, por qué. ¿A quién quería impresionar? ¿A su agente? ¿A sí misma? ¿A los demás? A ratos, Miranda tenía la impresión de que tan sólo había sustituido sus antiguos complejos por otros más sutiles y difíciles de percibir, pero igualmente opresivos.
Al sexto día apagó la alarma del móvil, se dio la vuelta y siguió durmiendo un buen rato más antes de levantarse y salir a tomar el café a la terraza. El cielo lucia despejado y el único sonido que se oía era el de los insectos y los aspersores de riego. Al apoyarse en la barandilla no pudo evitar echar un vistazo de reojo a la terraza de su vecina. Nada. No había vuelto a verla ni a saber de ella desde que se habían despedido en la puerta del apartamento, seis días o un milenio atrás. Era como si se escondiese de ella. O como si no existiese. Tal vez fuera esa la respuesta, se dijo. Tal vez Sunny sólo había existido en su imaginación. Tal vez se había pasado varios días hablando sola y soñando despierta. Cosas más raras se habían visto. Al probar el primer sorbo de café recordó la conversación que habían tenido la mañana siguiente a su primera y única noche juntas: "Solo y sin azúcar, como a ti te gusta". ¿Cuándo había sido la última vez que alguien la había escuchado de verdad? ¿Cuánto tiempo, desde que alguien se había molestado en saber que era lo que realmente quería?
- ¡Serás idiota! - exclamó, y antes de darse cuenta, había salido del apartamento y estaba llamando a la puerta de su vecina. Esperó, y volvió a llamar una, dos y hasta tres veces. Por fin, cuando ya estaba a punto de darse por vencida, Sunny apareció, vestida exactamente igual que el primer día y con los mismos auriculares colgando del cuello.
- ¡Hola! Perdona, me has pillado...
- ...de limpieza y oyendo música, ya lo sé - terminó la frase Miranda. La chica le observaba con curiosidad y algo expectante.
- Te veo como nerviosa. ¿Ocurre algo? ¿He hecho demasiado ruido? Conste que he intentado ser más silenciosa que un ninja. Ni siquiera he pasado la aspiradora para no molestar.
- No, no es nada de eso. Yo... quería disculparme por lo del otro día. Lo siento. Fui una idiota, y me comporté de forma vulgar, insensible y egoísta - Miranda hizo una pausa por si su interlocutora quería añadir algo, pero esta permaneció en silencio -. Cuando quieras puedes cortarme.
- No. ¿Para qué? - replicó Sunny, cruzando los brazos sobre el pecho -. Lo estás haciendo muy bien. Tú sigue.
- Vale, supongo que me lo merezco. El caso es que... soy una maniática. Me gusta pensar que controlo mi vida, y que lo tengo todo calculado hasta el último detalle. Y lo nuestro... bueno, el caso es que lo de la otra noche me cogió por sorpresa. No supe como reaccionar, así que hice lo único que se me da bien cuando me bloqueo: asustarme y salir corriendo. Y lo siento. Eres lo mejor que me ha pasado desde hace mucho tiempo. Me gustas, quiero estar contigo y quiero averiguar adonde nos lleva esto, para bien o para mal, no lo sé, pero quiero intentarlo. Sin embargo, tengo que terminar ese libro. Mejor dicho, necesito terminarlo como sea. Para demostrarme a mi misma que no soy un fraude. Que puedo hacerlo. Aunque luego sea un asco y no le guste a nadie. Sé que estoy siendo muy egoísta, y que te estoy pidiendo mucho a cambio de muy poco, pero si puedes darme otra oportunidad... si tienes un poco de paciencia, te prometo que dedicaré el resto de mi tiempo a compensártelo - concluyó Miranda, con la boca seca y casi sin aliento -. ¿Y bien? ¿Cuál es tu respuesta?
- A mi me has convencido - dijo por fin Sunny, acompañando sus palabras de una cálida sonrisa.
-¡Genial! Ya sólo falta que convenza a un millón más de lectores y será un auténtico best-seller.
- Lo será. Estoy segura. ¿Y sabes por qué?
- ¿Porque eres adivina? - aventuró Miranda.
- Vaya, señorita Cruz. Vas aprendiendo - asintió la chica, recorriendo el espacio que había entre ambas para abrazarse a ella y besarla. Y Miranda tuvo que reconocer que nunca la habían besado así, con semejante ansiedad, con tanta pasión. Como si Sunny la besase con todo el cuerpo. Así que esto es lo que quiere decir la gente cuando habla de mariposas en el estómago, pensó, mientras cerraba los ojos y disfrutaba de la sensación durante un momento que casi era una eternidad en sí mismo.
- Bueno, yo tengo que seguir limpiando y tú tienes mucha tarea por delante - le recordó la joven cuando sus bocas por fin se separaron -. Luego pasaré a buscarte para seguir donde lo dejamos. Si estás de mala leche te construyes un castillo de arena y luego te lo cargas a pisotones, como Godzilla. O te das de cabezazos contra un muro, como prefieras. Pero te advierto que después serás toda mía.
- Vaya, no te conocía esa vena autoritaria.
- ¿Te molesta?
- No. De hecho, creo que me pone un poco. Para ser exactos, un poco mucho.
- Pues espera y verás - advirtió Sunny, besándola de nuevo. Un beso más corto, pero no por ello menos satisfactorio. Más bien era como una promesa, un adelanto de todos los que vendrían después.
- Y ahora, vete a terminar tu maldito libro para que puedas dedicármelo - añadió, apoyando la mano en el pecho de Miranda para empujarla de vuelta a su apartamento.
- ¿Es que tu sólo piensas en dedicatorias, o qué?
- Para alguien famoso que conozco... - dijo la chica, guiñándole el ojo en señal de despedida mientras cerraba la puerta. Al cabo de varios segundos Miranda la imitó, sonriente, mientras pensaba en la cara que pondría su prima cuando le contase toda la historia. Ya sentada frente al portátil, procedió a revisar el documento desde el principio, borrando todos los párrafos que no le convencían. Seguía sin saber el final, pero al menos tenía una idea clara de lo que quería hacer a continuación y a veces, eso era más que suficiente. A veces, se dijo, todo lo que necesitas para seguir adelante es retroceder un par de pasos y tomar perspectiva.

(¿Continuará?)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Un bonito relato, Sunny y Miranda, seguro la chica es la inspiración que la escritora necesitaba, saludos tocayo
Alejandro Caveda ha dicho que…
Otro de vuelta para ti, tocaya. Me alegro de que te haya gustado, espero que la continuación sea también de tu agrado. ¡Nos leemos!

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