Sunny /04


De vuelta a su casa, y después de una larga y reparadora ducha, Miranda se enfrentó al problema de qué ponerse. No había mentido al decirle a Sunny que sólo había ido hasta allí a trabajar y, de hecho, había viajado con lo puesto y poco más. Por un momento pensó en probarse algo de ropa de Irene, pero descartó la idea casi de inmediato. Su prima era más baja y mucho más estrecha de hombros que ella. Finalmente, después de mil y un pruebas y permutaciones se decidió por un conjunto de blusa blanca y pantalón corto beis de Mango, combinados con unas sandalias de cuero de Xti. Le hubiera gustado poder hacer algo con su pelo, pero lo tenía demasiado corto para plantearse nada más que dejarlo suelto, tal cual. En general, el conjunto le daba un cierto aire andrógino, cuando no muy masculino, impresión reforzada por el arco de su mandíbula y sus marcadas y angulosas facciones. Pero eso, se dijo, ya no tenía remedio y nunca tenías a un buen cirujano plástico a mano cuando realmente lo necesitabas. Aun seguía repasando su imagen en el espejo cuando el timbre de la puerta anunció la llegada de su vecina.
Miranda sentía curiosidad por averiguar que entendía Sunny por arreglarse para romper corazones. Fiel a su estilo, la chica vestía un colorido vestido corto de Desigual a juego con una cazadora de piel marrón y unas deportivas Mustang. Era asombroso, se dijo, como podía seguir pareciendo casual y bohemia incluso vestida de marca de los pies a la cabeza.
- ¿Estás lista?
- Sí. ¿Por? ¿No lo parezco? - preguntó Miranda, repentinamente nerviosa, pero su compañera se limitó a reírse y cogerla del brazo.
- Pareces una supermodelo. ¡Vámonos de fiesta!
La forma de conducir de Sunny era tan despreocupada como el resto de su personalidad. Hablaba sin parar a la vez que volvía la cabeza para mirar a su acompañante o para rebuscar un viejo CD en la guantera. Miranda estaba segura de que aquella era una situación que los técnicos de seguridad de la Suzuki no podían haber previsto ni en sus peores pesadillas, pero por suerte apenas había tráfico y su anfitriona parecía capaz de hacerse la ruta con los ojos cerrados. Así y todo apenas pudo reprimir unas ganas locas de besar el suelo al apearse del Swift tras llegar al aparcamiento del restaurante.
- ¿Estás bien? Te noto un poco pálida.
- No es nada, tan sólo que he visto pasar toda mi vida delante de mis ojos, y todavía era muy, pero que muy corta.
- ¡Cobarde! - replicó la joven, sacándole la lengua en un gesto de ofendida dignidad antes de encaminarse hacia la entrada del local. Lo cierto es que el restaurante tenía muy buena pinta, reconoció Miranda, y el personal parecía sinceramente encantado con su visita. No dejó de observar que la camarera y Sunny ya se conocían, a juzgar por los comentarios y sonrisas de complicidad que ambas intercambiaron, y que le hicieron sentirse fuera de lugar y un poco paranoica. ¿Acaso la había llevado hasta ahí para darle celos a una ex? Contén tu imaginación calenturienta, se dijo, mientras tomaba asiento.
- Ya verás cómo te gusta, esta todo buenísimo.
- Seguro que sí - respondió Miranda, mordiéndose la lengua para no preguntar si ese "todo" incluía también al servicio.
Después de pedir (Pollo Tikka Masala para Sunny, ensalada de pasta para ella) la chica rebuscó en su bolso hasta dar con un arrugado ejemplar de "No digas que fue un sueño".
- ¿Qué te parece? Al final me he animado a leerlo.
- Espero que te guste. La autora acepta toda clase de críticas y comentarios, especialmente los positivos. ¿De dónde lo has sacado? No sabía que hubiese una librería por aquí cerca.
- En realidad, lo encontré en la sección de ofertas del centro comercial - respondió Sunny en tono cohibido, pero Miranda se limitó a reírse mientras estrenaba su copa de vino.
- ¡Menudo refuerzo para mi autoestima! Espera a que se lo diga a mi agente. ¿Y qué tal? ¿Cómo lo llevas?
- Bien, voy muy despacio pero me está gustando. Es que no soy muy aficionada a la lectura - se disculpó la joven -, y me cuesta tragarme más de cinco páginas seguidas. Pero lo encuentro muy interesante. Me he fijado en que escribes en primera persona, aunque el personaje no se llama como tú. ¿Es casualidad, o hay algo de autobiográfico en la historia?
- Si y no - respondió Miranda -. Al principio sólo era un recurso narrativo, me resultaba más fácil escribir en primera persona y además me parecía que era una buena manera de introducir al lector en la trama, pero poco a poco fui añadiendo más y más detalles autobiográficos para que el personaje resultase más creíble, hasta que llegó un punto de que casi era yo, y al mismo tiempo no lo era. Tal vez una versión mejorada de mi misma, o de como a mí me hubiera gustado haber sido, si pudiese volver a empezar.
- ¿Y lo que estás escribiendo ahora es una secuela?
- No, y ese es el problema. Quería hacer algo completamente distinto, más de ficción, más alegre, pero no me sale. Estoy bloqueada. Es como... como si ahora que ya he escrito mi historia, no me quedase nada más que contar. Me siento delante del ordenador y le doy a las teclas, pero al releerlo todo me parece poco original y, lo que es peor, aburrido.
- Seguro que se te ocurrirá algo, como la primera vez - intentó reconfortarle la joven, cogiéndole de la mano -. El talento sigue ahí, sólo tienes que encontrar algo que te inspire.
- Sí, bueno, así dicho parece muy fácil. ¿Y tú? - inquirió Miranda, en un poco sutil esfuerzo por cambiar de conversación -. ¿A qué te dedicas además de diseñar ropa y hacer de ama del calabozo?
- ¿Ama del calabozo? - repitió Sunny, confusa.
- Ya sabes, la guardiana de las llaves.
- ¡Ah! Pues nada tan interesante como lo tuyo. Trabajo de camarera a jornada parcial en un after de Marbella, y a ratos libres echo una mano en un taller de tatuaje.
- ¿Perdona? - ahora fue el turno de Miranda de sorprenderse.
- Pues eso, que hago tatuajes. De hecho, ahora mismo le estoy haciendo uno chulísimo en el brazo a un chico de Mijas, que quería tatuarse la frase del anillo único alrededor del bíceps. Ya sabes, eso de "Un anillo para gobernarlos a todos", pero en élfico. O rúnico, como se diga.
- Pero tú no tienes ninguno.
- Vaya, te has dado cuenta. ¡Qué observadora! - replicó Sunny, maliciosa, consiguiendo que su interlocutora se ruborizase una vez más -. Tienes razón. Te confesaré un secreto - dijo la joven, bajando la voz y acercándose a su compañera con aire conspirador -: odio las agujas. Si tengo que ir a hacerme un análisis de sangre me desmayo, a no ser que me tumbe en la camilla y mire para otro lado. Si ni siquiera llevo pendientes por no agujerearme las orejas, ¿ves?
- Vamos a ver si lo entiendo: no te gustan las agujas.
- Para nada. Las odio.
- Pero no tienes ningún problema en coger el taladro para perforarle la piel a otra persona de la que le haces un tatuaje.
- Pues no.
- Sabes, tengo que ofrecerte mis más sinceras disculpas.
- ¿Disculpas? ¿Por?
- Porque al principio me pareciste una persona vacía y algo superficial, pero cuanto más te conozco, más me doy cuenta de que en realidad eres alguien muy, pero que muy interesante.
- Vaya, gracias. No sé si sentirme halagada o terriblemente ofendida.
- Lo primero. Créeme que, a mi torpe y antisocial manera, estoy intentando hacerte el mejor de los cumplidos.
- En ese caso, gracias de nuevo, vecina. En agradecimiento pienso invitarte a un copa después de cenar. O puede que dos, si la noche se anima.
- ¿Crees que será una buena idea? - repuso Miranda, preocupada, recordando como conducía Sunny cuando todavía estaba sobria.
- Siempre podemos coger un taxi. O volver caminando - le respondió la joven, guiñándole un ojo en gesto de complicidad.

(Continuará...)

Comentarios

enmanuell L ha dicho que…
Me gusta. La noche se ofrece interminable ¿será una copa o dos? Ya me dejas intrigada jaja
Alejandro Caveda ha dicho que…
Como puedes ver, ya tienes la continuación en el blog. Me alegro de que la historia sea de tu agrado, viniendo de ti es todo un cumplido. Un saludo cordial y nos seguimos leyendo.

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