Sunny /01



En su momento, la oferta de su prima parecía una buena idea. Miranda llevaba varias semanas encerrada en su pequeño apartamento de Madrid, dando vueltas alrededor del portátil como una leona enjaulada mientras esperaba - en vano - a que le llegase la inspiración. Sabía que Irene tenía un piso en una urbanización de la costa, a pocos kilómetros de Málaga, a donde se desplazaban ella y su familia todos los veranos para escapar del calor y el bullicio de la capital. Por eso, cuando le ofreció la posibilidad de irse allí a pasar unos días para relajarse e intentar salir de la situación de bloqueo en que se encontraba, Miranda aceptó sin dudarlo.
- Te va a encantar - le había dicho su prima -. Es la mar de tranquilo, tienes unas vistas preciosas y estás a un paso de la playa. Además, en esta época del año, casi no hay nadie, así que no tienes que preocuparte por el barullo.
Por desgracia, a Irene se le había olvidado especificar que "A un paso de la playa" quería decir en lo alto de una montaña, y que para llegar hasta allí era necesario caminar varios kilómetros cuesta arriba, como bien descubrió Miranda al bajar del autobús. La joven había renunciado a contratar un vehículo de alquiler pensando que apenas iba a necesitarlo, y le parecía absurdo coger un taxi para - pensó - recorrer unos pocos metros, por lo que decidió subir andando. Cuarenta y cinco minutos después, agotada y completamente empapada en sudor, se detenía frente a la entrada principal del edificio. Con gusto se hubiese tirado de cabeza a la piscina para refrescarse, pero antes tenía que recoger el juego de llaves que su prima le había dejado en casa de una vecina. "Una amiga de confianza", según Irene. Sin embargo, por más que Miranda insistió con el timbre, nadie daba señales de vida en casa de la supuesta vecina de confianza. Por suerte, cuando ya estaba a punto de darse por vencida, hubo un zumbido de estática y una voz atropellada respondió desde el otro lado del telefonillo.
- ¡Uy, lo siento mucho! Espera un momento, ahora mismo te abro.
Sin conocerla, Miranda se había imaginado a la vecina de su prima como una señora mayor, probablemente extranjera y jubilada. Nada que ver con la chica que le abrió la puerta en su lugar, y que más bien parecía la típica estudiante universitaria de los anuncios de Tommy Hilfiger. Era un poco más baja y menuda que ella, aunque no lo parecía gracias a sus largas y esbeltas piernas. Llevaba el pelo de un tono muy rubio, casi nórdico, recogido en un desordenado moño sobre la cabeza, lo que combinado con su indumentaria (chanclas, vaqueros cortos y una sudadera gris sin mangas) contribuía a darle un cierto aire informal y algo bohemio, impresión reforzada por su sonrisa y su exagerada forma de gesticular.
- ¡Hola! Tú debes de ser Miranda. Lo siento, tu prima me había avisado de que llegabas hoy, pero no te esperaba tan pronto. Estaba escuchando música mientras hacia un poco de limpieza general, por eso no te he oído - explicó, mientras señalaba los auriculares estilo Vintage que llevaba colgados al cuello -. ¿Has tenido buen viaje? Pero estarás cansada - añadió, sin esperar respuesta -, y yo aquí dándole a la lengua sin parar. Pasa y seguimos hablando de camino.
Uniendo la acción a la palabra la joven giró sobre sí misma y echó a caminar sin esperar a ver si la seguían. Miranda exhaló un suspiro de resignación al tiempo que recogía la maleta y apretaba el paso para no quedarse atrás.
- La basura la dejamos aquí. Por ahí se va a la piscina. Y ese es el ascensor del garaje, aunque si no tienes coche no creo que vayas a usarlo muy a menudo - enumeró la chica, sin dejar de mover las manos y señalar con ellas ni un instante mientras andaba - Al otro lado de la carretera hay un restaurante y un súper muy pequeño, están bien para salir del paso, pero para todo lo demás vas a tener que bajar al centro comercial. Esa de ahí es tu puerta, apartamento 12 C. Y esta de al lado es la mía - añadió, sonriente, mientras se sacaba un juego de llaves del bolsillo.
- Gracias - pudo decir por fin Miranda, dando por hecho que la visita guiada había terminado. Sin embargo, la joven, lejos de irse, esperó a que abriese la puerta para acompañarla al interior de la vivienda.
- Los plomos están ahí. Ese es el interruptor general. Y esto de aquí - indicó, señalando una pantalla con teclado situada junto a la entrada - es para ver quien llama y abrir la puerta exterior.
- Vale. Supongo que a partir de aquí ya me las puedo apañar yo sola, muchas gracias.
- ¡De nada! Te dejo para que te pongas cómoda. Si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde estoy.
- En la puerta de al lado - asintió Miranda, más para despedir a su entusiasta acompañante que porque realmente necesitase recordarlo. La chica se despidió con una última sonrisa pero, antes de abandonar el apartamento, se dio la vuelta y añadió:
- ¡Ah! Casi se me olvida. Me llamo Sunny - y desapareció, dejando a su interlocutora perpleja y preguntándose qué clase de nombre era ese.

(Continuará...)

© Alejandro Caveda (Todos los derechos reservados).
 Este relato ha sido registrado en Safe Creative de forma previa a su publicación.

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