Estrellas Muertas (Una historia del universo expandido de Star Wars) 04


(Para saber cómo hemos llegado hasta aquí, no dejen de leer las entradas previas. ¡De nada!).

- Los sistemas del Intruso estaban programados para regresar al espacio real al cabo de cuarenta y cinco minutos, y eso fue lo que ocurrió. Entiéndanme, la nave no dejó nunca de estar ahí, pero desde el punto de vista del observador... desapareció y regresamos al cabo de tres cuartos de hora. Habíamos perdido algunos tripulantes, y otros quedaron afectados de muy diversas maneras, pero en general el experimento fue un éxito, aunque me pregunto qué habría pasado si hubiésemos abierto fuego desde el otro lado. Quiero decir, nosotros podíamos recibir información del exterior, pero ellos no podían vernos ni captar la más mínima señal del Intruso. Fue como... como si hubiésemos abierto una rendija en la realidad, y nos hubiésemos colado por ella, pero dejándola abierta detrás de nosotros. Como si estuvieses espiando a alguien a través de un agujero en la pared. ¿Me entienden? - suspiró la comandante, con un gesto de desaliento -. Lamento no saber explicarme mejor. El teórico es el coronel Herzog. Yo sólo era el oficial médico de a bordo, y mi función era estudiar los efectos físicos del campo sobre la tripulación.
- Lo siento, pero no puedo creerme nada de lo que nos está contando - repuso Lex, de forma poco diplomática -. Si algo semejante hubiese pasado, sería imposible mantener el secreto. ¿Por qué no hay docenas de naves con ese sistema de camuflaje? Y en todo caso, ¿qué tiene que ver ese experimento con su presencia aquí, en medio de las regiones desconocidas?
- Todo está relacionado con todo, capitán Quinn - interrumpió la voz del capitán Sandor. El oficial imperial había entrado en el comedor de forma tan silenciosa que daba la impresión de haberse materializado de repente a sus espaldas, para sorpresa de Danni y sobresalto de Lex. Sandor se sentó junto a la comandante e ignoró la comida, sirviéndose en cambio una generosa copa de semiseco de Celanon.
- Veo que la comandante Faye les estaba poniendo al día sobre algunos aspectos de nuestra... experiencia.
- ¿Usted también ha sufrido alguna clase de efecto secundario? - inquirió Danni, sinceramente interesada. Sandor consideró la pregunta durante varios segundos antes de responder.
- En cierto modo, sí. Para algunas personas el tiempo pasó más rápido. En mi caso, fue más bien al revés. Tenía la sensación de contemplar el mundo... a cámara lenta. El aire era espeso. No sé cómo describirlo. Podía verlo todo y, a la vez, verme a mí mismo, como si estuviese en dos sitios distintos. Cinco minutos me parecían cinco años. En cierto modo, viví toda una vida sentado en esa silla hasta que regresamos al espacio normal.
- Pero sólo pasaron cuarenta y cinco minutos - le recordó Danni.
- A un nivel objetivo, sí. Al otro lado, cada persona percibe la entropía de forma diferente. ¿Qué edad calcula que tiene el coronel Herzog?
- No sabría decirle. ¿Cincuenta y cinco años? ¿Sesenta?
Sandor sonrió, divertido.
- Antes del experimento, Herzog sólo tenía un año más que yo. Pero de alguna forma, mientras estuvimos fuera, su organismo se consumió mucho más rápido que el mío. Al igual que otros tripulantes, que quedaron reducidos a cadáveres resecos y momificados. El No-Espacio no es un lugar acogedor con los seres humanos, doctora Quee. Pagamos un precio muy algo por ir allí donde nadie ha ido jamás.
Danni tenía un millón más de preguntas que le hubiera gustado hacer, pero un zumbido interrumpió la conversación. Sandor echó mano a su intercomunicador y, tras una rápida consulta, se excusó.
- Me temo que nos reclaman en el puente. Le pediré al teniente Ostrander que les acompañe de vuelta a su nave. Gracias por su compañía. Espero que hayan disfrutado de la cena - añadió el capitán del Intruso, a la vez que les guiñaba un ojo en señal de complicidad. De hecho, Danni apenas había probado la comida, y lo poco que había ingerido parecía haber desaparecido camino del estómago, dejándola tan hambrienta como al principio.
- Ha sido... interesante. Muchas gracias - respondió la joven, haciendo caso omiso de los gestos de protesta de su compañero. Sin embargo, una vez estuvieron en el deslizador, junto a su cataléptico escolta, Lex no pudo seguir conteniéndose.
- ¿No te habrás creído una sola palabra de esa historia, verdad?
- No lo sé. Por un lado, parece increíble, pero por otro, ¿por qué iban a engañarnos? ¿Para qué tomarse tantas molestias con nosotros? Además, ¿tú los has visto bien? Es como si todos ellos estuviesen drogados, o como... si no estuviesen aquí del todo. Como si tuvieran que esforzarse para poder vernos y hablar con nosotros.
- Venga ya. Seguro que la nave ni siquiera es suya. Tal vez la encontraron abandonada y se apropiaron de ella. Al capitán Sandor ni siquiera le queda bien el uniforme - replicó Lex, poniendo especial énfasis en la palabra «capitán».
- Bueno, a ti tampoco te quedaría bien si hubieses estado a dieta forzosa durante varios años subjetivos. Pero eso no es lo único extraño. ¿Recuerdas lo que dijo la comandante Faye? Acerca de que el Emperador no había asistido a la prueba, pero que Darth Vader había ido en su lugar.
- Sí. ¿Y qué?
- Lex, el Emperador murió hace veintidós años, en la batalla de Endor. La comandante no parece mucho mayor que yo, y por aquel entonces, yo apenas tenía diez años. O fue una niña prodigio de la medicina, o se conserva mucho mejor de lo que aparenta.
- No es para tanto. Tú eres mucho más atractiva que ella.
- ¿Sí? Pues ya quisiera que el uniforme me quedase igual de bien.
- ¿Le quedaba bien? Ni siquiera me he fijado.
- Mentiroso. No le has quitado la vista de encima en toda la noche. Y ella también se ha dado cuenta.
- Sin embargo, ella sólo tenía ojos para ti. Tal vez le vayan más las astrofísicas rubias, en vez de los curtidos veteranos del espacio.
- Ahora te estás haciendo el mártir. Sabes que estás genial para tu edad.
- Ese es el problema - refunfuñó Quinn -. Empiezo a odiar esa maldita coletilla.

Tercera parte: La encrucijada.

Tal y como había insinuado la comandante Faye, el tiempo parecía fluir de forma distinta a bordo del Intruso. De hecho, de no ser por los ordenadores de la Moebius, Danni hubiese podido llegar a perder la cuenta de los días que habían pasado desde su encuentro con el destructor estelar clase Interdictor. Cada uno de sus compañeros afrontaba la espera a su manera: Nawara y Mazo revisando y volviendo a revisar todos los sistemas electrónicos de la corbeta; Lex y Finn discutiendo teorías imposibles acerca del tiempo y el espacio; Karrt parecía sumido en un hosco mutismo y KX9, simplemente, se desconectaba a voluntad cuando creía que sus servicios no eran necesarios.
Danni, por su parte, solía sentarse en la cabina de navegación, escribiendo y leyendo en su datapad, mientras estudiaba la rutina de los tripulantes del Intruso. No habían vuelto a tener noticias del capitán y de la comandante desde el día de la cena, aunque una vez creyó ver al coronel Herzog entre las sombras, observándola con el mismo interés que ella a él. A ratos, caía en una extraña duermevela en la que soñaba con otra Danni que tenía otro trabajo y otros compañeros, los cuales caían asesinados uno a uno por las criaturas de sus pesadillas. Soñaba con una galaxia en guerra, mundos muertos y razas exterminadas en nombre de una misteriosa Jihad antitecnológica que destruía todo lo que no podía comprender. Aquella Danni era ligeramente distinta, más fuerte y determinada que ella, aunque al despertar era incapaz de recordar como acababa su sueño.
Justo cuando empezaban a acostumbrarse a la monotonía de su encierro notaron el tirón gravitatorio característico al regresar al espacio normal y, hasta cierto punto, el Intruso dio la impresión de cobrar vida a su alrededor. Como si hasta entonces hubiese estado en stand-by, y ahora se estuviese preparando para el combate. Mientras observaba la actividad a su alrededor, Danni recibió una transmisión de la comandante Faye. La imperial había recuperado su uniforme habitual de faena y su cabello había crecido desde la última vez, aunque todavía lo llevaba más corto que el propio Lex. Era curioso, pensó, que las únicas personas que había visto con melena a bordo del intruso fueran, precisamente, los oficiales varones. ¿Tendría aquello algún significado que ella desconocía? Pero antes de que pudiera seguir elucubrando al respecto, su interlocutora empezó a hablar.
- Doctora Quinn, que suerte. Usted es la persona con la que quería hablar. Al capitán Sandor y a mi nos gustaría que se reuniese con nosotros en el puente. Queremos que vea algo que puede ser de su interés, pero le agradeceríamos que viniese sola. Esta vez no es necesario que se traiga a su capitán - añadió Iria Faye, en un tono que daba a entender que sabía que entre Danni y Lex había algún tipo de relación más estrecha que la habitual entre un piloto y su pasajera. ¿Tal vez la misma que había entre ella y el capitán Sandor? Danni había notado cierta complicidad entre ambos oficiales, pero tal vez fuese fruto de la camaradería y del servicio conjunto. La comandante confundió su silencio con inquietud, y se apresuró a añadir:
- No sé preocupe. A bordo del Intruso está completamente segura. De hecho, en cierto modo, usted es la persona más importante de esta nave.
- ¿Por qué? ¿Qué papel desempeño yo en toda esta historia?
- La forma más fácil de responder a sus preguntas es en persona. La esperamos, doctora. No se retrase.
- Como no - musitó Danni, más para sí que para su interlocutora, la cual ya había cerrado la comunicación. Sabía que debería de informar a Lex antes de abandonar la Moebius, pero también era consciente de que en ese caso el corelliano no la dejaría ir sin él, y las instrucciones de la comandante habían sido muy claras. Además, en el fondo, estaba intrigada. Necesitaba saber. Y si para ello tenía que jugar según las reglas de sus anfitriones, jugaría... al menos por el momento.

(Continuará....)

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