Estrellas Muertas (Una historia del universo expandido de Star Wars) 05


(Para saber cómo hemos llegado hasta aquí, no dejen de leer las entradas anteriores. ¡De nada!):

El ya familiar teniente Ostrander la esperaba a pie de nave. Ese día el teniente parecía un poco más activo que de costumbre. O se había contagiado de la energía de la nave, o había recibido instrucciones de no perderla de vista. En cualquier caso, Danni encontró su charla agradable, aunque algo confusa. A veces cambiaba de tema, sólo para contestar después a algo que Danni le había preguntado minutos atrás. La astrofísica exhaló un suspiro de alivio cuando llegaron al puente y divisó los rasgos familiares de la comandante, del capitán Sandor e incluso del coronel Herzog, de pie junto al sillón de mando, entre otros tripulantes que no había visto hasta entonces. Las pantallas mostraban una vista ampliada del espacio exterior, centrándose en lo que daba la impresión de ser un campo de asteroides girando alrededor de alguna especie de enana blanca casi agotada, pero que aún irradiaba energía suficiente como para iluminar aquel recóndito sector de las regiones desconocidas.
- ¿Dónde estamos? - inquirió Danni, con genuina curiosidad.
- Hace mucho tiempo, esta masa de asteroides formaba un planeta. La mayor parte de su masa se perdió en la explosión que lo destruyó, pero aún quedan fragmentos dispersos siguiendo una órbita errática alrededor de la nebulosa generada por esa estrella moribunda. Estamos buscando uno de esos fragmentos en concreto - explicó el capitán, sin mirarla, desde su puesto de mando.
- No ha contestado a mi pregunta. ¿Qué planeta era este? ¿Estaba habitado? ¿Y qué tiene ese fragmento de especial, después de tanto tiempo?
- Pero si ya le hemos contado mucho, doctora - replicó Sandor, con el mismo tono que emplearía para explicarle algo a un niño pequeño -. El problema es que no termina de entenderlo. Tiene ojos, pero no ve. Tiene oídos, pero no escucha. Tiene cerebro, pero es incapaz de llevar un razonamiento hasta su conclusión más lógica.
Danni observó al capitán, y al resto de presentes en el puente, estudiándoles como si les viese por primera vez. Analizando la palidez de sus facciones, el brillo intenso de su mirada, y la curiosa forma que tenían de moverse, un poco a cámara lenta, como si necesitaran refrenarse para no salir corriendo en cualquier momento.
- Todo esto tiene algo que ver con el tiempo, ¿no es así?
- Todo tiene que ver con el tiempo - asintió la comandante.
- Pero eso no explica dónde estamos, o para qué nos necesitan.
- No se preocupe, doctora. En breve tendrá la respuesta a todas sus preguntas - añadió Iria Faye.
- Al menos, díganme qué hacemos aquí - insistió la astrofísica.
- Ya se lo hemos dicho. Buscamos un asteroide en concreto.
- ¿Para qué? ¿Vamos a jugar al billar espacial con él, o qué?
La comandante no pudo evitar reírse a carcajadas.
- Ay, Danni, Danni. A cada rato que pasa, me caes mejor. Como científica, y experta en biotecnología, ¿has oído hablar de los Celestiales?
Por toda respuesta la joven frunció el ceño, en señal de confusión.
- ¿Los Celestiales? No, no puedo decir que me suenen.
- Son increíblemente viejos. Anteriores a Xim el Déspota, a los killiks, e incluso al Imperio elevado de los Rakata. Sus orígenes se pierden entre mitos y leyendas. Fueron científicos, exploradores e ingenieros. Hay quien dice que ellos fueron los responsables de la creación de las Fauces, de la estación Centerpoint, e incluso de la peculiar disposición del sistema corelliano. ¿Lo entiendes? Podían trasladar planetas, e incluso estrellas, como quien mueve una piedra de un lugar a otro.
- Eso sólo son rumores. Superchería. Mitología prerrepublicana. Como las historias sobre los orígenes de la Fuerza.
- Pero todas las leyendas tienen algo de verdad, ¿no? Los Jedi son reales. Los Sith son reales. La Fuerza es real. Nosotros somos reales. En cualquier caso, pronto saldremos de dudas.
- ¿Cuándo?
- Cuando encontremos el asteroide X - repuso la comandante.
- Vale, picaré. ¿Qué es el asteroide X?
- Varias teorías sugieren que los Celestiales se refugiaron en las regiones desconocidas huyendo de alguna amenaza demasiado aterradora incluso para ellos. ¿Te lo imaginas? ¿Qué puede hacer falta para asustar a una raza capaz de rediseñar sistemas solares enteros? Tal vez la misma clase de amenaza que hizo esconderse a los Sharu. En cualquier caso, no pudieron escapar a su destino. Esto que ves es parte de lo que queda de los antaño todopoderosos Celestiales. Lo de asteroide X es una broma porque, ya sabes, en los mapas la X siempre señala el lugar donde está escondido el tesoro - le explicó la oficial, riéndose de alguna clase de chiste que sólo ella y el resto de los imperiales parecían capaces de apreciar. Justo entonces, una señal se activó en algún lugar del puente y uno de los tripulantes intervino para informar:
- Señor, hemos localizado el objetivo. Estamos ajustando la distancia en pantalla.
Las pantallas del Intruso se habían centrado en un asteroide de tamaño superior a todos los que le rodeaban. De hecho, era lo bastante grande como para mostrar un atisbo de montañas irregulares y escarpadas y, a su pie, algo que Danni identificó como restos de antiguas edificaciones en diferente estado de conservación.
- Obsérvalo, Danni. Eso es el pasado y, sin embargo, ahí dentro nos aguarda nuestro futuro. ¿Querías respuestas? Acompáñame en este viaje. Te prometo que será una aventura que nunca olvidarás. Y quién sabe, tal vez encuentres una explicación para cada misterio, aunque puede que algunas no te gusten, o no sean lo que realmente esperabas.
- ¿Vais a descender ahí?
- Todos no. El Intruso no puede acercarse más sin verse afectado por las alteraciones gravitacionales de la estrella, así que haremos el resto del viaje en una lanzadera clase Lambda especialmente acondicionada. Iremos tú y yo, además del coronel Herzog, varios técnicos y media docena de soldados de escolta.
- Todavía no he dicho que vaya a acompañaros a ninguna parte - repuso la astrofísica.
- No mientas, Danni. Como tú misma dijiste antes, lo estás deseando. Pero si eso te hace sentirte más cómoda, tráete a tu capitán. Eso sí, sólo a él. Me temo que no nos queda espacio para más invitados.
- ¿Estás de broma? Lex no querrá ir. De hecho, no me dejará ir a mí tampoco.
- En ese caso, tendrás que convencerle. Tranquila, estoy segura de que se te ocurrirá algo. Después de todo, somos mujeres, y ellos son tan... predecibles. Salimos en tres cuartos de hora. No te retrases, Danni, o tendré que ordenar que te traigan a rastras, si es necesario.

Cuarta parte: La X señala el lugar.

Danni tenía razón: Lex no se mostró para nada entusiasmado con la idea. De hecho, mostró su más expreso rechazo a que ninguno de los dos abandonase la relativa seguridad de la Moebius, más aún para embarcarse en una misión peligrosa y potencialmente suicida. Sin embargo, la astrofísica quería ir. Como había insinuado la comandante Faye, tenía hambre y sed de respuestas. En cierto modo, aquello era lo que llevaba esperando toda su vida: una oportunidad de estudiar una cultura alienígena extinta y casi desconocida. Al final, Lex se resignó a ir con la condición de salir corriendo si las cosas se ponían difíciles, aunque los dos sabían que eso no sería posible.
Una vez fuera se encontraron con que los imperiales ya estaban preparados y aguardándoles. A excepción de los soldados de asalto, que vestían una versión de vacío de su armadura habitual, el resto del equipo llevaba unos trajes especiales de color negro, con una mochila a la espalda y un casco poco más grande que la cabeza, equipados con cámaras, linternas y toda clase de aparatos electrónicos, además del logo del DCA en la frente. Pudo ver a Herzog dando las últimas instrucciones, mientras que un poco más allá el capitán Sandor y la comandante Faye parecían compartir un momento muy íntimo. Al menos, no había nada oficial en la forma en que él la abrazaba para despedirse, y le susurraba unas últimas palabras al oído. ¿Una despedida? ¿Una advertencia? ¿Un «Te quiero» robado al tiempo? Danni sólo podía suponerlo. La comandante sonrió al sorprender su mirada, como si el hecho de compartir un romance furtivo las hermanase de alguna manera.
- ¿Lo ves? Te dije que podrías convencerle.
- ¿El capitán Sandor no nos acompaña?
- No. Su sitio está en el puente de mando. Pero en cierto modo, estará a nuestro lado durante todo el trayecto. ¿Nerviosa? Te aseguro que esta será una experiencia que jamás olvidarás - afirmó la imperial, haciendo gala de ese doble sentido habitual en sus palabras que antes tanto irritaba a Danni, pero que la joven estaba empezando a aceptar como algo inevitable.

(Continuará....)

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