Estrellas Muertas (Una historia del universo expandido de Star Wars) 03


(Para saber cómo hemos llegado hasta aquí, no dejen de leer las entregas previas. ¡De nada!).

Ya en la Moebius, Quinn informó sobre la reunión al resto de tripulantes, además de recordarles la advertencia de despedida de la comandante.
- Al parecer, somos una especie de invitados forzosos a bordo del Intruso - resumió, para mayor preocupación de todos los presentes.
- Finn, tu fuiste imperial - recordó Nawara -. ¿Alguna vez oíste hablar de una división de ciencias avanzadas?
- No, aunque eso no quiere decir nada. El BSI tenía infinidad de oficinas secretas, que trabajaban de forma independiente e incluso se ocultaban información entre sí. Sin embargo, una división experimental secreta con su propio destructor Interdictor... Eso es extraño, incluso para los estándares imperiales.
- ¡Todo en esta nave es extraño! - exclamó Danni, de forma impulsiva -. Su aspecto. Su tripulación. Incluso la atmósfera. Hay un olor extraño en el ambiente. Como a una mezcla de ozono y desinfectante. ¿No lo notáis?
- Es el olor de la muerte - terció Karrt -. Esta nave está muerta, la tripulan los muertos y su destino final es la muerte. Tenemos que salir de aquí cuanto antes, capitán. Sea como sea.
- No digas tonterías. Estás asustando a la doctora Quee. Nuestros anfitriones pueden ser un poco... excéntricos, pero nada que no hayamos visto antes - le reconvino el capitán, aunque con menos convicción de la que le hubiese gustado. Karrt no dijo nada, pero tampoco parecía muy convencido, observó Danni, y algo de su estado de ánimo se había contagiado al resto de la tripulación, que observaba la amplia bodega de carga del Intruso con renovada desconfianza, como si en cualquier momento fuese a salir un rancor (o algo peor) de entre las sombras. Fue una noche larga y ninguno descansó bien del todo, ni siquiera Danni, cuyos sueños se vieron poblados por pesadillas en la que era perseguida por unos extraños guerreros de aspecto salvaje, con el rostro tatuado y lleno de escarificaciones. Pero siempre que estaban a punto de alcanzarla se despertaba, para encontrarse de nuevo en su litera de la Moebius, aterida y semicubierta por su chaqueta de vuelo.

Segunda parte: Intruso.

Nawara encontró a Danni tumbada en el suelo de su angosta cabina, con la chaqueta enrollada debajo de la cabeza a modo de almohada.
- ¿Qué haces? - preguntó, extrañada.
- Ssshhh. Escucha.
- No oigo nada.
- Precisamente - respondió la astrofísica, semiincorporándose -. Incluso en el espacio profundo, deberíamos de escuchar algo. El sonido de los motores. La ventilación automática. La tensión del metal. Voces. Cualquier cosa. Y sin embargo... es como si el Intruso tuviese alguna clase de campo anulador del sonido.
- Yo te oigo perfectamente - repuso la Twi’leka.
- No me refiero a eso. Me refiero a sonidos de fondo. Esos que suelen estar ahí, pero tan débiles que casi no reparas en ellos - intentó explicar Danni, pero la mirada de confusión en los ojos de Nawara le hizo desistir -. ¿Para qué me buscabas?
- Han venido a recogeros.
Danni tardó varios segundos en poner en orden sus ideas. ¿Ya era la hora de comer? La oscuridad y la falta de sueño estaban alterando su reloj interno. Se alegró de saber que el capitán ya estaba preparado para acompañarla. Una parte dentro de ella, tal vez su cerebro más primitivo y animal, se rebelaba ante la idea de abandonar la seguridad de la Moebius y tener que regresar al laberinto frío y desconcertante que era el Intruso. Sin embargo, no había alternativa, así que se ajustó la chaqueta mientras seguía a Nawara hasta donde la esperaban Lex y su enlace imperial, un oficial distinto del que les había recibido el día anterior, más joven y un poco más cordial, aunque con la misma mirada perdida y algo nerviosa que mostraban el capitán Sandor y el coronel Herzog.
El oficial - que se presentó como el teniente Ostrander - les invitó a subir a un deslizador cercano, tras lo cual se encerró en un mutismo tan brusco que casi parecía como si su mente se hubiese ido de viaje dejando su cuerpo vacío detrás. Danni lo observó con curiosidad. El hombre apenas reaccionó durante todo el trayecto, ni siquiera para parpadear, y la joven tuvo la sospecha de que, si le acercaba un cristal a la nariz, no encontraría la menor huella de vaho. Sin embargo, en cuanto el deslizador comenzó a reducir la marcha, el teniente salió de su letargo para precederles hasta lo que debía ser el comedor de oficiales de la nave. Al menos, había mesas suficientes como para un centenar de comensales, además de un par de máquinas expendedoras de alimentos procesados. Una de las mesas estaba un poco más iluminada y aparecía preparada para cuatro personas. Aparte de eso, la sala era tan fría y aséptica como todas las que habían visto hasta entonces. Danni se preguntó si Lex y ella iban a comer solos, pero justo entonces hizo su aparición la comandante Faye. La imperial se había cambiado de ropa y vestía ahora un uniforme de gala, también de color negro y con el emblema del DCA en rojo, que le daba un aire más serio y oficial, aunque seguía llevando la cabeza descubierta, en lo que parecía ser un extraño gesto de rebeldía hacia el protocolo militar.
- Doctora. Capitán - saludó, de forma cortés -. Les agradezco que hayan venido. El capitán Sandor se unirá a nosotros un poco más tarde. La responsabilidad del mando, usted lo entenderá perfectamente, señor Quinn. Pero me ha ordenado que empecemos sin él. ¿Qué quieren beber? Nuestra oferta es limitada, pero podemos improvisar algo de cerveza pirata y puede que tengamos por ahí alguna botella de semiseco de Celanon.
- Creo que beberemos agua, gracias - respondió Lex, por los dos, y Danni asintió con la cabeza.
- Como deseen. ¿Les importa si nos sentamos? Llevo todo el día de pie. ¿O ha sido toda la noche? Aquí fuera el tiempo es un concepto confuso. ¿No le parece, doctora Quee?
- Danni, por favor. La doctora Quee era mi madre. Y sí, es curioso, pero hace poco yo estaba pensando exactamente lo mismo.
- La fatiga del espacio. Crees que con el tiempo te acostumbras, pero puede reaparecer cuando menos te la esperas. Y en este sector de las regiones inexploradas es muy fácil desorientarse, incluso con todos los sistemas de a bordo en orden. Llega un momento en el que todo parece... extraño. Irreal. Como si estuviéramos atrapados en un recuerdo borroso. ¿Alguna vez le ha pasado?
- No puedo decir que no - reconoció Danni, bebiendo un largo trago de agua para evitar tener que dar más explicaciones. Dos suboficiales aparecieron de repente con sendas bandejas, depositando varios platos de apariencia exótica y aspecto poco atractivo. La comandante cogió un bol relleno de lo que parecía ser una madeja de gusanos muy largos y delgados y, tras enrollarlos hábilmente con la ayuda de un par de palillos, se los introdujo en la boca de un mordisco, succionando los extremos palpitantes como si fueran hilos de pasta.
- Deliciosos. ¿No quieres probarlos, Danni?
- Creo que probaré suerte con la verdura - respondió la astrofísica, sólo para arrepentirse al cabo de varios segundos. La ensalada parecía más comestible, pero tenía la textura del cartón y se deshacía en la boca en pequeños grumos que se le pegaban a los dientes y al paladar. Echó otro largo sorbo de agua para terminar de tragar el bocado y finalmente se decidió por piezas más pequeñas y fáciles de masticar.
- Bueno, ¿qué les ha parecido el Intruso? Me imagino que tendrán muchas preguntas sobre la nave y nuestra misión, ¿no? - insinuó la comandante, acompañando sus palabras con una sonrisa que parecía decir: «Adelante. Estoy deseando contártelo todo».
- Es... distinta a todas las naves imperiales que he conocido. Claro que tampoco es que haya visto muchas de cerca - reconoció Danni.
- ¿Y usted, capitán? Noto cierto aire de mando poco habitual en una nave civil. ¿Ha servido en la flota?
- En las Fuerzas de Defensa de Corellia. Pero de eso hace ya mucho tiempo - respondió Lex, cogido por sorpresa y evitando entrar en detalles.
- Entonces, tiene algo de formación militar. ¿Qué opina de los sistemas de camuflaje para naves estelares?
- Nunca he conocido ninguno que fuese realmente eficaz.
- ¿Por qué no?
- Básicamente, la mayoría consisten en una capa de polímeros miméticos que envuelven el casco de la nave y reflejan lo que hay a su alrededor. Pero, en última instancia, la nave sigue estando ahí, y cualquier técnico competente con un buen equipo de rastreo podría localizarla.
- ¡Exactamente! - aprobó la comandante -. Huellas térmicas, fugas de energía, cualquier sonido imprevisto, bastan para deshacer la ilusión. Porque, como usted bien dice, la nave sigue estando ahí, pero ¿y si no estuviera?
- Me temo que no le sigo.
La comandante se inclinó hacia delante, con aire confidencial, aunque en realidad no había nadie más aparte de ellos dos que pudiesen escucharla.
- Lo llamamos el proyecto Sombra. La idea original es del coronel Herzog, que se inspiró en antigua tecnología Sith para desarrollar un nuevo sistema de enmascaramiento diferente a todos los anteriores, y que sólo puede funcionar en un destructor clase Interdictor. Básicamente, el proceso consiste en invertir el funcionamiento de los proyectores de pozos gravitatorios para crear un campo electromagnético alrededor de la nave que, en teoría, dejaría a esta fuera del tiempo y del espacio. Desde el interior de la nave todo parecería normal, pero para un observador externo la nave, simplemente, ya no estaría ahí. No podrían detectarla porque estaría... en un plano paralelo de la existencia. Con vistas al nuestro, pero no sujeta a las mismas leyes físicas.
- ¡Eso es imposible! - exclamó Lex, antes de que Danni pudiese decir nada.
- No. Es real. Lo conseguimos - afirmó la comandante Faye, exhibiendo su habitual sonrisa de arrogancia -. Aunque también hubo efectos secundarios inesperados.
Esta vez fue el turno de intervenir de Danni, aunque se mostró tan escéptica como su compañero:
- ¿Lo consiguieron? ¿En serio?
- Si. El experimento se llevó a cabo en unos astilleros militares cerca de Fondor, aunque buena parte de la tecnología se desarrolló en otra instalación militar secreta de las Fauces. Cuando llegó el gran día esperábamos al mismo Emperador, pero este envió en su lugar a Darth Vader y a una amplia representación de la Armada, la Marina y la Inteligencia Militar. Al principio, todo fue bien. Alimentamos los proyectores hasta que el campo se estabilizó y entonces... No sé cómo explicarlo. Por un momento, la nave y todos nosotros nos volvimos... transparentes. El efecto sólo duró varios segundos, pero cuando acabó todo brillaba con alguna clase de energía lumínica: los objetos, la tripulación, y hasta el propio destructor. Desde el interior podíamos ver las instalaciones del astillero, y la reacción de los allí presentes cuando el Intruso desapareció. Porque de alguna manera, estábamos y a la vez no estábamos ahí. No sólo es que fuéramos invisibles. Una lanzadera clase Lambda nos atravesó y no sentimos nada, aunque la tripulación de la lanzadera reconoció haber experimentado algunas molestias pasajeras: visión borrosa, sensación de irrealidad, distorsión temporal, y oscilaciones de temperatura.
- Pero entonces, el experimento fue un éxito - dijo Danni, aunque su tono era más de duda que de afirmación.
- Sí y no. Como ya le dije, hubo efectos secundarios imprevistos. El protocolo establecía que permaneciésemos ocultos al menos durante cuarenta y cinco minutos. Los primeros veinte transcurrieron sin más problemas, pero después empezaron a ocurrir... anomalías. Las distancias, las dimensiones, todo parecía diferente. La luz era tan intensa que nos cegaba. A partir de cierto punto, la materia empezó a perder cohesión. Podía ver como mis moléculas flotaban a mi alrededor. Algunos tripulantes desaparecieron por completo. Otros, tuvieron peor suerte y acabaron fusionados con la nave. Hubo gente que experimentó diversos grados de sinestesia. Yo, por ejemplo, sufro desde entonces de acromatopsia. Sólo puedo ver el mundo en blanco y negro - añadió la oficial, señalándose los ojos para reforzar el efecto de sus palabras. Hubo una pausa, mientras Danni y Lex asimilaban sus palabras, que sólo sirvió para que los dos fuesen conscientes de nuevo de la calma antinatural que reinaba a su alrededor. Las luces parpadearon y, por un momento, las sombras parecieron abalanzarse sobre ellos, pero los sistemas se estabilizaron y el comedor recuperó su aspecto desierto y algo siniestro.
- ¿Y qué pasó al final? - inquirió, por fin, Danni.

(Continuará....)

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