A vueltas con el Tiempo (y sus paradojas)
Desde que H. G. Wells lanzó en 1895 a su viajero temporal miles de años hacia el futuro de la humanidad, el viaje en el tiempo (y sus consecuencias) han sido uno de los argumentos recurrentes en la historia del género, gracias al buen hacer de escritores como Isaac Asimov, Robert A. Heinlein, Murray Leinster o Ward Moore, sólo por citar unos pocos ejemplos. Dado que vivimos en el presente, el viaje en el tiempo sólo se puede interpretar en términos de desplazarse hacia el pasado o hacia el futuro, y ahí es donde comienzan las divergencias entre diferentes teorías. Algunos escritores postulan que no es posible viajar al futuro puesto que, sensu estricto, este no existe todavía, lo que limitaría dicho viaje al pasado, que si ha ocurrido y del que tenemos constancia. Sin embargo, visitar el pasado conlleva a su vez ciertos riesgos (las tan traídas y llevadas paradojas temporales, del estilo de: si regreso al pasado y mato a mi abuelo, ¿existiré en el futuro? Y si no existo ¿cómo puedo viajar al pasado para matar a mi abuelo?).
Aquí, nuevamente, los autores no se ponen de acuerdo y ofrecen diversas teorías al respecto:
Aquí, nuevamente, los autores no se ponen de acuerdo y ofrecen diversas teorías al respecto:
A. El pasado es inmutable. Todos los esfuerzos del viajero temporal por cambiarlo están abocados al fracaso.
B. Los actos del viajero crearían una línea temporal alternativa diferente de la original, posibilidad que abre las puertas al concepto de los universos alternativos o ucronías, donde la historia ha seguido un rumbo diferente al conocido por un cambio en la corriente temporal. Por ejemplo: ¿qué pasaría si los griegos hubiesen perdido la batalla de Maratón?
C. El pasado es frágil, y debe ser preservado a toda costa. El menor cambio (como pisar una mariposa miles de años atrás) puede derivar en un futuro completamente distinto, por lo que más de un escritor ha especulado con la necesidad de crear una "Policía del tiempo" que evite esos cambios o, llegado el caso, neutralice sus efectos, como la Patrulla del Tiempo de Paul Anderson o los esforzados agentes del Ministerio del Tiempo creado por Pablo y Javier Olivares.
Por supuesto, todo esto no dejan de ser especulaciones. Tal vez, antes de lanzarnos a viajar por el tiempo, deberíamos empezar por preguntarnos que es exactamente el tiempo. Parece fácil, pero no. Según muchos científicos, el tiempo nació con el universo, pero nosotros no estábamos ahí. Llegamos mucho más tarde, y tuvimos que aprender lo que era el tiempo (y lo más importante: como medirlo) por las malas. Nuestros antepasados remotos, que aun no llevaban un reloj de última generación en la muñeca, puede que no entendieran conceptos como el de un segundo, un minuto o un siglo; pero sabían que las cosas (y ellos mismos) cambiaban. Cambiaban de aspecto, maduraban y envejecían hasta que un día ya no se despertaban. La vida es cambio, y medimos ese cambio en unidades de tiempo. Hoy día hemos afinado la medida hasta tener un calendario casi exacto, basado en los movimientos de la tierra (un día, 24 horas; un año, 365 días, excepto en los bisiestos, que son 366). Según el mismo, hoy estamos a lunes 7 de agosto del año 2017, lo cual no quiere decir gran cosa, porque como especie somos mucho más viejos, al igual que nuestro planeta (y del universo, mejor ya ni hablamos) y a mayor abundamiento, hay un consenso general en que los padres de la Iglesia erraron a la hora de situar el nacimiento de Cristo, y es bastante probable que ni siquiera estemos en el año 2017 de nuestra era (por no hablar de los pueblos o culturas que utilizan un sistema de datación diferente, como el calendario musulmán o el chino). Así pues, el tiempo es real, con independencia de como lo midamos. No podemos verlo ni tocarlo, pero si podemos ver y tocar sus efectos, ya sea en nosotros mismo o a nuestro alrededor.
Ah, pero sin embargo, vivimos en un eterno presente. Un aquí y ahora que se va deslizando hacia el futuro a una velocidad constante e inexorable, a medida que se va convirtiendo en pasado. Podemos imaginar el futuro, pero no conocerlo con certeza; podemos recordar el pasado, pero no podemos volver atrás en el tiempo y deshacer lo hecho, al menos en su momento; otra cosa es que intentemos deshacerlo en el presente, después de que haya ocurrido, si todavía es posible. Este ahora, este momento tan fugaz que según estamos hablando va quedando atrás, es lo único que realmente nos pertenece. Piénsalo, amable lector: entre el momento en que has empezado a leer este artículo, hasta que has llegado a esta línea en concreto, ha transcurrido tiempo, y este instante no es el mismo instante que hace cinco minutos, por poner un cifra. Lo que ha pasado en estos cinco minutos, para bien o para mal, ya es historia.
Aceptando que por el momento no es posible viajar al futuro, ¿se podría predecir este? Sí y no. Para que tal cosa sea posible, el futuro tendría que existir, como realidad objetiva. Aquí de nuevo nos encontraríamos en una encrucijada. Mientras que un científico se mostraría escéptico al respecto, un creyente se sentiría más inclinado a aceptar dicha posibilidad, porque se supone que la divinidad es omnisciente; pero un Dios que no pudiese ver el futuro no sería Todopoderoso y entonces, por definición, no sería Dios. Así pues, si el futuro existe, no cabe descartar que algunas personas (oráculos, adivinos, profetas, etc.) puedan echarle un vistazo y predecir acontecimientos. Sin embargo, seguir por este camino nos alejaría del tema, llevándonos en cambio a la eterna discusión Determinismo vs Libre albedrío, por lo que nos parece mejor dejarlo aquí y que cada cual reflexione (o no) al respecto por su cuenta.
Obviamente, tampoco faltan aproximaciones más científicas al tema, como la novela Flashforward del norteamericano Robert J. Sawyer; o, sobre todo, la Psicohistoria de Hari Seldon, que (en teoría) permite predecir hasta cierto punto la evolución de una sociedad extrapolando diversos aspectos del presente, tal y como a día de hoy hacen la moderna Sociología o la Estadística, lo que demuestra que Asimov, como tantos otros pioneros del género, especulaba, pero no iba muy desencaminado.
A título personal, un servidor es de los que opinan que no; que el futuro no existe aun o, que en el mejor de los casos, su conocimiento nos está vedado, salvo a muy corto plazo, porque en cierto modo (tal y como sugería Asimov) el presente preconfigura el mañana. Todo lo que estamos haciendo ahora tendrá unas consecuencias a corto, medio y largo plazo en el futuro, que se irán convirtiendo en pasado a medida que las vayamos dejando atrás. Hubo un momento en la mente de George Orwell en que el año 1984 sería una distopia terrible. Hoy día sabemos que no fue así, pero en 1948, cuando Orwell escribió su libro, todas las opciones estaban abiertas. Tampoco sabemos exactamente cómo será el 2025. Podemos extrapolar e incluso acertar con algunas tendencias y estimaciones, pero el caso es que ahora mismo no lo sabemos. En cambio, cuando estemos en el 2026 (si llegamos) lo acontecido el año anterior no será ningún misterio, sino tan sólo agua pasada.
Curiosamente, pese a nuestros esfuerzos por medir el paso del tiempo con total exactitud, este no deja de ser un concepto fluido. Sabemos que el tiempo subjetivo de algunos animales es diferente del nuestro. Especulamos con que en las cercanías de un agujero negro el tiempo y hasta el mismo espacio se deforman y modifican. Y en nuestro cerebro, el tiempo transcurre de manera diferente si lo estamos pasando bien que si lo estamos pasando mal (que le pregunten a cualquier estudiante de Secundaria). Ahora bien, en palabras de Javier Olivares, el tiempo es el que es, y por mucha prisa que tengamos, no podemos hacer que transcurra más rápido; sólo hacer de tripas corazón e intentar disfrutar del viaje en la medida de lo posible mientras dure. Lo demás, como diría Poe, no es más que un sueño dentro de otro sueño.
Tempus fugit.
Lecturas recomendadas (si eres aficionado al género, es probable que ya las hayas leído todas, y si no es así, deberías empezar a hacerlo):
- Anderson, Paul. La patrulla del tiempo (1991).
- Asimov, Isaac. El fin de la eternidad (1955).
- Crichton, Michael. Línea temporal (1999).
- Dick, Philip K. El hombre en el castillo (1962).
- Ellison, Harlan. "The city in the edge of forever" (Guión original para Star Trek TOS, 1967).
- Heinlein, R. A. Puerta al verano (1956).
- Laumer, Keith. Mundos de Imperio (1961).
- Leinster, Murray. "A través del tiempo" (1934; relato incluido en la antología El planeta solitario y otras historias, de 1978).
- Moore, Ward. Lo que el tiempo se llevó (1953).
- Orwell, George. 1984 (1948).
- Powers, Tim. Las puertas de Anubis (1983).
- Roberts, Keith. Pavana (1968).
- Sawyer, Robert J. Flashforward (1999).
- Schaaff, Anaïs & Pascual, Javier. El tiempo es el que es (2016).
- Simak, Clifford D. Los hijos de nuestros hijos (1974).
- Wells, H. G. La máquina del tiempo (1895).
- Williamson, Jack. The legion of Time (1938).
- Simak, Clifford D. Los hijos de nuestros hijos (1974).
- Wells, H. G. La máquina del tiempo (1895).
- Williamson, Jack. The legion of Time (1938).
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