Un mal lugar dónde perderse (002)


La carretera continuaba paralela a la costa durante lo que parecía una eternidad. A mi izquierda y hasta donde alcanzaba la vista se extendía el mismo melancólico arenal, completamente desierto salvo por los restos ocasionales de algún barco varado entre las dunas. El paisaje no era mucho mejor a mi derecha, donde tan sólo algunos edificios aislados y en diferentes fases de degradación se alzaban como testigos mudos de que alguna vez hubo alguien ahí. Yo por mi parte conducía de forma mecánica al tiempo que intentaba despejar el velo que cubría mi memoria. Tenía muy pocas respuestas para tantas preguntas, empezando por mi identidad y la del misterioso cadáver descuartizado del motel. ¿Quien le había matado, y porqué? Una idea inquietante empezó a tomar forma en mi cabeza: ¿y si el maletín, el móvil y todos los demás objetos de la habitación no eran mios sino del difunto, y yo le había asesinado para robárselos? En ese caso, era posible que la amnesia fuese consecuencia de algún golpe durante la pelea. Peor aun: ¿Y si la persona que me había llamado al móvil en realidad creía estar hablando con el muerto? De ser así tal vez la opción más lógica fuese dar media vuelta y regresar... ¿adonde? Mi existencia tan sólo se remontaba treinta minutos atrás en el tiempo. Mal que me pesase, no me quedaba más remedio que seguir adelante y esperar que todo saliese bien. O lo menos mal posible.
En eso, un obstáculo imprevisto me obligó a pisar el freno hasta el fondo. El BMW se detuvo de golpe en medio de un agónico chirrido de neumáticos recalentados.
- Vale, esto es algo que no se ve todos los días...
Había un barco en medio de la carretera. No un barco cualquiera. Uno enorme. Del tamaño de un bloque de edificios de media docena de pisos de altura. Dios sabe como, había embarrancado en la costa con tanta fuerza que su proa se había deslizado sobre la arena hasta impactar con la carretera, destrozando el asfalto del carril izquierdo. Todavía estaba intentando asimilar la escena cuando el móvil comenzó a zumbar de nuevo.
- ¿Sí? - Decididamente, mi facilidad de palabra se había esfumado junto con la memoria.
- ¿Qué pasa? ¿Por donde andas? - me interrogó la ya familiar voz autoritaria.
- Bueno, no te lo vas a creer - respondí -, pero estoy a punto de adelantar a un súperpetrolero.
- Estupendo. Eso quiere decir que ya estás cerca. Avanza otros ochocientos metros y detente en la gasolinera. Te veo ahí.
- ¿En la gasolinera? Oye, espera... - Pero mi interlocutora ya había cortado la llamada. Que encanto de chica. Con un suspiro de resignación metí la primera y me dispuse a rodear la proa del buque. Debía llevar mucho tiempo, tal vez años, ahí atravesado, porque su casco había comenzado a oxidarse y la mayor parte del costado estaba recubierta de algas, musgo y plantas trepadoras. Sin embargo aun se podía leer su nombre, pintado con letras enormes de color amarillo: ALDEBARÁN. ¿Cómo había terminado ahí, y porqué nadie había intentado despejar la carretera? Todo me resultaba cada vez más confuso y extraño.
Seguí adelante y, en efecto, al poco rato divisé la gasolinera. Bueno, lo que quedaba de ella; estaba claro que aquel lugar llevaba mucho tiempo fuera de servicio. El único signo de vida era un todoterreno Mercedes GLK estacionado junto a los surtidores. Cuando me acerqué la puerta del conductor se abrió y pude conocer por fin a mi enigmática guía.
Sabéis, nunca he creído en el amor a primera vista, pero sí en la atracción sexual; y algo se despertó dolorosamente en mi entrepierna al contemplarla. Era preciosa. Podría coger una enciclopedia, buscar todos los sinónimos de "Adorable", ponerlos en fila india y ni aun así le haría justicia. Tenía el aspecto de una modelo de Dante Gabriel Rosetti: estatura media, delgada pero sinuosa y de complexión atlética. Su cabello rubio y sedoso contrastaba con el tono moreno de su piel. Había intentado recogerlo en una coleta pero varios mechones rebeldes le caían por la frente y se deslizaban delicadamente sobre su hombro como las hebras de una enredadera. Su rostro podría haber sido tan hermoso como el resto de su físico de no ser por la frialdad que desprendían sus ojos - de un color gris acerado - y la mueca despectiva de sus labios. Calzaba botas militares de cordones cubiertas con pantalones de camuflaje y una camiseta verde caqui de tirantes. En la mano izquierda sostenía un teléfono móvil, mientras que en la derecha empuñaba una pistola automática Glock 17 de feo aspecto. Al salir del coche pensé que, si yo no era la persona que estaba esperando, me exponía a que me pegase un tiro sin contemplaciones; parecía muy capaz de hacerlo. Pero ya era demasiado tarde para retroceder.
Permanecimos varios segundos así, de pie, mirándonos fijamente a los ojos, cada uno esperando a que el otro rompiese el hielo. Estaba a punto de decir algo estúpido cuando, por suerte, ella se decidió a tomar la iniciativa:
- ¿Y bien? ¿Qué esperas? ¿Una invitación formal? ¿Dónde lo tienes?
Supuse que se refería al maletín, así que lo recuperé del asiento trasero del BMW y se lo tendí sin decir una palabra. En boca cerrada...
- ¡Perfecto! - exclamó, satisfecha -. ¿Tuviste problemas para hacerte con él?
- No (y en cierto modo, era verdad: al menos, no recordaba haberlos tenido).
- Entonces ¿porqué has tardado tanto?
- Ah... me dormí - respondí, recibiendo a cambio otra despectiva mirada como recompensa.
- Qué raro - bufó -. Muy bien, recoge todo lo que necesites. Ese coche está quemado. Seguiremos con este. Tú conduces.
Se guardó la pistola en la cintura del pantalón para poder sujetar mejor el maletín con ambas manos, mientras regresaba al Mercedes sin detenerse a comprobar si la seguía.
- ¿Qué contiene? - pregunté, y me arrepentí al instante de hacerlo; si era algo que debía saber, acababa de dejarme a mí mismo con el culo al aire. Por suerte, mi acompañante no pareció extrañarse ante mi ignorancia.
- La mandíbula de Elvis - dijo, tras lo cual añadió, divertida, al ver mi expresión de desconcierto - Nah, es broma, aunque tendría gracia. Ni lo sé ni me importa, pero sea lo que sea está muy cotizado en el mercado negro. La insurgencia ofrece millones por él, mientras que la Coalición tiene a todos sus hombres buscándolo. En cualquier caso, ahora es mio.
- Querrás decir nuestro - recalqué, sólo para recibir otra fría mirada de reconvención.
- ¿De qué vas? Tu sólo eres el chofer. Cállate y conduce. Ya cobrarás tu parte al final.
Que criatura tan fascinante era: tenía el físico de un ángel, pero el carácter de un demonio y la actitud belicosa de aquellas soldados israelíes que disparaban sin complejos a los jóvenes palestinos durante las Intifadas. No me cabía la menor duda de que, llegado el caso, me pegaría un tiro y arrojaría mi cadáver a la cuneta sin pestañear. Nos subimos al Mercedes y esperé a que me diese las instrucciones de ruta, pero ella se limitó a señalar con el mentón al GPS del salpicadero. Estaba claro que no tenía una gran opinión de mi persona, y la verdad, yo no estaba haciendo nada por mejorarla. Suspiré al tiempo que accionaba el botón de encendido y enfilaba de nuevo la carretera. El sol seguía igual, tan mortecino y apagado como la primera vez que lo había visto, al abandonar el motel. ¿Qué hora sería? No tenía reloj de pulsera, y el digital del salpicadero del Mercedes no funcionaba. Estaba considerando preguntarle a mi silenciosa acompañante cuando algo llamó mi atención a través del espejo retrovisor.
- Nos están siguiendo - anuncié. Mi pasajera funció el ceño y se dio la vuelta para observar la desierta carretera.
- No veo a nadie.
- Eso es porque no miras en la dirección adecuada - repliqué, señalando con la cabeza hacia el silencioso helicóptero Blackhawk que nos vigilaba como un ave de presa desde que habíamos abandonado la gasolinera.

(Continuará...)

Comentarios

Irene Herrero ha dicho que…
La escena del megabarco me encanta.
Es como estar visualizando a un auténtico "buque fantasma".
Ángeles Iglesias ha dicho que…
Cierto, se visualiza muy bien la escena que describes.¡qué halo de misterio consigues crear!
Alejandro Caveda ha dicho que…
Irene:
¡Muchas gracias! Me alegro de que te haya gustado, me da ánimos para continuar :)
Alejandro Caveda ha dicho que…
Gely:
Favor que tú me haces... pero espero que las siguientes entregas mantengan el nivel y no defrauden :)

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