Roger Zelazny y los Nueve Príncipes de Ámbar 2

Corwin es un personaje muy en la línea de los protagonistas habituales de Zelazny: un tipo duro, misterioso, de pasado oscuro, pero inteligente y refinado, cínico y con una habilidad dialéctica para despellejar verbalmente al adversario envidiable. Normalmente las mujeres los encuentran muy atractivos, aunque más al estilo de Daniel Craig que al de Brad Pitt.
Sin embargo la auténtica protagonista de toda la serie es la propia ciudad de Ámbar, tal y como nos la describe el autor: “Ámbar era la mayor ciudad que había existido nunca, o que nunca existiría. Siempre había sido y siempre sería. Y todas las demás ciudades, en cualquier parte, cualquier otra ciudad en la existencia, no era sino un reflejo de una sombra de alguna fase de Ámbar. Ámbar, Ámbar, Ámbar... Te recuerdo. Nunca volveré a olvidarte de nuevo. Supongo que en lo más hondo de mí nunca lo hice de verdad, a pesar de los siglos que vague por la Tierra de la Sombra, pues con frecuencia, durante la noche, mis sueños se veían turbados con imágenes de tus verdes y dorados capiteles, de tus magníficas terrazas. Recuerdo tus amplios paseos y tus macizos florales, dorados y rojizos. Recuerdo el dulzor de tus aires, y de los templos, palacios y maravillas que contienes, contuviste y siempre contendrás. Ámbar, ciudad inmortal de las que todas las demás han tomado su forma, no puedo olvidarte ni aun ahora, ni olvidar aquel día en el Patrón de Rabma, cuando te recordé dentro de tus murallas reflejadas, recién alimentado tras sufrir el hambre atroz, con el amor de Moire, pero nada puede compararse con el amor y el placer de recordarte; y aun ahora, mientras contemplo las Cortes del Caos, narrando esta historia al único presente para escucharla, para que quizá pueda repetirla, para que no muera después de que yo haya muerto por dentro; aun ahora te recuerdo con cariño, ciudad para cuyo gobierno nací...”.
Leyendo a Zelazny, Ámbar parece un lugar paradisíaco a medio camino entre un exótico palacio oriental y el esplendor de las ciudades italianas del Renacimiento, como una Venecia de ensueño. Curiosamente, se trata de una civilización antitecnológica. La pólvora no funciona en Ámbar, lo que justifica que ningún ejército haya podido conquistarla. Pero es que además de la pólvora no hay rastro de tecnología alguna en todo Ámbar, al contrario de lo que ocurre en los Mundos de la Sombra. Los amberitas, y en especial su familia real, se muestran más interesados – y expertos – en el aprendizaje y manejo de la magia y demás artes arcanas, aunque en la segunda serie de la saga, el protagonista (Merlín, el hijo de Corwin) es un experto tanto en la magia como en la informática.
Ámbar es, como hemos dicho, uno de los dos únicos puntos “reales” del universo (el otro son las Cortes del Caos). Entre ambos y a su alrededor se extienden los Mundos de la Sombra, infinitos planos dimensiónales algunos de los cuales son un reflejo más o menos fiel de la propia Ámbar mientras que otros (como el nuestro) son completamente diferentes. Tanto los habitantes de las Cortes como la familia real amberita pueden no sólo viajar a través de estos planos paralelos sino incluso modificarlos a su antojo. Zelazny mezcla aquí dos conceptos habituales de la fantasía y la ciencia ficción, como son el de los universos paralelos y el solipsismo.
Las Tierras de la Sombra recuerdan en cierto modo al Multiverso del escritor británico Michael Moorcock, otro de los flamantes estandartes de la New Wave y creador del mítico personaje Elric de Melniboné, ciudad que guarda no pocas similitudes con el Ámbar de Zelazny. Otro punto de contacto entre ambos autores seria el enfrentamiento soterrado entre las fuerzas del Orden (representadas por Ámbar) y el Caos (representado por las Cortes).
El Multiverso de Moorcock no es el único homenaje o influencia asimilada que aparece en la obra de Zelazny. La sombra de Tolkien planea por encima de toda su producción desde la temprana publicación de Lord of Light en 1968. En cierto modo, las fuerzas del caos no dejan de recordarnos a las huestes de Sauron mientras que el papel ambiguo y maléfico de Brand nos trae a la mente al Saruman de Tolkien.
No menos atractivo resulta el tratamiento que hace el autor de la realidad. El solipsismo (citado expresamente en varias ocasiones a lo largo de la serie) se basa en la creencia de que un individuo o individuos son los únicos seres “reales” que existen y pueden crear, recrear o modificar la realidad a su capricho, tal y como hacen los habitantes de las Cortes y Corwin y sus parientes. A este respecto las descripciones que hace Zelazny del proceso (por ejemplo, durante el viaje de Corwin y Random en coche al principio del primer libro) son verdaderamente fascinantes y reflejan de forma magistral el talento literario y narrativo del autor.
(Continuará...).

Comentarios

Jorge Iván Argiz ha dicho que…
¡Sigue, sigue!
Alejandro Caveda ha dicho que…
Bueno, aunqueda una última entrada que espero tenga la aceptación de las dos anteriores, ya que parece que Zelazny tiene tirón. Espero poder colgarla en breve.
Adrián ha dicho que…
Estimado Alejandro: Muy bueno y nuy informativo tu blog. El motivo de este comentario es para preguntarte si sabes si la segunda saga de las Crónicas de Ambar fue traducida al castellano, me refiero a las aventuras de Merlin, el hijo de Corwin, porque sólo las he encontrado en ingles.
Un abrazo desde Argentina
athemtham@yahoo,com
Alejandro Caveda ha dicho que…
Estimado Adrián: lamento decirte que no. Yo tengo la edición Ommibus norteamericana de la saga y que sepa, de momento nadie tiene previsto editarla en castellano. Un saludo cordial y suerte.

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