Estrellas Muertas (Una historia del Universo Expandido de Star Wars) 06


(Para saber cómo hemos llegado hasta aquí, no dejen de leer las entradas anteriores. ¡De nada!).

El recorrido entre el Intruso y el asteroide fue más fácil y rápido de los esperado. La lanzadera descendió a través de un canal seguro creado por los pozos gravitatorios y los rayos tractor invertidos del destructor estelar hasta posarse suavemente sobre la superficie erosionada y, sin embargo, irregular, de su punto de destino.
- Tengan cuidado ahí fuera. Recuerden que casi no hay gravedad ni atmósfera, pero puede haber otras sorpresas que todavía desconocemos - les advirtió un técnico, de la que revisaba sus trajes y se aseguraba de que estuviesen perfectamente sellados y ajustados. Así y todo, a Danni le quedaba un poco grande, en especial el casco, cuya pantalla interior quedó empañada a la primera exhalación. Por suerte, los sistemas biométricos del traje se adaptaron en seguida a sus constantes vitales y pudo moverse con soltura, sin más molestias que el ruido de su propia respiración.
La superficie del asteroide X era extraña. Presentaba un aspecto ondulado, con montículos y depresiones que se alternaban de manera casi geométrica. Al fondo se alzaban los restos de varios edificios sorprendentemente bien conservados, cuyo diseño desafiaba varias leyes de la arquitectura y de la física, pero que tenían en común su grandiosidad. Aquella ciudad (o lo que fuese) no había sido construida por ni para seres humanos, y de nuevo Danni se preguntó que aspecto tendrían los Celestiales y por qué habrían desaparecido sin dejar apenas el más mínimo rastro de su existencia.
El grupo avanzaba en fila india. A la cabeza iban dos técnicos escoltados por una pareja de stormtroopers, seguidos de la comandante Faye, Herzog y el resto de los miembros del DCA. A continuación, iban Lex y Danni, acompañados (¿vigilados?) por los soldados de asalto restantes, que cerraban la expedición. Por lo que pudo observar la joven, no caminaban en línea recta, sino siguiendo una ruta sinuosa, como si estuviesen rodeando obstáculos invisibles. El técnico que iba en cabeza sostenía una especie de pantalla por delante de él, y su compañero iba indicando por señas al resto del grupo cuando debían desplazarse en un sentido u otro. En un momento determinado, uno de los soldados de asalto levantó la mano derecha con el puño cerrado y todo el grupo se detuvo durante varios segundos. Danni no pudo apreciar nada extraordinario salvo, quizás, un remolino de polvo que no tenía razón de ser en un espacio sin atmósfera. Un intercambio rápido de miradas le reveló que su compañero tampoco tenía la menor idea de lo qué estaba pasando. Al cabo de un rato, el stormtrooper indicó que podían seguir y el grupo reanudó la marcha. Aunque llevaban andando un buen rato, los edificios daban la impresión de hallarse igual de lejos que al principio. O eso, o había algo en aquel sitio que afectaba su sentido de la perspectiva.
- ¿Qué clase de lugar sería este? - se preguntó Danni, inconsciente de que todo el resto del grupo podía escucharla. Alguien empezó a mandarle callar, pero entonces se oyó la voz de la comandante Faye y el censor decidió guardar silencio.
- Era un puesto de exploración avanzada, Danni. La última estación de paso antes de perderse en el vacío de las regiones desconocidas.
- No parece un lugar de paso.
- Los Celestiales podían tener un concepto de la arquitectura muy diferente del nuestro, Danni. Tal vez esta era su idea de algo provisional. El problema es que intentamos comprender una cultura distinta según nuestros estrechos criterios de cómo deben de ser las cosas, y hay situaciones en lo que eso es imposible. No hay correlación. Era una civilización diferente, con una forma de pensar diferente y unos objetivos todavía más diferentes de los nuestros. ¿Entiendes?
- Sí - respondió la astrofísica, y era sincera. Continuaron avanzando en silencio, siguiendo la misma ruta irregular y sinuosa del principio, hasta que llegaron a la explanada que se abría ante el inmenso complejo arquitectónico. Desde aquella perspectiva los edificios parecían más altos aún, y la astrofísica no pudo evitar imaginarse como se verían al principio, cuando el asteroide formaba parte de un planeta, y este a su vez formaba parte de una civilización tan extensa y misteriosa como era la Celestial. Todo parecía demasiado grande, pensado a una escala infinitamente superior a la del ser humano. Las puertas de entrada eran triangulares y tan amplias que la lanzadera imperial hubiera podido atravesarlas y aterrizar directamente en el interior sin problemas. Algunos de sus acompañantes vacilaron al llegar al umbral, pero Danni y la comandante Faye no se lo pensaron dos veces y entraron, seguidas de cerca por Lex y el resto del grupo. El interior del recinto era circular. En el centro se alzaba una escalera en espiral que ascendía hasta las alturas, y de la que salían a intervalos esbeltas pasarelas para acceder a las estancias superiores. En la planta baja el suelo estaba decorado con una serie de líneas que partían de la columna-escalinata central, como radios, cada una de las cuales terminaba en una puerta, similar a la de entrada, pero a menor escala, y dispuestas a intervalos regulares. Después de inspeccionar el lugar con su pantalla los técnicos señalaron una de las puertas, en apariencia idéntica a todas las demás. La comandante se puso rápidamente en cabeza, haciendo señas para que todos la siguieran. El vano daba acceso a una galería que descendía en una suave pendiente circular mientras que el suelo se hallaba ligeramente inclinado hacia la derecha, lo que les obligaba a hacer un esfuerzo para mantenerse en el centro. Danni observó que la pared a su izquierda estaba decorada con una serie de motivos caligráficos que refulgían levemente bajo la luz de las linternas, y que parecían prolongarse a lo largo de todo el descenso sin repetirse ni una sola vez.
- ¿Qué cree que pone aquí, comandante? - le interrogó Danni, curiosa.
- Ni idea. Pueden ser direcciones, fragmentos de textos religiosos, poesía visual, o simplemente un aviso para que tengas cuidado de no resbalar con la pendiente y caerte de culo. ¿Quién sabe?
- Sin embargo, son hermosos - dijo Danni -. Si los dioses se dignasen escribir, tal vez el resultado sería algo muy parecido a esto.
- Sí. Sí, lo son - concedió la comandante, observando a la joven con aprobación. El grupo continuó descendiendo, en silencio, hasta llegar a otra sala subterránea de dimensiones mucho mayores que la que acababan de dejar atrás, con paredes cristalinas, columnas que brillaban con una energía azulada y extraños podios cuya función apenas podía empezar a aventurar. No así la oficial imperial, que se acercó a uno de ellos y desplegó varias pantallas holográficas con sólo deslizar la mano por encima.
- El proceso de sincronización es... molesto. Los Celestiales no construían sus máquinas, las imaginaban y les daban forma a partir de algún tipo de plasma energético que respondía a su control mental. Pero nuestros cerebros son diferentes, más básicos. Por eso, antes de conectarnos a la terminal, tenemos que pasar por un proceso de estimulación que aumenta nuestra capacidad cerebral.
- ¿No es peligroso?
- Es doloroso. Imagina intentar meter todo un universo dentro de tu mochila. Cuesta, ¿verdad? Por mucho que aprietes y empujes, al final siempre se rompe algo. La mochila o tu cordura, que viene a ser lo mismo.
- Entonces, ¿por qué lo haces?
- Los que hemos visto el No-Espacio estamos mejor preparados que el resto para acceder a la biotecnología celestial y sobrevivir. En cualquier otra persona los efectos secundarios serían... desagradables.
A un gesto de su mano, algunas pantallas cobraron vida y comenzaron a emitir escenas aleatorias, tan fugaces que Danni casi no podía retenerlas en la memoria: imágenes de planetas, galaxias, construcciones y formas de vida diferentes a todo lo que ella había visto o estudiado alguna vez.
- Nuestro concepto del tiempo también es distinto - siguió hablando la comandante Faye -. Nosotros estamos atrapados en un esquema lineal de las cosas, en el que sólo podemos avanzar hacia el futuro, y recordar el pasado. Para los Celestiales era diferente. Ellos poseían una memoria racial compartida, que les permitía observar el tiempo desde todas las direcciones, incluso a muchos cientos de miles de años de distancia. Y al hacerlo, vieron algo. Algo tan terrible que incluso una raza tan poderosa como la suya sintió miedo. Una oleada invasora que traería el caos a la galaxia. Mundos destruidos. Razas exterminadas o esclavizadas. Coruscant transformado en un ecosistema alienígena. Crisis económica. Hambrunas, millones de refugiados y montañas de cadáveres que se alzaban hasta el cielo. Y después, el resurgir de los Sith, una nueva guerra civil y más y más muertes. Otras razas, como los Sharu, se escondieron para evitar el peligro, pero los Celestiales decidieron ser más... proactivos. Decidieron anticiparse, interviniendo en la corriente temporal y alterando el futuro.
- ¡Eso es imposible! - protestó Danni repitiendo, sin darse cuenta, las mismas palabras que había pronunciado en el comedor del Intruso.
- No. Ha pasado. Nosotros somos la prueba. Os dijimos que el experimento había durado cuarenta y cinco minutos y que, pasado ese tiempo, regresamos al espacio-tiempo normal... pero no al que habíamos abandonado. Regresamos a un universo en el que nadie nos conocía, ni había oído hablar del proyecto Sombra. Un universo en el que, de forma oficial, ni nosotros ni nuestra nave existíamos. Nos convertimos en desplazados temporales, Danni. Ahora existimos al margen del tiempo. No envejecemos. No podemos morir. Pero a veces la entropía nos alcanza y, simplemente, desaparecemos. Los pocos que quedamos somos las únicas personas que recuerdan como eran las cosas antes de que todo cambiase.
La astrofísica iba a objetar de nuevo, pero esta vez Lex se le adelantó:
- Danni tiene razón. Todo eso no son más que una sarta de mentiras. No existe el viaje en el tiempo, ni los universos alternos, ni hay forma humana de cambiar el futuro.
- ¿Usted cree? - repuso la comandante, desenfundando su arma y disparando a bocajarro contra el capitán de la Moebius. Hubo un fogonazo, un breve sonido de descompresión y Lex cayó de espaldas al suelo, con los brazos abiertos, mientras el cristal óptico de su casco comenzaba a oscurecerse. Todo pasó tan rápido que Danni apenas fue consciente de que había empezado a gritar hasta pasados varios segundos. En un acto reflejo, se arrodilló junto al cuerpo del hombre y lo sujetó con fuerza contra el suyo, como si de esa manera pudiese evitar que escapasen los últimos hálitos de vida; pero una simple mirada al impresionante boquete del pecho era suficiente para comprender que ya era demasiado tarde.
- ¡¿Qué has hecho, maldita loca?!
- Acabo de cambiar el futuro. Otra vez.

(Continuará....)

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