El punto de vista del asesino, 2ª parte


A título anecdótico, Un San Valentín sangriento participa de otra característica habitual del slasher, como es la de ambientar la acción en días o fechas señaladas, ya sea Halloween (La noche de Halloween; John Carpenter, 1978), navidades (Black Christmas; Bob Clark, 1974); el día de la graduación (Prom Night; Paul Lynch, 1980), un Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980) o el día de San Valentín, como sucede en el antedicho filme de George Mihalka (1981), tal vez uno de los mejores y más añorados slasher, por cuanto recoge y resume muchas de las señas de identidad propias del género, además de haber sufrido varios recortes por la censura que han contribuido a acrecentar su leyenda. En 2009, aprovechando la moda del 3D, se rodó un remake dirigido por Patrick Lussier, bastante fiel a la historia original, aunque sin el factor sorpresa que si tenía su predecesora la cual, al igual que muchas películas de este tipo, jugaba hasta el final con la identidad del psicópata de turno, que siempre resultaba ser quien menos esperabas. Un recurso que a día de hoy nos resulta algo manido y artificioso, salvo que te lo tomes a broma, tal y como hace Sidney Prescott en cada entrega de Scream al descerrajarle un tiro en la cabeza al asesino o asesina porque, si no lo haces, siempre vuelven.
En realidad, los villanos del slasher son más difíciles de matar que inmortales. Una revisión detallada de los títulos fundacionales del género revela que la mayoría de los asesinos protagonistas son completamente humanos, aunque exhiben una extraordinaria resistencia a puñaladas, disparos, quemaduras y caídas que hubiesen incapacitado a cualquier otra persona. Nuevamente, parte de la culpa la tiene Jason, aunque sensu stricto, no fuese el primer asesino en serie inmortal del género. Dos años antes del estreno de Viernes 13 se había rodado La noche de Halloween (1978), que introducía a uno de los asesinos enmascarados más famosos e icónicos del siglo XX, y lo que va del XXI: Michael Myers. Al final de la película, Michael es apuñalado por Laurie y disparado por el Dr. Loomis, tras lo cual se precipita por una ventana hasta caer al jardín. Sin embargo, su cadáver desaparece antes de que llegue la policía, dejando su destino final en el aire. Una decisión consciente de Carpenter, que quería señalar con ella que Myers era la encarnación del mal y que, como tal, no podía ser eliminado ni destruido por medios humanos. Sin embargo, eso obligó a los guionistas de las sucesivas secuelas a recurrir a explicaciones cada vez más rocambolescas para explicar porqué Michael no podía morir, hasta que el Halloween de 2018 se establece como una secuela directa del original, eliminando así todas las cronologías conflictivas previas, incluida H20 (Steve Miner, 1998). Según la película de David Gordon Green, Michael ha permanecido ingresado en un centro psiquiátrico de alta seguridad desde 1978, hasta que una desafortunada visita reactiva su instinto asesino y se escapa para seguir matando, un poco en la línea de lo que había apuntado Rob Zombie en su personal remake de 2007 y su secuela.


En cuanto a Jason, su naturaleza sobrenatural se fue desarrollando a partir de las primeras entregas de su saga. En Viernes 13 (1980) apenas tiene una fugaz aparición, que lo mismo podría haber sido real como una pesadilla de la protagonista. En Viernes 13, Parte II (1981) aparece como un individuo grande y deforme, con el rostro oculto bajo un saco de arpillera que recuerda al del asesino de la película The town that dreaded sundown (Charles B. Pierce, 1976). Siniestro, amenazador, pero aparentemente humano y capaz de sufrir daño. No es hasta Viernes 13, Parte III (1982) que Jason adquiere su look característico, con el rostro cubierto por una máscara de hockey, una chaqueta de corte militar, un gran machete y una constitución a prueba de balas. Por el contrario, Freddie Krueger, el otro gran icono del slasher ochentero (Pesadilla en Elm Street; Wes Craven, 1984) nació desde el principio como una criatura sobrenatural, que persigue y masacra a sus víctimas a través de la dimensión de los sueños, tal y como hacía el siniestro Dr. Caligari de Robert Wiene (1920). Curiosamente, los motivos de Freddie son más obvios y mundanos que los de Jason y Michael: es un pederasta sádico y retorcido, y la muerte no ha hecho nada por atemperar su carácter. Frente a ellos el Ghostface de Scream parece mucho menos impresionante, pero ha heredado de sus predecesores cierta imprevisibilidad, una capacidad sobrenatural para estar en todas partes, y una agilidad y resistencia extraordinarias, además de jugar al despiste con la identidad del asesino (o asesinos) que se esconden bajo la máscara en cada entrega.
Con Scream (1996) el slasher se vuelve autorreferencial. Los protagonistas de la historia creen que viven en la vida real, pero en realidad son una película dentro de una película. El cine no crea asesinos, nos dice Billy Loomis: sólo los hace más creativos. Scream 2 (1997) es consciente de su naturaleza de secuela y de qué, como tal, las reglas del juego han cambiado, mientras que Scream 3 (2000) se concibe como el desenlace, el cierre definitivo de la trilogía, con lo que cualquier cosa puede pasar y nadie tiene asegurada la supervivencia, aunque los personajes principales han logrado salir adelante para firmar dos nuevas entregas. Resumen, renovación y homenaje del slasher, Scream trajo consigo un breve renacer del género, con títulos como Sé lo que hicisteis el último verano (Jim Gillespie, 1997), Halloween H20 (Steve Miner, 1998), Leyenda urbana (Jamie Blanks, 1998), Cherry Falls (Geoffrey Wright, 2000), Alta tensión (Alexandre Ajá, 2003), o remakes como los de Black Christmas (Glen Morgan, 2006), Viernes 13 (Marcus Nispel, 2009) y Un San Valentín sangriento 3D (2009), que participan en mayor o menor medida de esa corriente nostálgica y a la vez revisionista que inauguró el filme de Kevin Williamson y Wes Craven, los cuales volvieron a la carga en 2011 con Scream 4.


La cuarta entrega de la saga supone no sólo un punto y aparte a las andanzas de Ghostface, sino también una revisión en toda regla de las normas de la trilogía anterior. Dado que la vida privada de Maureen Prescott, y sus pecadillos de juventud, ya no dan más de sí, el motivo que impulsa a Jill y a Charlie no es la venganza, sino la búsqueda de fama y popularidad, un poco en la línea de los Asesinos natos de Oliver Stone (1994), pero más encarrilados a Youtube y la Web 3.0. Así y todo, ambos jóvenes no son inmunes al resentimiento: cuando Charlie apuñala a Kirby, lo hace a la vez que le echa en cara no haberse fijado en él antes de entonces. Resentimiento, frustración y hambre de reconocimiento vendrían a ser, pues, el caldo de cultivo de la nueva generación de asesinos de Scream, sentimientos que parecen haber inspirado a su vez el argumento de la quinta entrega. Entretanto, hemos podido disfrutar con títulos tan interesantes como la irreverente You’re next (Adam Wingard, 2011), la fascinante It Follows (David Robert Mitchell, 2014), la autoparódica y referencial The final Girls (Todd Strauss-Schulson, 2015), las dos nuevas entregas de Halloween (David Gordon Green, 2018 y 2021), la revisión en clave feminista y empoderada de Black Christmas (Sophia Takal, 2019), o el enésimo homenaje a Halloween que supone Truco o trato (Patrick Lussier, 2019). Cierto que estos últimos títulos carecen de esa gracia, imaginación y crudeza narrativa de la época dorada del slasher, entre 1978 y 1984, y se mueven a medio camino entre la admiración a los clásicos y el revisionismo, bebiendo de una mal disimulada nostalgia que lleva de continuo a reciclar viejos clichés para adecuarlos a los gustos del público moderno. Y es que algo tienen los asesinos (y asesinas) enmascarados y juguetones, que nunca pasan de moda, quizás porque personifican algunos de nuestros temores más recurrentes: la oscuridad, la soledad, la indefensión, la mentira, el disfraz, el miedo al otro (u otra), el dolor, el sufrimiento prolongado, y un largo etcétera, que configuran el corpus básico de un género que ya de por sí apela a nuestros instintos más básicos: Eros y Thanatos, sexo y muerte. Y recuerden: si tienen que ausentarse, nunca digan «Ahora vuelvo», o lo más probable es que nunca volvamos a verles. Quedan advertidos, y advertidas.



Filmografía selecta (pero necesariamente parcial):

- El fotógrafo del miedo (Michael Powell, 1960).
- Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960).
- El pájaro de las plumas de cristal (Dario Argento, 1970).
- La última casa de la izquierda (Wes Craven, 1972).
- La matanza de Texas (1974).
- Black Christmas (Bob Clark, 1974).
- Suspiria (Dario Argento, 1977).
- La noche de Halloween (John Carpenter, 1978).
- Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980).
- Prom Night (Paul Lynch, 1980).
- El tren del terror (Roger Spottiswoode, 1980).
- New Years Evil (Emmett Allston, 1980).
- Christmas Evil (Lewis Jackson, 1980).
- To all a goodnight (David Hess, 1980).
- Un San Valentín sangriento (George Mihalka, 1981).
- Cumpleaños mortal (J. Lee Thompson, 1981).
- Examen final (Jimmy Huston, 1981).
- Graduation Day (Herb Freed, 1981).
- Viernes 13, 2ª Pte (Victor Miller, 1981).
- The house of Sorority Row (1982).
- Campamento de verano (Robert Hilzick, 1983).
- Viernes 13, 3ª Pte (Victor Miller, 1983).
- Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984).
- La nueva pesadilla de Freddie (Wes Craven, 1994).
- Scream (Wes Craven, 1996).
- Scream 2 (Wes Craven, 1997).
- Se lo que hicisteis el último verano (Jim Gillespie, 1997).
- Halloween H20 (Steve Miner, 1998).
- Leyenda urbana (Jamie Blanks, 1998).
- Scream 3 (Wes Craven, 2000).
- Jason X (James Isaac, 2001).
- Freddy vs Jason (Ronny Yu, 2003).
- Alta tensión (Alexandre Ajá, 2003).
- Black Christmas (Glen Morgan, 2006).
- Viernes 13 (Marcus Nispel, 2009).
- Pesadilla en Elm Street (Samuel Bayer, 2010).
- Scream 4 (Wes Craven, 2011).
- You’re next (Adam Wingard, 2011).
- It Follows (David Robert Mitchell, 2014).
- The final Girls (Todd Strauss-Schulson, 2015).
- Black Christmas (Sophia Takal, 2019).
- Truco o trato (Patrick Lussier, 2019).

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