Star Trek Beyond (2016)
Sinopsis:
En el ecuador de su misión de cinco años, la Enterprise deberá afrontar uno de sus mayores retos al sufrir el ataque de un misterioso colectivo que acecha en los límites del espacio conocido, y cuyo objetivo final es el corazón mismo de la Federación de Planetas.
Sobre la película:
Star Trek Beyond estuvo a punto de no llegar a tiempo a su propio aniversario, las bodas de oro del universo del mañana creado por Gene Roddenberry en 1966. La deserción de J.J. Abrams, primero, y de su sustituto, Roberto Orci, apenas tres meses después, dejaban en el aire el estreno de la película hasta que Simón Pegg, alias Scotty, levantó la mano y se ofreció a sacar adelante el proyecto, en colaboración con Justin Lin, el nuevo director, recién llegado de la saga A todo gas y tan apasionado de la serie clásica como el propio Pegg. El resto, como se suele decir, es historia. Star Trek Beyond ha llegado este verano a nuestras salas de cine y las comparaciones con las dos anteriores entregas son tan odiosas como inevitables.
Es cierto que Justin Lin no es Abrams, pero tampoco lo necesita. Su estilo de hacer cine es bastante similar y el resultado final no tiene nada que envidiarle al de su ilustre predecesor. Lin, como decíamos, se ha curtido en la escuela de la acción sin límite y algo ha aprendido durante su etapa en la antedicha saga automovilística acerca de dónde colocar la cámara, o de como rodar espectaculares (y arriesgados) planos secuencia. Sin ser un cineasta modélico Lin es un narrador competente, un artesano que sabe poner todo su talento al servicio de la historia que quiere contar, algo por desgracia no muy frecuente en el Hollywood de hoy en día. Todo ello, combinado con la nueva generación de efectos especiales, hace que Star Trek Beyond sea un espectáculo visual fascinante, con algunos momentos de singular belleza, como la batalla final dentro y fuera de la estación espacial Yorktown. Sin embargo, frente al dinamismo de las dos anteriores películas, esta tercera entrega resulta más pausada, buscando un equilibrio no siempre acertado entre la acción y la reflexión. Quizás ahí sea donde más se ve la mano de Simón Pegg, que intenta que cada personaje tenga su momento de protagonismo en la trama (especialmente el suyo, todo sea dicho) además de ceder ocasionalmente a la nostalgia con motivo del ya comentado aniversario de la saga.
Curiosamente, el tiempo (o más bien, el transcurso del mismo) es otro de los ejes centrales de la película. El Enterprise se halla en su tercer año de misión en el espacio profundo, algo que ha empezado a afectar a toda la tripulación. Uhura y Spock han roto, el vulcano baraja solicitar el traslado al cuerpo diplomático e incluso el propio capitán parece aquejado del síndrome de los cuarenta, aun cuando todavía no haya cumplido esa edad, y como su primer oficial, está considerando la opción de retirarse del servicio activo. Hay un cierto aire de fatiga, de cansancio, pese a que esta tan sólo sea la tercera película del relanzamiento de la franquicia, e incluso a ratos uno se plantea la posibilidad de que todo acabe aquí y que la trama de Star Trek Beyond empalme directamente con la del Star Trek de Robert Wise de 1978. Algo a lo que no es ajeno esa sensación de nostalgia que, como hemos dicho, empapa muchos de sus planos, como el momento en que Spock recibe la noticia de la muerte de su otro yo, o ya más adelante, cuando abre la caja con sus efectos personales. Una fatalidad que se extiende fuera de la película, ya que a la muerte de Leonard Nimoy hubo que sumar la de Antón Yelchin, alias el alférez Chejov en la saga. Quizás sea en esta toma de autoconsciencia de la saga donde radique la mayor diferencia entre Beyond y sus predecesoras, donde el espíritu de Roddenberry quedaba diluido entre la espectacularidad característica de J.J. Abrams.
Capítulo aparte merece el villano de la saga, un irreconocible Idris Elba, al que dentro de poco podremos ver en otra adaptación, esta vez literaria, como Roland, el pistolero protagonista de la saga sobre La torre oscura de Stephen King. Lo llamativo es que en la anterior película se nos había dado a entender que ahora sería el turno de los klingons, una vez amortizados los romulanos y Khan. Y sin embargo, en su lugar nos encontramos con un personaje muy parecido al Nero que interpretaba Eric Bana en el primer Star Trek de Abrams, al menos en lo que a su motivación se refiere. Quizás este sea otro de los detalles en los que se percibe el cambio de manos de la franquicia, o quizás hemos de suponer que el primer encuentro entre humanos y klingons es una historia que se ha contado entre películas. Tanto da. El caso es que como adversario Krall (Elba) es un tanto insípido y no transmite esa misma sensación de amenaza que Benedict Cumberbatch, o el propio Bana. Mucho más atractivo, en cambio, resulta el personaje de Jaylah (encarnado por la actriz y bailarina Silvia Boutella) que viene a darle un toque extra de color al ya de por sí colorido universo trekkie.
Otro aspecto interesante que no pasara desapercibido a los fans más acérrimos es que ahora la Enterprise original es sustituido por el modelo A, tal y como acontecía en Star Trek IV: Misión: Salvar la tierra de 1986, mucho después de la misión original de cinco años de la nave, pero que aquí tiene lugar antes, quizás porque en este universo alternativo todo pasa mucho más rápido, y en cada película hay que comprimir un buen pedacito de historia de la serie original, tal y como sucedía en Into the darkness, que fusionaba hábilmente el episodio "Semilla espacial" de 1967 con la segunda entrega cinematográfica de la saga, La ira de Khan (1982).
Recapitulando: Star Trek Beyond no es una película perfecta (pocas lo son). Tiene sus fallos e incoherencias del guión, que no pondremos aquí de manifiesto por eso de no hacer spoilers, además de no meter innecesariamente el dedo en el ojo a Pegg y compañía. Pero así y todo es una buena película, que mantiene el nivel de sus predecesoras e incluso las supera en algunos aspectos. A título personal, me encantaría que funcionase en taquilla y se rueden más entregas por dos motivos. Uno, para demostrar que hay vida más allá de J.J. Abrams. Y segundo, y no menos importante, como garantía de continuidad de la serie con nuevas secuelas que sigan explorando a fondo lo mejor de este universo alternativo, tan familiar y, a la vez, desconocido, hasta llegar con valentía donde nadie ha llegado jamás.
Es cierto que Justin Lin no es Abrams, pero tampoco lo necesita. Su estilo de hacer cine es bastante similar y el resultado final no tiene nada que envidiarle al de su ilustre predecesor. Lin, como decíamos, se ha curtido en la escuela de la acción sin límite y algo ha aprendido durante su etapa en la antedicha saga automovilística acerca de dónde colocar la cámara, o de como rodar espectaculares (y arriesgados) planos secuencia. Sin ser un cineasta modélico Lin es un narrador competente, un artesano que sabe poner todo su talento al servicio de la historia que quiere contar, algo por desgracia no muy frecuente en el Hollywood de hoy en día. Todo ello, combinado con la nueva generación de efectos especiales, hace que Star Trek Beyond sea un espectáculo visual fascinante, con algunos momentos de singular belleza, como la batalla final dentro y fuera de la estación espacial Yorktown. Sin embargo, frente al dinamismo de las dos anteriores películas, esta tercera entrega resulta más pausada, buscando un equilibrio no siempre acertado entre la acción y la reflexión. Quizás ahí sea donde más se ve la mano de Simón Pegg, que intenta que cada personaje tenga su momento de protagonismo en la trama (especialmente el suyo, todo sea dicho) además de ceder ocasionalmente a la nostalgia con motivo del ya comentado aniversario de la saga.
Curiosamente, el tiempo (o más bien, el transcurso del mismo) es otro de los ejes centrales de la película. El Enterprise se halla en su tercer año de misión en el espacio profundo, algo que ha empezado a afectar a toda la tripulación. Uhura y Spock han roto, el vulcano baraja solicitar el traslado al cuerpo diplomático e incluso el propio capitán parece aquejado del síndrome de los cuarenta, aun cuando todavía no haya cumplido esa edad, y como su primer oficial, está considerando la opción de retirarse del servicio activo. Hay un cierto aire de fatiga, de cansancio, pese a que esta tan sólo sea la tercera película del relanzamiento de la franquicia, e incluso a ratos uno se plantea la posibilidad de que todo acabe aquí y que la trama de Star Trek Beyond empalme directamente con la del Star Trek de Robert Wise de 1978. Algo a lo que no es ajeno esa sensación de nostalgia que, como hemos dicho, empapa muchos de sus planos, como el momento en que Spock recibe la noticia de la muerte de su otro yo, o ya más adelante, cuando abre la caja con sus efectos personales. Una fatalidad que se extiende fuera de la película, ya que a la muerte de Leonard Nimoy hubo que sumar la de Antón Yelchin, alias el alférez Chejov en la saga. Quizás sea en esta toma de autoconsciencia de la saga donde radique la mayor diferencia entre Beyond y sus predecesoras, donde el espíritu de Roddenberry quedaba diluido entre la espectacularidad característica de J.J. Abrams.
Capítulo aparte merece el villano de la saga, un irreconocible Idris Elba, al que dentro de poco podremos ver en otra adaptación, esta vez literaria, como Roland, el pistolero protagonista de la saga sobre La torre oscura de Stephen King. Lo llamativo es que en la anterior película se nos había dado a entender que ahora sería el turno de los klingons, una vez amortizados los romulanos y Khan. Y sin embargo, en su lugar nos encontramos con un personaje muy parecido al Nero que interpretaba Eric Bana en el primer Star Trek de Abrams, al menos en lo que a su motivación se refiere. Quizás este sea otro de los detalles en los que se percibe el cambio de manos de la franquicia, o quizás hemos de suponer que el primer encuentro entre humanos y klingons es una historia que se ha contado entre películas. Tanto da. El caso es que como adversario Krall (Elba) es un tanto insípido y no transmite esa misma sensación de amenaza que Benedict Cumberbatch, o el propio Bana. Mucho más atractivo, en cambio, resulta el personaje de Jaylah (encarnado por la actriz y bailarina Silvia Boutella) que viene a darle un toque extra de color al ya de por sí colorido universo trekkie.
Otro aspecto interesante que no pasara desapercibido a los fans más acérrimos es que ahora la Enterprise original es sustituido por el modelo A, tal y como acontecía en Star Trek IV: Misión: Salvar la tierra de 1986, mucho después de la misión original de cinco años de la nave, pero que aquí tiene lugar antes, quizás porque en este universo alternativo todo pasa mucho más rápido, y en cada película hay que comprimir un buen pedacito de historia de la serie original, tal y como sucedía en Into the darkness, que fusionaba hábilmente el episodio "Semilla espacial" de 1967 con la segunda entrega cinematográfica de la saga, La ira de Khan (1982).
Recapitulando: Star Trek Beyond no es una película perfecta (pocas lo son). Tiene sus fallos e incoherencias del guión, que no pondremos aquí de manifiesto por eso de no hacer spoilers, además de no meter innecesariamente el dedo en el ojo a Pegg y compañía. Pero así y todo es una buena película, que mantiene el nivel de sus predecesoras e incluso las supera en algunos aspectos. A título personal, me encantaría que funcionase en taquilla y se rueden más entregas por dos motivos. Uno, para demostrar que hay vida más allá de J.J. Abrams. Y segundo, y no menos importante, como garantía de continuidad de la serie con nuevas secuelas que sigan explorando a fondo lo mejor de este universo alternativo, tan familiar y, a la vez, desconocido, hasta llegar con valentía donde nadie ha llegado jamás.
Ficha Técnica:
Star Trek Beyond. EEUU, 2016. Dir. Justin Lin. Reparto: Chris Pine, Zachary Quinto, Karl Urban, Zoe Saldaña, Simon Pegg, John Cho, Antón Yelchin, Idris Elba.
Para saber más:
Star Trek, el reboot
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