James Bond en Spectra (2015)
Agitado no mezclado, Mr. Graig |
Tras el éxito de Skyfall (2012), Sam Mendes ha vuelto a ponerse tras las cámaras para rodar una nueva película de la saga Bond donde intenta ofrecer un más que correcto punto y final a la etapa de Daniel Craig como el mejor agente al servicio secreto de su Majestad, pero ¿está esta Spectra a la altura de su predecesora, o de otras películas de la saga también coprotagonizadas por Ernst Stavro Blofeld y su siniestra organización criminal? Para responder a esta pregunta, veamos las luces y las sombras de esta cuarta (y posiblemente, última) entrega de la actual andadura del personaje.
Sinopsis:
Una arriesgada misión en México pone a James Bond tras la pista de una siniestra organización criminal cuyos tentáculos se extienden a través de las principales agencias de inteligencia del mundo, y liderada por un protagonista del pasado del propio agente 007.
Comentario:
En Spectra (2015) Sam Mendes y los guionistas John Logan, Neal Purvis y Robert Wade intentan sacar adelante una premisa tan sugerente como complicada: introducir a un nuevo personaje, del que no sabíamos nada hasta la fecha, y convencernos de que es el cerebro en la sombra que ha movido todos los hilos de la trama desde Casino Royale (2006) en adelante. El resultado es un tanto irregular pese a los esfuerzos de Christoph Waltz por dotar de cierto carisma a esta versión 2.0 de Ernst Stavro Blofeld, un villano clásico de la saga que ya aparecía en las novelas y relatos originales de Fleming, y que ahora resurge de sus cenizas para convertirse en la Némesis definitiva del nuevo 007. Una recuperación sorprendente, por cuanto choca con ese aire moderno y realista que Craig ha intentado darle al personaje al enfrentarle con criminales mucho más mundanos (como Le Chiffre, o Mr. White), u organizaciones como Quantum, que aquí se revela como otra fachada de Spectra. Corta un miembro... (Ah, no, que eso es de otra serie distinta). Sin embargo, frente a la deconstrucción del personaje que supusieron Casino Royale y, sobre todo, Quantum of Solace (el Bond menos Bond de toda la historia), Skyfall y Spectra suponen la vuelta definitiva a los orígenes y sirven a modo de homenaje y revisión de toda la saga (en especial, de las etapas más clásicas) aunque también es posible percibir influencias de otras franquicias recientes como la trilogía fílmica del Caballero Oscuro de Christopher Nolan cuya tercera entrega, además de poner punto y final a las aventuras del protagonista, venía a cohesionar todas las películas entre sí al recuperar personajes y tramas ya planteadas en las dos primeras. De hecho (Atención: Megaspoiler) tras derrotar a Spectra (y a Blofeld) Bond se retira del servicio activo para irse con la chica de turno (que esta vez es la definitiva) un poco en la linea de lo que hacían Christopher Bale y Anne Hathaway en El Caballero Oscuro: La leyenda renace, del 2012.
Lea Seydoux, una chica Bond con licencia para enamorar |
Volviendo a Spectra, lo primero que llama la atención son los contrastes con su predecesora inmediata. De hecho, da la impresión de que el realizador ha intentado curarse en salud y, frente a las críticas que acusaban a Skyfall de ser una película demasiado lenta y de faltarle algo de ese toque de glamour característico del personaje, ha intentado echar el resto en esta nueva entrega que, pese a su desmesura (casi 148 minutos), apenas da tregua al espectador, con continuos cambios de escenario (México, Londres, Italia, Austría, Tunez, etc.) y pasando de escena de acción a escena de acción a cual más a arriesgada y espectacular. Todo ello, como decíamos, envuelto y presentado al estilo del Bond más clásico, con marcadas reminiscencias de la etapa de Roger Moore, cuando no del Connery de Diamantes para la eternidad (1971).
La escena inicial de Spectra, por ejemplo ("Los muertos están vivos") recuerda a otra similar de la película Moonraker (1979) y, de hecho, el momento en el que Craig escapa del derrumbe de un edificio aterrizando sobre un sofá, y saliendo por su propio pie e impecable, sin apenas más señal del percance que unas pocas motas de polvo en el traje, es puro Moore, cuyo Bond era un auténtico figurín capaz de sobrevivir a una explosión nuclear sin despeinarse. No es esta la única referencia asimilada que encontramos a lo largo del metraje: el asesino implacable de Spectra tiene un aire a Oddjob, la mano derecha de Goldfinger, a la vez que la pelea entre este y Daniel Graig en el tren no deja de traernos a la memoria la que protagonizaron Sean Connery y Robert Shaw en Desde Rusia con amor (1963). La clínica de la doctora Swann (Lea Seydoux) recuerda a la que tenía el propio Blofeld en Al servicio secreto de su Majestad (1969), mientras que la presentación del villano remite tanto a Operación Trueno (1965) como a su remake no canónico, Nunca digas nunca jamás (1983) donde el gran interprete sueco Max Von Sidow era el encargado de ponerle rostro al lider de Spectra. Sin olvidarnos del relato corto "Octopussy", en el que aparecían mencionados por primera vez los personajes de Franz Oberhauser y su padre Hannes, y que ya inspiró en su momento la trama de la película Octopussy (1983), nuevamente protagonizada por Roger Moore. A mayor abundamiento, el emblema de Spectra (ese pulpo con los tentáculos extendidos) es el mismo que el de la organización que dirigía Maud Adams en el antedicho filme, guionizado (entre otros) por el escritor George MacDonald Frazer (Si, el autor de las aventuras de Harry Flashman, el cobarde heroico). El repaso no estaría completo sin mencionar el Aston Martin de Sean Connery en Goldfinger (y que Graig utiliza ahora), un anacronismo imposible que Mendes nos cuela con mucha elegancia, tal y como poníamos de manifiesto en un anterior artículo dedicado a Skyfall.
La escena inicial de Spectra, por ejemplo ("Los muertos están vivos") recuerda a otra similar de la película Moonraker (1979) y, de hecho, el momento en el que Craig escapa del derrumbe de un edificio aterrizando sobre un sofá, y saliendo por su propio pie e impecable, sin apenas más señal del percance que unas pocas motas de polvo en el traje, es puro Moore, cuyo Bond era un auténtico figurín capaz de sobrevivir a una explosión nuclear sin despeinarse. No es esta la única referencia asimilada que encontramos a lo largo del metraje: el asesino implacable de Spectra tiene un aire a Oddjob, la mano derecha de Goldfinger, a la vez que la pelea entre este y Daniel Graig en el tren no deja de traernos a la memoria la que protagonizaron Sean Connery y Robert Shaw en Desde Rusia con amor (1963). La clínica de la doctora Swann (Lea Seydoux) recuerda a la que tenía el propio Blofeld en Al servicio secreto de su Majestad (1969), mientras que la presentación del villano remite tanto a Operación Trueno (1965) como a su remake no canónico, Nunca digas nunca jamás (1983) donde el gran interprete sueco Max Von Sidow era el encargado de ponerle rostro al lider de Spectra. Sin olvidarnos del relato corto "Octopussy", en el que aparecían mencionados por primera vez los personajes de Franz Oberhauser y su padre Hannes, y que ya inspiró en su momento la trama de la película Octopussy (1983), nuevamente protagonizada por Roger Moore. A mayor abundamiento, el emblema de Spectra (ese pulpo con los tentáculos extendidos) es el mismo que el de la organización que dirigía Maud Adams en el antedicho filme, guionizado (entre otros) por el escritor George MacDonald Frazer (Si, el autor de las aventuras de Harry Flashman, el cobarde heroico). El repaso no estaría completo sin mencionar el Aston Martin de Sean Connery en Goldfinger (y que Graig utiliza ahora), un anacronismo imposible que Mendes nos cuela con mucha elegancia, tal y como poníamos de manifiesto en un anterior artículo dedicado a Skyfall.
Cristoph Waltz, un Blofeld para el nuevo milenio |
Por lo demás, el realizador incide en poner el foco de atención en el propio Bond e ir revelándonos más detalles acerca de su vida personal, sobre todo de su infancia y juventud tras la muerte de sus padres. Algo que ya se planteaba en Skyfall pero que aquí cobra especial relevancia (Atención: más Spoilers. De nada) al descubrir la estrecha relación que hay entre Blofeld y el agente 007. Un as que Mendes se saca de la manga y que no aparece en las novelas originales de Fleming, pero que le sirve así para reforzar esa rivalidad fraternal que confronta a ambos personajes y que recuerda un poco a la anterior entrega, donde Bond y Silva parecían hermanos enfrentados que competían entre sí por conseguir el cariño (y la aprobación) de la figura materna representada por Judi Dench. A mayor abundamiento, hay continuas referencias a las películas previas de Daniel Craig como 007 que van desde pequeños detalles (como el perro de M en el apartamento de Bond) a recuperar personajes previos, ya sea en persona (Mr. White) o en fotografía (Silva, o la propia M) dentro de ese ya mencionado empeño en que Spectra sirva para cohesionar toda la saga y resolver todos los cabos que habían ido quedando pendientes a lo largo de la misma.
Conclusión:
El resultado final, como ya adelantábamos, es algo irregular. Pasan demasiadas cosas, y a veces parece que todo ocurre porque sí, sin más justificación que la mera voluntad del guionista. Se da la curiosa circunstancia de que gente que apreció Skyfall reniega de esta Spectra, mientras que otros que criticaron el anterior filme de Mendes y Craig valoran esta vuelta a las raices del personaje y la forma tan elegante que ha tenido, ambos, director e interprete, de despedir al personaje. A título personal, yo soy de los que han disfrutado con la etapa de Craig como agente 007, en general, y con estos dos´últimos filmes, en particular. Una etapa que, salvo el bache (parcial) de Quantum of Solace se puede considerar con justicia como una de las mejores, y más sólidas, de la franquicia. Y es que mientras que en ocasiones anteriores había una continuidad (cambiaba el actor, pero se entendía que el personaje era siempre el mismo) el Bond de Craig es casi un universo cerrado en si mismo, con un punto de partida (Casino Royale), un desarrollo (Quantum of Solace y Skyfall) y un desenlace (Spectra). Lo que venga detrás, será otra cosa, pero ya no será el mismo Bond, más allá de quién tenga (a partir de ahora) licencia par matar. Las apuestas ya están abiertas y se barajan nombres tan interesantes como los de Idris Elba o Tom Hardy, el nuevo Mad Max, aunque el autor de estas líneas reconoce una especial debilidad por el irlandés Michael Fassbender, que ya ha demostrado su talento para los juegos de espías en X-Men: Primera Generación (Matthew Vaughn, 2011) o Indomable (Steven Soderbergh, 2011). El tiempo dirá pero, aquí y ahora, es el momento para despedir como se merece a este Bond que, sin duda, ha hecho historia.
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