Bond 22
Se dice de Fleming que era un mal escritor, pero un buen narrador. Tal vez sea cierto. Fleming desarrolló a lo largo de los años una “Fórmula Bond” perfecta que repetía en cada aventura del agente 007 sin que ello importase lo más mínimo a su legión de seguidores.
Las primeras novelas de Bond eran historias autoconclusivas en sí mismas, con un punto de partida, un desarrollo y un final cerrado sin fisuras. Pero también eran acumulativas. No solo hay una serie de secundarios que repiten en cada libro, sino que la serie comienza a hacerse autorreferencial a medida que en cada entrega se alude a acontecimientos que han tenido lugar en novelas previas. Todo ello permite que el protagonista evolucione y madure sin que el lector tenga la sensación de estar perdiéndose algo.
Esta costumbre cambia a partir de Desde Rusia con amor (1957). Al final de esta novela James cae envenenado por Rosa Klebb y Fleming nos deja con un palmo de narices hasta la publicación de Goldfinger (1959) donde conocemos los detalles de la recuperación del protagonista. Algo parecido ocurre en Al servicio secreto de su majestad (1963), que termina con la brusca muerte de la esposa de Bond y la fuga de su asesino, Ernst Stavro Blofeld. Bond perseguiría a Blofeld y acabaría con él en Solo se vive dos veces (1964), novela que termina con un Bond amnésico perdido en las islas del mar de Japón, cuyo destino final no conoceremos hasta el comienzo de la siguiente (y última) entrega de la saga, El hombre de la pistola de oro (1965).
¿A qué se debió ese cambio? Allá por el año 1960 Bond era ya un gran éxito de ventas, y es posible que Fleming decidiese que a sus lectores habituales no les importaría el suspense del “Jamos Bond volverá en...”.
El cine es otra historia. Desde el principio se entendió que cada película tenía que ser cerrada y autoconclusiva en si misma para que cualquier espectador pudiese incorporarse a la serie sobre la marcha, por lo que el concepto de “secuela” se difumina. Es cierto que a cada película le sucede otra, pero no hay referencias o alusiones entre ellas, y además las novelas originales se adaptan de forma desordenada, lo que influye necesariamente en la continuidad del personaje.
En este sentido la adaptación de Al servicio secreto de su majestad (1969) es una auténtica rareza, no sólo por el cambio de Sean Connery por George Lazenby, sino también porque el guión traslada a la pantalla la novela homónima con una fidelidad pocas veces vista en la saga, incluido el brusco y trágico final.
Como bien indicaba Rudy, la siguiente película – Diamantes para la eternidad (1971) – hubiera debido de ser la secuela estricta de Al servicio secreto..., pero las malas críticas y el descenso en la recaudación hicieron que los productores intentasen hacer borrón y cuenta nueva y obviar el filme precedente en la medida de lo posible, de manera que en Diamantes... apenas se hace mención a la muerte de Teresa o al afán de venganza de Bond. A mayor abundamiento, Saltzman y Broccoli recuperaron a golpe de chequera a Connery para que interpretase a un Bond setentero, cachondo y despreocupado que no encaja en el estereotipo del viudo vengador. Como explican en la página web El Servicio Secreto de Su Majestad (http://www.sssm.com.ar/ohmss.html): “Sobre el final (de Al servicio secreto...), más curiosidades y anécdotas. Se filmaron dos escenas finales, una con Lazenby llorando y la otra no (que fue la elegida). Originalmente se planearon dos escenas adicionales: el funeral de Tracy, con un helicóptero pasando a buscar a Bond, y Blofeld radio controlando el mismo ... que si les suena conocida, es porque es el teaser de Solo para sus ojos (1981). Se pensó como apertura para Diamantes para la eternidad (que tampoco se usó), pero era tan imperativo para los productores esconder bajo la alfombra a El servicio secreto..., que se obvió cualquier referencia a esta (en Diamonds Are Forever, la venganza dura 5 minutos, y durante el filme, en los encuentros Bond / Blofeld jamás salen a la luz deseos de revancha por la esposa muerta). Tardaría 12 años en ver ese teaser la luz, y recién en la era Moore (en la ya aludida Sólo para sus ojos)”.
Todo lo cual nos lleva al re-boot que supone el relanzamiento de la franquicia partiendo de cero tras la incorporación de Daniel Craig en substitución de Pierce Brosnan. Aunque es cierto que Casino Royale (2006) fue la primera aventura literaria del agente Bond es difícil enfocar la película de Craig como una precuela, como si fuera un episodio “Cero” antes de Dr. No (1962), la primera película de Connery. Para ello, el filme debería tener un aire más retro; M debería ser un hombre; etc. Hay otros detalles que no acaban de casar, como el flamante Aston Martín que Craig gana jugando a las cartas, y que Connery no adquirirá hasta Goldfinger. Por ello tal vez sea más adecuado pensar que los productores han aprovechado la ocasión para hacer limpieza en la casa depurando al personaje, quitándole buena parte del polvo y la paja acumulados estos últimos años, y empezar de cero por segunda vez. (Algo parecido a lo que Batman Begins supone para las películas anteriores de Batman de Tim Burton y Joel Schumacher).
El nuevo Bond (llamémosle la Versión 2.0) es más físico y depende menos de gadgets e inventos futuristas que sus predecesores. Aunque Craig le aporta la elegancia y el sentido del humor necesarios, su personaje corre, se pelea, suda la camiseta, mata a sus adversarios con las manos desnudas, es golpeado y torturado, resurge de sus cenizas y vuelve a por más. Curiosamente, esas características le acercan más al Bond original, el de Fleming, o incluso a la versión de Timothy Dalton, más que las precedentes de Brosnan o, desde luego, Moore, un auténtico figurín capaz de salvar al mundo sin despeinarse ni arrugar la raya del traje.
Y curiosamente, otro tic característico de Fleming que han recuperado los productores es el concepto de la secuela: Quantum of Solace comienza una media hora después del final de Casino Royale, cuando Bond interroga a Mr. White para descubrir más acerca de la misteriosa organización para la que trabaja y que es la responsable de la muerte de Vesper. Aunque tome el título de un relato corto del agente 007 incluido en la antología Solo para sus ojos (1960), es evidente que los guionistas tendrán que añadir buena parte de material original extra para estirar la película hasta los 120 minutos previstos de duración.
¿Quién será el adversario de Bond en esta nueva entrega? La respuesta no está clara, aunque en Internet se especula con que los productores tienen pensado rescatar a SPECTRA (como los empleadores de Mr. White) y que incluso se había pensado en el actor Max Von Sidow para que retomase su rol de Ernst Stavro Blofeld, que ya interpretó en Nunca digas nunca jamás (1983), una película no oficial de la saga. Como diría Sergio: “Rumores, rumores”. En todo caso en noviembre saldremos de dudas, entretanto iré colgando en el blog cualquier novedad que encuentre sobre el rodaje de este futuro Bond 22. De momento, para ir haciendo boca, aquí va el primer Teaser más o menos oficial:
Comentarios
La verdad es que espero con interés la siguiente entrega de la saga. "Casino Royale" consiguió devolverme el interés por Bond (Brosnan me gustaba como Bond, pero sus películas no terminaban de convencerme) y confieso que Daniel Craig, pese a que lo miré con desconfianza al principio, me gusta mucho como 007. Sobre todo ese 007 sin refinar, digamos, que interpreta en la primera peli. Habrá que ver por dónde nos salen en ésta.
Muy currada entrada.
Se nota que es fanssss (así, en plural, como la Agrado).
Nos vemos pronto, espero.
Por mientras, un saludote.
Coincido contigo, a ver que nos ofrecen en esta nueva entrega, pero si es tan buena como la anterior tenemos Bond para rato.
Pues sí, un gran fan del personaje, en general, y de Craig, en particular, que cada día me gusta más como actor, a ver con que nos sorprende en el futuro... Seguro que nos tropezamos en breve, que Gijón es un pañuelo. Otro saludote para ti.
¡Muchas gracias !! :o)