E.E. "Doc" Smith, el Maestro del Space Opera / 01
La reciente recuperación por parte de la extinta editorial Rio Henares de dos de las series clásicas de E. E. “Doc” Smith – El Skylark del espacio y Triplanetaria – ha servido para que una nueva generación de lectores haya redescubierto a este pionero y maestro del género, injustamente olvidado, pero cuyo talento literario y derroche imaginativo depararán una grata sorpresa a los amantes del Space Opera y la ciencia ficción de corte más clásico.
La Era Gernsback
Grandes batallas espaciales. Naves que surcan el espacio con la misma facilidad que vuela un pájaro. Héroes de una sola pieza, bellas heroínas en apuros y malos fascinantes. Antiquísimas razas alienígenas con poderes más allá de la comprensión humana. Mundos exóticos. Guerras que se libran a través del tiempo y el espacio. Mutantes y telépatas. No, no estamos hablando de Flash Gordon, aunque a primera vista pudiera parecerlo. Los protagonistas de “Doc” Smith viven aventuras que el heroico personaje de Alex Raymond solo se atreve a soñar.
El apodo no era casual ni engañoso: Edward Elmer Smith (Sheboygan, Wisconsin, 1890), más conocido como E. E. “Doc” Smith, había obtenido el Doctorado en Ingeniería Química por la Universidad George Washington en 1919, y trabajó como químico alimentario hasta 1941, año en que fue reclamado por el ejército. Sin embargo, no ha sido su trabajo como científico el que le ha dado la fama sino su talento como escritor de ciencia ficción y, en concreto, sus dos sagas fundamentales: Skylark y Triplanetaria.
La primera (The Skylark of the Space) comenzó a escribirla cuando aun era muy joven, a la edad de 25 años, con la ayuda de una vecina, Lee Hawkins, que aportó el punto de vista romántico a la novela, la cual, sin embargo, no vio la luz hasta el año 1928, en que fue publicada por entregas en la revista Amazing Stories de Hugo Gernsback, entre los meses de agosto y octubre. Gernsback fue, además, el responsable del nombre de guerra de Smith, al resaltar en la introducción de la obra su título como Doctor en Ingeniería. “Doc” Smith había nacido.
La Era Gernsback
Grandes batallas espaciales. Naves que surcan el espacio con la misma facilidad que vuela un pájaro. Héroes de una sola pieza, bellas heroínas en apuros y malos fascinantes. Antiquísimas razas alienígenas con poderes más allá de la comprensión humana. Mundos exóticos. Guerras que se libran a través del tiempo y el espacio. Mutantes y telépatas. No, no estamos hablando de Flash Gordon, aunque a primera vista pudiera parecerlo. Los protagonistas de “Doc” Smith viven aventuras que el heroico personaje de Alex Raymond solo se atreve a soñar.
El apodo no era casual ni engañoso: Edward Elmer Smith (Sheboygan, Wisconsin, 1890), más conocido como E. E. “Doc” Smith, había obtenido el Doctorado en Ingeniería Química por la Universidad George Washington en 1919, y trabajó como químico alimentario hasta 1941, año en que fue reclamado por el ejército. Sin embargo, no ha sido su trabajo como científico el que le ha dado la fama sino su talento como escritor de ciencia ficción y, en concreto, sus dos sagas fundamentales: Skylark y Triplanetaria.
La primera (The Skylark of the Space) comenzó a escribirla cuando aun era muy joven, a la edad de 25 años, con la ayuda de una vecina, Lee Hawkins, que aportó el punto de vista romántico a la novela, la cual, sin embargo, no vio la luz hasta el año 1928, en que fue publicada por entregas en la revista Amazing Stories de Hugo Gernsback, entre los meses de agosto y octubre. Gernsback fue, además, el responsable del nombre de guerra de Smith, al resaltar en la introducción de la obra su título como Doctor en Ingeniería. “Doc” Smith había nacido.
La Alondra del Espacio
El éxito de Skylark proporcionó fama instantánea a su autor a ambos lados del atlántico y le permitió continuar la serie hasta un total de cuatro entregas que forman una de las sagas más amenas y fascinantes de lo que se ha dado en llamar Space Opera o ciencia ficción de aventuras. En ella Smith nos cuenta las aventuras de un joven y atractivo científico americano, Richard Seaton, descubridor de un misterioso elemento, el metal X, que le permite construir una potente nave espacial de una rapidez y maniobrabilidad inconcebibles para la época. Acompañado de su fiel amigo Marty Crane ambos parten a bordo de la Skylark en persecución del malvado Mark DuQuesne, que ha secuestrado a las prometidas de ambos. La persecución les llevará a recorrer mundos exóticos poblados por razas no menos llamativas que recuerdan vagamente a las series de Marte y Venus de Burroughs, sólo que a una escala más espectacular y grandiosa, digna del mismo Stapleton. Si bien Smith no tiene el talento de un Weinbaum o un Vance a la hora de recrear razas y culturas alienígenas, lo suple con creces con una imaginación desbordante, un sentido nato de la aventura y una habilidad fuera de lo común como narrador.
Animado por el éxito de la primera novela, Smith escribió hasta tres continuaciones más: Skylark Tree (1930), Skylark of Valeron (1935) y Skylark DuQuesne (1965, tal vez la más floja de la serie), que aparecieron previamente serializadas en revistas como Amazing o Astounding, y posteriormente editadas en formato libro. En todas ellas repiten los mismos personajes, aunque en cada entrega el autor subía el listón de la espectacularidad con sus impactantes descripciones de los escenarios y batallas espaciales que vivían los protagonistas. Un detalle curioso es que Mark DuQuesne, el villano oficial de la saga resulta mucho más divertido y atractivo en su maldad que Seaton y compañía, y su papel va ganando a lo largo de la serie hasta ser el protagonista casi absoluto de la cuarta entrega… pese a haber muerto al final de la anterior.
En general, la serie del Skylark es bastante sencilla – que no simple – si se compara con la saga de Triplanetaria, y recuerda un poco a un híbrido entre las novelas de Burroughs y el Flash Gordon de Raymond, sin que esto suponga una crítica hacia la obra de Smith, que está contribuyendo a sentar las bases de lo que posteriormente Wilson Tucker bautizaría como Space Opera. Su Richard Seaton es el modelo del que beben personajes tan conocidos como el ya citado Gordon o el Capitán Futuro de Edmond Hamilton, otro de los maestros del género. Las tres primeras entregas de la serie fueron publicadas en su momento en castellano por las editoriales Cenit (La estrella apagada, 1961) y Novaro (¡Galaxia en peligro!, 1967 y Un mundo destruido, 1971), aunque cambiando los títulos originales. Hace pocos años el fanzine Pulpmagazine reeditó en sus números 4 a 6 la novela original, recuperando así el formato de serial con el que fue publicada originalmente.
(Continuará).
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