Poul Anderson y la Patrulla del Tiempo (2)

Anderson retomó el concepto del Tiempo y sus recovecos en Tau Zero (1970) (8), aunque esta vez desde una perspectiva más técnica y hard que en sus trabajos precedentes. En esta ocasión el autor se centra en las desventuras de la tripulación de la nave Leonora Christine la cual, debido a una avería en su sistema de impulsión acelera de forma inexorable hacia velocidades relativistas, con la consecuencia de que mientras que en el interior de la nave el tiempo prácticamente se detiene, en el exterior discurre de forma frenética hasta el punto de que los tripulantes asisten al final - y al nuevo principio - del universo. Un esquema similar al que empleó Philip José Farmer en "La sombra del espacio" (9) aunque más centrado en el concepto del tiempo y sus derivaciones que en el análisis del tejido mismo del universo, tal y como hacia Farmer en su relato.
Tras Tau Zero llegaría La nave de un millón de años (1989) (10), una novela que es en realidad la recopilación de una serie de relatos protagonizados por un grupo de individuos inmortales, gente que si no sufren un accidente o son asesinados viven para siempre sin que exista explicación científica alguna para ello. Al igual que ocurría con las familias Long de Heinlein (Las cien vidas de Lazarus Long, 1941) (11) los inmortales de Anderson también han formado una organización de apoyo mutuo para ayudarse a pasar desapercibidos y salvaguardar sus riquezas a través de los siglos. En La nave de un millón de años el autor que nos ocupa replantea un argumento recurrente dentro de la más clásica ciencia-ficción: la eternidad como hastío, el aburrimiento que supone sobrevivir año tras año mientras a tu alrededor todo cambia y tus conocidos envejecen y mueren. Una idea en la que el mismo Heinlein ahondó en la secuela de Las cien vidas de Lazarus Long, Tiempo para amar (1973) (12) y que también se puede encontrar, muy diluida, en el guión original de la película Los Inmortales (1986), escrita por Gregory Widen y protagonizada por Sean Connery y Christopher Lambert, y que dió pie a una serie de TV y saga cinematográfica que con mayor o menor nivel de calidad ha llegado hasta nuestros días. Anderson, no obstante, rehuye las peleas a espada y las persecuciones en aereomovil y prefiere centrarse en su gran pasión personal: la revisión del pasado. La nave de un millón de años atraviesa la historia entera de la humanidad y sus protagonistas - auténticos viajeros del tiempo a través de las eras - han vivido en todos los rincones y épocas del planeta.
Hemos de recordar que, paralelamente, Anderson siguió escribiendo relatos protagonizados por Manse Everard y sus compañeros de la Patrulla del Tiempo como The Shield of Time (1991; ver entrada anterior), por lo que podemos afirmar sin temor a equivocarnos que aunque entre cada uno de los títulos aquí comentados transcurran varios años, el tiempo y sus derivaciones eran uno de los argumentos favoritos del autor. Quien sabe si caso de no haber fallecido en el 2001 Anderson no nos hubiera sorprendido con alguna nueva entrega de las aventuras de Everard o de algún otro de esos héroes de acción que él sabía crear mejor que nadie para que viajaran a través del espacio-tiempo protegiendo la corriente temporal de amenazas que pusiesen en jaque el futuro de la humanidad. Si bien Poul Anderson no era Wells - ni maldita la falta que le hacia - no cabe duda de que su nombre merece figurar, con toda justicia, dentro del más selecto Panteón de Cronoescritores junto a Asimov, Heinlein o Fritz Leiber, entre otros nombres ilustres.

(8) En Ediciones B, 1997.
(9) En Biblioteca Caralt de Ciencia Ficción Nº 32 (1981).
(10) En Nova Selección, de Ediciones B, 2009.
(11) En Historia del futuro II, Acervo Ciencia Ficción (1981).
(12) En la Factoría de Ideas, Solaris nº 75 (2006).

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