El legado de la bruja de Blair


Hace poco se cumplieron los veintiséis años del estreno de
El proyecto de la bruja de Blair (1999), motivo por el cual se volvieron a reunir los tres intérpretes de la cinta original (Heather Donahue, Michael C. Williams y Joshua Leonard) para celebrar el que tal vez haya sido el mejor trabajo (o, al menos, el más exitoso) de su trayectoria profesional. El proyecto de la bruja de Blair nació de la imaginación de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, dos estudiantes de cine con mucho entusiasmo, pero un presupuesto escaso, que supieron hacer de la necesidad virtud y crear un auténtico fenómeno audiovisual echando mano de una herramienta que por aquel entonces daba sus primeros pasos: la red de redes.
En efecto, Myrick y Sánchez consiguieron rodear el rodaje (y el estreno) de un clima de expectación, creando una campaña viral que rescataba el espíritu de los antiguos filmes de found footage como Holocausto caníbal (1980), pero dándoles una nueva vuelta de tuerca de cara al nuevo milenio y la inminente generación Youtube. Vista con las perspectiva que da el paso del tiempo El proyecto de la bruja de Blair puede parecer una película floja, pero situándola en su contexto, a finales de los noventa, y viéndola a oscuras y sólo en tu domicilio, realmente impresionaba, porque la cinta apelaba a algunos de los miedos más atávicos e instintivos de la humanidad: la oscuridad; la soledad; la naturaleza inhóspita y salvaje; casas abandonadas; y lo desconocido que acecha a nuestro alrededor, ya sea bajo la forma de ruidos misteriosos o sombras que apenas se vislumbran en pantalla durante una fracción de segundo. Todo ello, unido a una eficaz campaña de marketing, convirtió el filme en uno de los éxitos más rentables e inesperados de 1999.


Myrick y Sánchez intentaron aprovechar el tirón para rodar a toda prisa una secuela: Blair Witch 2: Book of Dammed (2000) es una película con más presupuesto, pero mucho más convencional que su predecesora, aunque bebía de la misma mitología y entre las dos marcaron un antes y un después en el cine de terror, abriendo el camino a sagas como Paranormal Activity (2007), series como El río (2012) o películas como Hell House (2015), que beben de ese espíritu entre realista y documental, además de recuperar para el panteón del género la figura de la bruja malvada, un concepto clásico que, al contrario que los hombres lobo, zombies o vampiros, todavía no había pasado por un proceso de renovación para adaptarse a los nuevos tiempos y al inminente cambio de siglo.
Y es que, salvo por excepciones muy puntuales, hasta 1999 las únicas brujas que aparecían en pantalla lo hacían en comedias tan ligeras como Brujas mágicas (1981) o El regreso de las brujas (1993). De hecho, para muchos de los nacidos en el siglo pasado, nuestra bruja de referencia era Margaret Hamilton, la malvada bruja del Oeste de El mago de Oz (1939), aunque la película también establecía la existencia de brujas buenas, como Glinda (Billie Burke).


The Covenant
(1995) supuso un estimulante soplo de aire fresco al mezclar la brujería con el cine de terror adolescente característico de la época y, en cierto modo se puede considerar un precedente de Embrujadas (1998), la exitosa serie de televisión protagonizada por Alyssa Milano, Holly Marie Combs, Rose McGowan y la difunta Shannen Doherty, que interpretaban a un aquelarre de brujas “buenas” que protegían el mundo de villanos sobrenaturales y amenazas demoniacas. Nada que ver con la vieja y malvada bruja del condado de Blair y sus sucesoras, como La bruja de Robert Egger (2015) o Las brujas de Mayfair, serie de TV inspirada en la célebre saga de novelas de Anne Rice, escritora que ya en su momento rejuveneció mitos clásicos del género como el vampiro o la momia. El revisionismo no ha dejado de afectar incluso al propio mundo de Oz: ahí están Oz, un mundo de fantasía (2013) donde Sam Reimi nos explica los prolegómenos de la historia de 1939, así como los orígenes de la malvada bruja del Oeste, interpretada para la ocasión por la bellísima actriz Mila Kunis, aunque el lavado de cara definitivo no ha llegado hasta el estreno de Wicked (2024), donde se plantea que las brujas malvadas tienen que existir como contrapeso obligado y necesario a las brujas buenas, difuminando así un poco más la cada vez más confusa línea entre el Bien y el Mal característica del cine clásico.


En cuanto a la bruja que nos ocupa, en 2016 hubo una secuela directa, que ignora los acontecimientos de la cinta del 2000 e intenta recuperar el espíritu y la estética del primer Proyecto, aunque con más medios y presupuesto.
Blair Witch nos lleva de regreso al bosque original, a los escenarios de la primera entrega, e incluso tenemos la oportunidad de echarle un fugaz vistazo al ¿espectro? de la vieja bruja (dicho sea sin ánimo de ofender). Y es que, despojadas de la parafernalia diabólica que les adjudicó la Iglesia y el puritanismo anglosajón, la mayoría de las brujas no eran más que curanderas, fabricantes de ungüentos y pociones, y poseedoras de un conocimiento arcano alternativo al pensamiento científico oficial, lo que no las hacía necesariamente más peligrosas que cualquier político o banquero de la actualidad.


Filmografía parcial:

- El mago de Oz (1939).
- Brujas mágicas (1981).
- El regreso de las brujas (1993).
- Jóvenes y brujas (1995).
- Embrujadas (1998).
- El proyecto de la bruja de Blair (1999).
- Blair Witch 2 (2000).
- Las brujas de Salem (2003).
- Arrástrame al infierno (2009).
- Oz, un mundo de fantasía (2013).
- La bruja (2015).
- Blair Witch (2016).
- Las brujas de Mayfair (2023).
- Wicked (2024).

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