Estrellas muertas (Una historia del universo expandido de Star Wars) 01


Dedicado, con humildad y respeto, a George Lucas, que fue el primer y mejor cronista del Diario de las Estrellas; pero también a Brian Daley, Timothy Zahn, John Carpenter, Charles Berlitz, H. P. Lovecraft, Chris Carter, Jeff Vandermeer, los hermanos Arkady y Boris Strugatski, y Andrei Tarkovski. Todos y cada uno de ellos forman parte del ADN de esta historia.


Dramatis personae:

- Dathomar, Finn. Cartógrafo, ex-oficial Imperial. Humano.
- Faye, Iria. Comandante Imperial del DCA, asignada al Intruso. Humana.
- Fenn, Nawara. Navegante de la Moebius. Twi’leka.
- Karrt. Tripulante de la Moebius. Togoriano.
- KX9. Droide navegador y de seguridad de la Moebius.
- Mazo. Tripulante de la Moebius. Gamorreano.
- Quee, Danni. Exploradora de la Universidad Obroa-Skai. Astrónoma. Astrofísica. Especialista en biotecnología. Humana de Commenor.
- Quinn, Lex. Capitán de la Moebius. Humano de Corellia.
- Sandor, Kirten. Capitán del Intruso. Humano.
- Werner, Conrad. Coronel de la DCA, asignado al Intruso como supervisor del proyecto Sombra. Humano.


Primera parte: En lo desconocido.
Veintidos años después de la batalla de Endor.

Fue el sonido de la alarma el que sacó a Danni Quee del sueño profundo en el que se hallaba sumida. Algo había cambiado a su alrededor, y su confuso cerebro tardó varios segundos en darse cuenta de lo que era.
Ya no estaban en el hiperespacio. A su alrededor, la Moebius se sacudía y crujía mientras una gran garra invisible la sacaba de su ruta para arrojarla sin contemplaciones al espacio normal, lejos de cualquier sector conocido. Recogiendo su chaqueta de vuelo, Quee se apresuró a abandonar su camarote rumbo al puente de mando, donde ya se encontraban el capitán, KX9 y Karrt, el tripulante togoriano que desempeñaba (extraoficialmente) el puesto de oficial de seguridad.
- ¿Qué pasa? - preguntó a gritos la joven, apenas puso un pie en el puente.
- No estamos seguros - respondió Lex -. Parece como si nos hubiese atrapado alguna especie de campo interdictor, pero ahí fuera no hay nada. O, al menos, los sensores no detectan nada.
- Está ahí - intervino Karrt, en un tono tan frío como firme -. Aún no podemos verlo, pero está ahí.
En respuesta a sus palabras, una silueta comenzó a perfilarse en el exterior, como si fuese aún más sombría que la oscuridad que le rodeaba. Y al moverse, los cuatro miembros de la tripulación de la Moebius presentes en el puente de mando de la nave pudieron reconocer el perfil característico de un destructor estelar clase Interdictor, aunque diferente a todos los que habían visto hasta entonces. En vez de lucir el blanco marfileño característico de la armada imperial, esta nave era de color negro mate desde la proa hasta los motores, un negro tan apagado que parecía absorber toda la luz a su alrededor hasta volverlo prácticamente invisible. Entonces el crucero encendió las luces de posición y parte de la ilusión se desvaneció. Era más grande que la Moebius, pero no tanto como otros Interdictor que Quinn hubiese visto. Había algo diferente, algo extraño en su diseño, que iba más allá del color y el silencio antinatural con el que se movía. ¿De dónde había salido? ¿Qué hacía ahí? Y, sobre todo, ¿por qué les habían detenido?
- ¿Qué opinas, Karrt? ¿Imperiales?
- No lo sé - reconoció el togoriano -. Tal vez sea una nave mercenaria. O piratas. O pertenezca a esa Primera Orden que mencionaban en la universidad antes de la salida. En cualquier caso, sean quienes sean, nos tienen bien agarrados..
Apenas había terminado Karrt de hablar cuando la pantalla de comunicaciones se encendió, en medio de un chirrido de estática y luces parpadeantes. Una difusa silueta apareció en primer plano, no lo bastante clara como para determinar su raza, género o rango. Cuando habló, su voz sonaba igualmente confusa y distorsionada, y Quinn apenas pudo descifrar un par de palabras, entre ellas «Alerta» y «Peligro».
- Danni, échanos una mano. Karrt, ¿puedes mejorar la conexión?
- Veré que puedo hacer - gruñó el togoriano, justo cuando Finn Dathomar entraba en el puente. El cartógrafo parecía medio dormido, pero un vistazo a lo que estaba pasando bastó para terminar de espabilarle.
- Finn, tu trabajaste para el Imperio, ¿no? - inquirió el capitán -. ¿Crees que podrías hablar con ellos y averiguar qué es lo que quieren?
- ¿Son imperiales?
- Eso es lo que intentamos descubrir.
Dathomar se sentó en la consola de comunicaciones e intentó entablar alguna clase de diálogo con el emisor, pero al cabo de un rato se dio por vencido.
- No estoy seguro de que estén transmitiendo en tiempo real, Lex. Parece más bien una especie de mensaje grabado o respuesta automática, que se repite cada doce segundos.
- Según el transpondedor esa nave se llama Intruso. Pero esa es toda la información que tenemos - dijo Karrt -. No consta afiliación, ni destino actual, ni siquiera fecha de puesta en servicio.
- Imposible. ¿Has consultado las bases de datos oficiales de la marina?
- Hay una coincidencia. Hubo una nave de guerra llamada Intruso, pero al parecer fue destruida poco antes de la batalla de Endor, y era una fragata, no un destructor clase Interdictor.
- Eso no puede ser bueno - reconoció Finn -. Huele a operaciones encubiertas. Nada le gustaba más al Imperio que ocultar naves e, incluso, flotas enteras. ¿Os acordáis de Jakku? Hubo un momento en que salían súperdestructores estelares hasta debajo de los granos de arena del planeta.
- Tal vez pertenezca a alguna flota planetaria. Muchas empresas y Moffs locales compraron tecnología imperial a bajo coste después de la guerra - sugirió Danni.
- No estamos cerca de ningún planeta habitado, al menos que conste en nuestros registros. Esto son las regiones desconocidas, ¿recuerdas? En cualquier caso, creo que pronto saldremos de dudas - musitó el capitán, al notar el tirón de agarre de un rayo tractor que empezó a acercarles, inexorable, hacia la bodega de carga del Interdictor -. ¿Dónde está el resto de la tripulación?
- ¿Nawara y Mazo? Durmiendo, seguro. O muy concentrados en alguna partida de Sabacc - aventuró Danni.
- Pues haz el favor de decirles que vengan. Me imagino que registrarán la nave de arriba a abajo, y no queremos que encuentren nada que pueda meternos en problemas - aventuró el oficial, mientras el Intruso se tragaba a la Moebius como un sarlacc a una rata womp. Tras un par de sacudidas, la corbeta clase Merodeador quedó firmemente anclada en la superficie de la bahía de atraque del destructor. Con sus 195 metros de largo, parecía diminuta en comparación con la otra nave, diferencia acrecentada por el juego de sombras y luces que contribuían a dar la impresión de que el Intruso era todavía más grande por dentro que por fuera. Danni comprobó que no estaban solos: además de varios cazas TIE y un par de lanzaderas clase Lambda, había otras tres naves civiles con aspecto de llevar mucho tiempo ahí paradas.
El comité de bienvenida no se hizo esperar: dos oficiales escoltados por una docena de soldados de asalto se acercaron a la Moebius, a la vez que les hacían señas para que bajasen la rampa de acceso. Desde su posición Danni no podía verlos bien, pero le parecía que uno de ellos era una mujer, aunque vestía un modelo de uniforme desconocido para la astrofísica.
- ¿Qué hacemos? - preguntó Finn.
- Obedecer. ¿Qué, si no? - respondió el capitán -. Somos científicos, no contrabandistas. Cuanto antes echen un vistazo y se convenzan, antes nos dejarán seguir nuestro camino en paz. Espero.
- A menos que sean esclavistas - sugirió Dathomar, haciendo gala de su optimismo habitual. Danni se estremeció levemente, pero no dijo nada. Era consciente de que había muchas mafias y carteles criminales vinculados a la trata de seres vivos, pero eso parecía algo completamente fuera de lugar en aquel rincón del espacio tan alejado de la mayoría de las rutas comerciales.
Por el camino recogieron a los otros dos tripulantes: Nawara Fenn, de Twi’lek, y a Mazo, un gamorreano que se encargaba del mantenimiento técnico de la Moebius. Los seis (siete, incluyendo a KX9) componían una tripulación variada y algo exótica, para disgusto de uno de los dos oficiales imperiales, que les observó con una equilibrada mezcla entre desprecio y desaprobación.
- ¿Quién de... ustedes, es el capitán de la nave?
- Yo - dijo Lex, dando un paso adelante -. Capitán Quinn, de la nave exploradora Moebius, registrada en Corellia pero actualmente en servicio científico para la universidad de Obroa-Skai.
- ¿Y los demás?
- Son la tripulación habitual de la nave, excepto los doctores Quee y Dathomar, que pertenecen al claustro de la universidad.
- Supongo que tendrá la documentación correspondiente a mano.
- Por supuesto - dijo Quinn, tendiéndole su datapad al oficial. Este lo cogió y, sin echarle apenas un vistazo, se dio la vuelta para entregárselo a su compañera, que había permanecido hasta entonces en un discreto segundo plano. Tal y cómo Danni había advertido, la mujer vestía un uniforme diferente al habitual en la marina, negro, con emblemas en color rojo, más parecido al de los artilleros o al de los pilotos de caza, pero más sencillo y ajustado. Lo que en su caso resultaba todo un acierto, ya que acentuaba aún más las curvas naturales de su cuerpo. Llevaba el cabello tan corto que apenas se podía apreciar su color natural, aunque Lex hubiese jurado que era rubio como el de Danni. Sin embargo, ahí se acababa todo el parecido, porque mientras que la astrofísica irradiaba cordialidad, la imperial parecía generar un campo repulsor a su alrededor.

Continuará.....
  

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