Acerca de la madurez y el declive de los blogs tradicionales


Ayer pasé por uno de esos momentos puntuales que ha vivido cualquier persona que tenga un blog o cierta presencia en las redes sociales, esto es, cuando tienes que bloquear a un maleducado reincidente. Todo comenzó tras actualizar mi perfil de cine en Instagram (@we.love.cinema), subiendo una imagen de la bailarina y actriz ocasional Sandahl Bergman caracterizada como Valeria, en la versión de John Milius de Conan el Bárbaro (1982), y acompañada del texto:

«En la imagen, la actriz y bailarina Sandahl Bergman como Valeria en «Conan el Bárbaro» (John Milius, 1982) tal vez la mejor adaptación cinematográfica inspirada en la obra de Robert E. howard».

Pues bien, no habían pasado ni veinte minutos cuando otro usuario (por eso de mantener la privacidad, llamemosle «Florence») me llamó la atención por afirmar que la película de Milius fuese la mejor adaptación de Howard, cuando en todo caso era una interpretación muy libre de su obra, y que en su opinión era mucho más fiel el Conan de Jason Momoa.
Pasemos por alto que yo nunca afirmé nada, tan sólo sugerí que «Tal vez», pero como en cuestión de gustos no hay nada escrito, me limité a responderle que respetaba sus preferencias, aunque en mi opinión el Conan de Momoa no dejaba de ser un remake inconfeso (y mucho más flojo) del original.
Ahí fue cuando destapé la caja de los truenos. Florence, que debe de ser fan del Conan de 2011, me acusó de no saber distinguir un remake de una película original, además de proclamar que la versión de Momoa era mucho más fiel y cercana al espíritu original de Howard que las anteriores de Milius y Fleischer. A esas alturas parecía evidente que Florence era un fan convicto y confeso de Momoa, porque le atribuía a él todo el mérito de la película, ignorando las posibles contribuciones del director o del guionista, por poner un par de ejemplos, y como ya he mencionado, opino que no hay nada más inutil que discutir por una cuestión de gustos, así que educadamente volví a repetir que respetaba su opinión, aunque no la compartiese. Fin de la historia, o al menos eso creí yo. Cual no sería mi sorpresa cuando, a los pocos minutos, me encontré con un MD de Florence.
Mal asunto, pensé. Cuando estás dialogando con alguien en público y de repente pasa a modo privado, una de dos: o te quiere mandar un desnudo, o va a empezar a ponerse borde y no quiere hacerlo delante del resto de la gente. En efecto, Florence empezó apostando fuerte. Según él era un experto en la obra de Howard, mientras que yo no tenía ni idea de cine, ya que no sabía distinguir un remake de una película original.
Como se suele decir, hasta ahí podíamos llegar. Puede que yo no tenga un doctorado en cinematografía, pero si cierto conocimiento, y por otro lado no es que mi contertulio fuese precisamente Francis Ford Coppola. A mayor abundamiento, a mis 51 años, soy lector ávido de Robert E. Howard desde que descubrí su obra con apenas una década de edad gracias a las ediciones de Vértice de colecciones como Conan the Barbarian, Savage Tales, Savage Sword of Conan y similares, por lo que le respondí dejándole un par de enlaces de mi blog sobre la materia para que pudiese comprobar que, al menos si tenía un mínimo de idea de lo que estábamos hablando.


Ahí fue cuando las cosas se torcieron definitivamente, ya que Florence declaró «Me la suda que tengas un blog o un canal de youtube» además de añadir que el llevaba veinte años estudiando a Howard, por lo que tenía el doble de experiencia que yo, cuando en realidad es al revés, porque si tengo 51 años, y empecé a leer al autor que nos ocupa con diez, dejaré que Vds. mismos saquen sus propias conclusiones. En cualquier caso, para mi la conversación terminó en cuando a Florence empezó a sudarle su órgano reproductor, y además de manera gramaticalmente incorrecta, tal y como ha puesto de relieve hace poco don Arturo Pérez Reverte. Así que, tras señalarle que sus matemáticas estaban al nivel de su gusto cinematográfico, procedí a bloquearle.
Fin de la historia, pensé yo y pensarán ustedes. ¡Craso error! Florence tenía otra cuanta B, y antes de que pudiese dejar el móvil a un lado, me encontré con un nuevo mensaje suyo que decía:

«¿Te digo algo que no te gusta y dejas de seguirme? Menuda madurez».

Pues sí. Porque no hay nada más maduro que ignorar a descerebrados, y porque a estas alturas de la película, mi tiempo es oro y yo decido como gastarlo y, desde luego, no entra entre mis planes malgastarlo discutiendo con un maleducado. Además, en la respuesta de Florence se percibe una cierta frustración: la frustración de haber sido bloqueado antes de poder decir la última palabra. Como esos amantes despechados que, cuando su pareja les abandona, salen a la puerta a gritar: «¡Y que sepas que soy yo el que te deja!». Así que le bloqueé de nuevo y, esta vez si, logré que se diese por vencido. O igual se quedó sin más cuentas B que arriesgar, qué sé yo.
Sin embargo, con todo lo molesta que fue la experiencia, si saqué algo en limpio de mi intercambio de opiniones con Florence. Su opinión despectiva acerca de que tuviese un blog (lo del canal de youtube es un misterio también para mi) me reafirma en una idea que hace tiempo que me ronda por la cabeza: que tener, y mantener un blog, a día de hoy, es una pérdida de tiempo.


Me explico. Hace poco escribía en Twitter un comentario acerca de la cada vez menor confianza que me inspiraban las sucesivas declaraciones del Dr. Simón, y como (en mi opinión) su credibilidad profesional había quedado seriamente dañada después de tanto desmentido, cambios de criterio, dimes y diretes. Pues bien, al poco rato tenía a dos Simonettes al contraataque, defendiendo a su ídolo de mis insidiosas calumnias. El primero achacaba mis críticas a la envidia (aunque no especificaba a qué), mientras que la segunda, mucho más ingeniosa, sugería:

«Calla, hombre. ¿No ves que Alejandro tiene un blog? Seguro que se cree mucho más listo que nadie».

Si cruzamos ambas opiniones, llegamos a la conclusión ya expuesta un poco antes. Cuando empecé con el Zoco, allá por el 2006, escribir un blog era algo novedoso y, hasta cierto punto, tenia algo de prestigio. Era una herramienta de artistas, científicos, escritores, gente que - se suponía - tenía algo interesante que decir. Pero los tiempos han cambiado. Hoy día cualquier indocumentado (como Florence) puede tener un blog, y un canal de Youtube, y hasta su propia página web, mientras que muchos de aquella primera oleada de blogueros entusiastas han ido abandonando por el camino, como los amigos Miguel Cane o Diego García cruz, para dedicarse a otras actividades más provechosas, ya sea desde el punto de vista personal o crematístico. Y los pocos que todavía siguen al pie del cañón (como yo mismo) muchas veces lo utilizan como una herramienta auxiliar de su trabajo. Por ejemplo, en el caso de que tengan una editorial, o sean escritores en activo. Yo, por mi parte, cree el Zoco y lo he mantenido contra viento y marea por amor al arte y nada más. Sin embargo, tal vez Florence tenga razón. Si cualquiera puede tener un blog, un blog no es nada, no supone mayor garantía de talento o conocimiento que un Master de encargo o una tesis plagiada, aunque sea más fácil y barato de falsificar. Por eso Florence puede decir que todo mi trabajo se la suda, o una Simonette que igual no sabe escribir con un procesador de textos más complicado que el teclado de su iPhone puede permitirse hacer un chiste con catorce años de trabajo, esfuerzo, artículos, reseñas, análisis, relatos y retrospectivas. Porque ahora tener un blog (dicho con acento pijo de Malasaña) es una pérdida de tiempo, ese tiempo que poco antes decía que es oro y que no merece la pena malgastarlo discutiendo con Florences, Simonettes y otros ejemplares de esa fauna obtusa y dañina que de un tiempo a esta parte prolifera por Internet, en general, y las redes sociales, en particular. Y sin embargo, si me rindo, ellos (y ellas) ganan, por lo que irónicamente su falta de respeto y su mala educación son los mejores argumentos para seguir adelante. Aunque mis ideas se la suden a Florence y a otros tantos pretenciosos engreídos como él mismo (dicho sea con perdón: son sus palabras, no las mías).

Comentarios

fjsi ha dicho que…
Culpa tuya por tener RRSS XD
El mayor favor que me pudo hacer Facebook fue echarme a patadas, total, no solo no publicaba mis cosas allí sino que tenía la desfachatez de poner ¡enlaces externos!
Luego Twiter... siempre me pareció la mayor máquina de soltar gi1ip0lleces que ha inventado la humanidad, además de ser lo más parecido en digital a una barra de bar justo antes de que el jefe eche a la parroquia habitua para cerrar. Ni se me ocurió nunca abrirme una cuenta.
El resto de las moderneces... no veo en que mejorarían mi vida, al contrario, por lo que dices creo que me la complicarían.
Así que ahí sigo con el Sitio, no tiene muchas visitas, hace años que dejó de ser relevante (¿alguna vez lo fue?) y me entretiene tanto a nivel técnico como "cultural".
De tarde en tarde viene un ejército de trolls a intentar pegarme con sus puñitos porque he publicado algún artículo controvertido, pero.. como bien apuntas en el artículo ¿qué me va a contar a mi un niñato que ni había nacido cuando el Sitio ya llevaba años de andadura? Tampoco es cuestión de dudar sistemáticamente del criterio de la "juventú", pero las formas "twiteras" no funcionan con los que "invenamos" internet.
Así que tu mantén abierto el Zoco, disfruta con él, y de lo que te vengan a contar cuatro chalaos fundamentalistas, ni put* cas*.

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