Del papel al celuloide. El auge del cine de superhéroes


El Universo Cinematográfico Marvel. El Universo Cinematográfico DC. Películas de superhéroes rompiendo records de taquilla, alabanzas del público y de la crítica, y ganando premios en festivales de cine de tanto prestigio como el de Venecia o la gala de los Oscar. Si todo esto nos lo hubiesen sugerido en 1996, hubiéramos pensado que era el producto de una alucinación provocada por la falta de sueño y el consumo excesivo de sustancias alucinógenas. Y, sin embargo, es cierto, como demuestra la espectacular acogida que han tenido filmes tan recientes como la nueva versión del Joker de Todd Philips (2019) o la última entrega de los Vengadores, Endgame (2018).
Sin embargo, no siempre fue así. Hubo un tiempo, como decíamos, en que las cintas sobre superhéroes eran cine de serie B a la Z, carne de cañón para su estreno directo en televisión o videoclub, y su visionado ocasionaba en el espectador aficionado al comic una mezcla a partes iguales entre sonrojo y enfado al descubrir lo que habían hecho en Hollywood con su personaje o grupo favorito. En realidad, la explicación era bastante prosaica. Las películas no eran más que un intento de explotar en pantalla la popularidad de algún personaje del comic, en una época en la que el mismo comic estaba infravalorado y los estudios no confiaban en la capacidad de este de arrastrar masivamente al público a las salas de cine. A mayor abundamiento, cine y comic eran dos industrias diferentes, sin apenas puntos de contacto entre ambas. Los guionistas de cine no escribían comics, y la mayoría de las veces, tampoco los leían, al contrario que ahora, cuando cualquier guionista es un experto en la cultura popular, y gente del calibre de Kevin Smith o J. Michael Straczynski no tienen reparos en fichar por Marvel, DC o cualquier otra editorial del mercado.


La primera en dar en la diana fue DC Comics con el Superman de Richard Donner (para mi, esto incluye la segunda película, aunque venga firmada por Richard Lester). Con un reparto y una producción de lujo, fue un auténtico fenómeno de taquilla y demostró que las películas de superhéroes podían ser rentables más allá del telefilme o el serial pulp. DC volvió a dar en la diana con el Batman de Tim Burton, la cual desató una auténtica batmanía que se prolongó durante buena parte de los noventa. Verdad es que se trata estos de sus dos personajes más emblemáticos, mientras que otros miembros del Universo DC han tenido menos suerte, como es el caso de Swamp Thing (Louis Jordan, 1982) o Green Lantern (Martin Campbell, 2011).


A Marvel le costó un poco más despegar. Dejando a un lado las series televisivas de El increíble Hulk y Spider-Man, la primera versión de El castigador (Mark Goldblatt, 1989) es poco más que un telefilme de bajo coste; el Capitán América de Albert Pyun produce más vergüenza ajena que otra cosa, al igual que los 4F de Roger Corman, y Howard un nuevo héroe (Willard Huyck, 1986) estuvo a punto de tirar por tierra no ya el incipiente UCM, sino el potencial mismo de las adaptaciones del comic a la gran pantalla, además de arruinar la carrera de su director. El único éxito destacable de la Casa de las Ideas durante este intervalo es la adaptación de Conan el Bárbaro de John Milius (1982), que si bien no es un personaje creado por Marvel, esta sí que poseía por aquel entonces los derechos para publicar comics inspirados en la obra de Howard.


Conviene señalar que mientras que DC es «propiedad» (en realidad son filiales pero eso, como se suele decir, es otra historia) de la productora de cine Warner Bros, Marvel ha tardado mucho más en tejer esa red de acuerdos y alianzas que han desembocado en Marvel Media y el UCM, sobre todo a partir de la adquisición de la casa por parte del emporio Disney, propietario asimismo del antiguo imperio de George Lucas y, más recientemente, de Fox Entertaiment (propietaria de los derechos sobre los 4F y la Patrulla X). Pero antes de eso la práctica habitual era negociar un acuerdo con diferentes productoras para rodar una (o varias) película sobre un determinado personaje o título de la casa, lo que provocó que en un determinado momento, a principios de siglo, y con el UCM en ciernes, Marvel se encontrase con que no poseía los derechos sobre algunos de sus personajes emblemáticos como Spider-Man (Sony), los Cuatro Fantásticos o los X-Men (Fox), lo que le obligó a tirar de los Vengadores y empezar a desarrollar su particular universo cinematográfico con Ironman (Jon Favreau, 2008). Pero antes de eso otros personajes Marvel desfilaron por la gran pantalla con mejor o peor fortuna, como es el caso de Blade (Stephen Norrington, 1998), Nick Fury (Rod Hardy, 1998), Daredevil (Mark Steven Johnson, 2003), El Castigador, esta vez interpretado por Thomas Jane (Jonathan Hensleigh, 2004), Elektra (Mark Steven Johnson, 2005) o El Motorista Fantasma, protagonizada por Nicolás Cage y dirigida, de nuevo, por el incombustible Mark Steven Johnson en 2007. Todos ellos filmes aislados, lejos de ese espíritu colectivo que desembocaría en el UCM.


Paralelamente, Fox daba en la diana con su saga de los X-Men, inaugurada por Bryan Singer en el 2000. Una vez solucionados los problemas de derechos, el Spider-Man de Sam Reimi irrumpía en pantalla en 2002 con el rostro de Tobey Maguire, y en 2004 era el turno de Los Cuatro Fantásticos, con un Chris Evans en el papel de la Antorcha Humana que poco sospechaba, por aquel entonces, que acabaría dando vida al primer Vengador. Y al año siguiente, DC recuperaba terreno con el estreno de la laureada trilogía del Caballero Oscuro rodada por Christopher Nolan. A estas alturas la fiebre súper heroica era imparable y las productoras cinematográficas rebuscaban ansiosas entre el catálogo de las diversas editoriales en busca del siguiente blockbuster. Singer se estrelló con su muy personal homenaje al mito de El Hombre de Acero, Superman Returns, en 2006, pero Zack Snyder se apuntó un tanto con su inspirada adaptación de The Watchmen (2009) que le abrió las puertas para sentar las bases del (relativamente) fracasado UCDC con El Hombre de Acero (2013) y Batman vs Superman (2016). Otros estrenos naufragaron sin compasión, como la tercera versión de El Castigador, Diario de Guerra (Lexi Alexander, 2008), la antedicha Green Lantern, o el remake de Conan perpetrado por Marcus Nispel en 2011, con un Jasón Momoa que años después se sacaría la espina (nunca mejor dicho) gracias al éxito de Aquaman (James Wan, 2018). Sony relanzó el personaje de Spider-Man en 2012 de la mano de Marc Webb y Andrew Garfield, para llegar finalmente a un acuerdo con Disney por el cual el personaje se integraría en el UCM, aunque con un nuevo rostro (Tom Holland) y orígenes revisados.


A día de hoy la fiebre continua, aunque empieza a dar síntomas de agotamiento. El cine de súper héroes ya no es tan sorprendente y novedoso como al principio. Con cada estreno, la sensación de «Ya visto, ya repetido» aumenta entre el público, a la vez que cineastas de prestigio como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola o Ken Loach se desmarcan del género, e incluso le niegan la categoría de ser auténtico cine. Películas como Capitán América: El soldado de invierno (Anthony Russo, 2014), Deadpool (Tim Miller, 2016), Brightburn (David Yarovesky, 2019) o el Joker de Todd Philips (2019) suponen un relativo soplo de aire fresco, en cuanto a que se apartan de los cánones y estereotipos del género para aportar un punto de vista diferente (y más original) sobre el mismo. Sin embargo, las productoras se resisten a abandonar el filón hasta dejarlo completamente seco y agotado. Tal es el caso de Marvel que, finalizada la primera fase de su UCM, prepara nuevos estrenos cinematográficos a la vez que recicla a varios de los supervivientes de Endgame en series de televisión como El Halcón y el Soldado de Invierno, o la Viuda Negra.


DC, por su parte, ha tenido más suerte con la pequeña pantalla que con el desarrollo de su propio universo cinematográfico. Series como Arrow, Flash, Supergirl, La Patrulla Condenada o Los Titanes no solo han funcionado bien, sino que han sabido crear un universo compartido mucho más sólido que sus hermanas mayores, hasta el punto de rodar su propia versión de Crisis en Tierras Infinitas: un multicrossover del Arroverse que, además de los personajes habituales, incluirá cameos de gente como Tom Welling (Smallville), Brandon Routh (Superman Returns) o Robert Wuhl (el periodista Alexander Knox del primer Batman de Tim Burton), e incluso se ha especulado con la posibilidad de que Michael Keaton regrese para encarnar al Batman del futuro, y mentor de un nuevo guardián de Gotham City. Pero antes será el turno de las secuelas de Wonder Woman, Aquaman y Shazam!, además del reboot de El Escuadrón Suicida y el nuevo Batman de Matt Reeves, encarnado por Robert Pattinson, con Zoe Kravitz como Catwoman, en la mejor tradición de Halle Berry y Eartha Kitt.
Lo que cada vez parece más evidente es el cambio de paradigma impuesto por la nueva moda. Y es que si antes, como ya adelantamos al principio, las películas se concebían como un medio más de explotar el éxito del comic, pero sin mayor repercusión, ahora son estas las que marcan la batuta mientras que el comic va a remolque, asumiendo los cambios que se introducen en pantalla. Por eso el Nick Fury de toda la vida ha desaparecido del universo Marvel tradicional para dejar paso a su homólogo Ultimate inspirado en el actor Samuel L. Jackson, mientras que Tony Stark cada vez se parece más a Robert Downey Jr. (y Aquaman, a Jasón Momoa) y el pasado de Hydra se actualiza con efecto retroactivo. A saber cuánto falta para que descubramos sobre el papel que Ojo de Halcón, efectivamente, está casado y tiene dos hijos, o que Bucky Barnes y el Capitán América tenían la misma edad y ya se conocían de antes de la guerra. Y es que a día de hoy las películas dan mucho más beneficios que los comics, por lo que Marvel - y DC - corren el peligro de perder de vista sus raíces al olvidar que las modas al fin y al cabo son pasajeras, y que puede que dentro de cinco, diez o quince años, ya nadie haga cola o se muera de impaciencia por asistir al estreno de Los Vengadores XII, el enésimo reboot de Spider-Man, la última de la Patrulla X, o el nuevo volver a contar lo mismo del Señor de la Noche. En exceso, hasta el mejor plato acaba por saturar.

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