De "Blade II" a "The Strain": Guillermo del Toro y la Trilogía de la Oscuridad
Uno de los aspectos más interesantes de Blade (Stephen Norrington, 1998), aparte de ser la primera película que adaptó con cierta decencia un personaje Marvel en pantalla, era la forma que tenía de presentar la sociedad vampírica, lejos del estereotipo gótico, nostálgico y algo ambiguo impuesto por Anne Rice tras su famosa Entrevista con el vampiro (1976), para ofrecernos en su lugar una imagen moderna, colorida, vitalista, de no muertos que visten a la última moda, se divierten saliendo a bailar en discotecas especialmente acondicionadas para ellos, y se comportan más como una empresa multinacional (con sedes, balances y reuniones de accionistas) que como la típica comuna de nosferatus decrépitos escondidos entre ruinas y paisajes siniestros. De hecho, buena parte del argumento de la película se basa en el enfrentamiento entre la Nación Vampira dirigida por un serio y tradicional Dragonetti (Udo Kier) y la facción rebelde, más “joven” y radical, liderada por Deacon Frost (Stephen Dorff).
La cosa cambia con la llegada de Guillermo del Toro en la segunda entrega de la saga (2002), donde conocemos a Damaskinos (Thomas Kretschmann), el auténtico poder tras la Nación Vampira. El cineasta mexicano es un experto en mezclar modernidad y tradición y, si bien respeta muchos de los postulados de la anterior película, su Damaskinos se asemeja más al nosferatu de Klaus Kinski (1979) o al vampiro descarnado de Salem’s Lot (Tobe Hooper, 1979) que al figurín representado por Udo Kier. A mayor abundamiento, del Toro nos presenta una nueva generación de vampiros, más ágiles, resistentes y letales, que en buena medida se pueden considerar como el precedente directo de los chupasangres de The Strain, la serie de televisión inspirada en la trilogía de la Oscuridad, escrita entre 2009 y 2011 por Chuck Hogan y el propio Guillermo del Toro. Al igual que estos, los vampiros de Blade II prescinden de colmillos y tienen un aspecto más inhumano y bestial que los personajes clásicos de Anne Rice. A este respecto, una revisión detallada de la película y de las novelas permite encontrar más de un paralelismo entre ambas. Tanto en Blade como en The Strain, los vampiros tienen unos textos sagrados (Los archivos de Erebus, frente al Occulis Mundi); el armamento que diseña Setrakian se parece al que Whistler fabricaba para Blade; el personaje de Quinlan (el Nacido) guarda más de un parecido con el cazavampiros Marvel (ambos fueron convertidos en el vientre materno); e incluso hay escenas similares en ambas sagas, como la autopsia que Leonor Varela le practica a uno de los vampiros mutados en Blade II, y que tiene su réplica en una secuencia similar de The Strain, donde son Eph y Nora los que diseccionan a uno de los infectados del vuelo de Regis Air. Para más inri, el Amo parece una versión menos refinada pero igual de ambiciosa que el antedicho Damaskinos, con el que comparte un desprecio absoluto por los seres humanos, así como una determinación obsesiva que les lleva a usar y sacrificar peones con absoluta indiferencia, incluso aunque sean su familia, tal y como hace con sus hijos el villano de Blade II.
Con esto no pretendemos insinuar que Nocturna & The Strain sean una copia descarada de Blade II, ni mucho menos. Tan sólo que en el guión de dicha película parece encontrarse en germen de muchas de las ideas que Guillermo del Toro desarrollaría después, por escrito, junto a Chuck Hogan, y que veríamos finalmente en pantalla en la serie de televisión. Una curiosa reinterpretación del mito del vampiro que bebe tanto de los mitos y leyendas clásicos de la Europa del Este como de la aportación de autores más recientes, entre los que cabe destacar a Richard Matheson, Joss Whedon, David Wellington o Suzy McKee Charnas, cuyo Edward Weyland presenta también varios puntos en común con los vampiros de The Strain, siendo el más evidente su manera de ingerir la sangre mediante un aguijón, en vez del tradicional mordisco, aunque su aspecto sea más normal y menos aterrador que el del Amo. Por cierto que, volviendo al Nacido, Quinlan (Vos) es también el nombre de un caballero Jedi algo ecléctico e inconformista, creado por John Ostrander y Jan Duursema en la serie de comic Star Wars: Republic, de Dark Horse Comics, y que recientemente ha recuperado la escritora Christie Golden en una novela ambientada durante las Guerras Clon, titulada Discípulo oscuro, donde comparte protagonismo con Asaj Ventress, la antigua secuaz del conde Dooku. Todo lo cual no hace sino confirmar la vena friki de Guillermo del Toro, algo que - por otra parte - no es que fuera precisamente un secreto, como cualquier conocedor de su filmografía habrá podido comprobar.
Hasta aquí hemos hablado indistintamente de The Strain y de la trilogía de novelas en la que se inspira como si fueran la misma cosa. Lógico, hasta cierto punto, pero como suele suceder con muchas adaptaciones literarias al medio televisivo (o cinematográfico), algunos aspectos de la historia cambian al ser llevados a la pantalla, y esta no es una excepción. Aunque el punto de arranque sea casi igual en ambas versiones (la llegada del Amo a Nueva York) las diferencias empiezan a notarse ya casi desde el primer capítulo (o episodio).
- En la serie de televisión se incluyen personajes nuevos que no aparecen en las novelas, como es el caso de Dutch Velders o de la secretaria de Palmer Eldritch, por poner dos ejemplos.
- Al introducir nuevos personajes, las relaciones entre los protagonistas originales cambian, como es el caso de Nora, que en la serie sigue atraída por Eph mientras que en las novelas sus sentimientos evolucionan hasta enamorarse de Fet que, sin Dutch de por medio, corresponde abiertamente a su amor. Por cierto, el personaje que interpretaba Mia Maestro muere en la segunda temporada por culpa de Zack, que en las novelas no es ni la mitad de caprichoso, antipático y desagradable que en pantalla.
- Otros personajes que sí aparecen en los libros cobran más protagonismo en pantalla, como Thomas Eichorst (Richard Sammel) o el propio Setrakian, que sobre el papel fallece al final de la primera novela.
- En general, el tiempo transcurre más rápido en los libros. Al final de Nocturna (2009) el Amo prácticamente controla Nueva York; al final de Oscura (2010), el mundo; y en el tercer libro (Eterna, 2011) el planeta está dominado por los vampiros y tan sólo sobreviven unos pocos núcleos de resistencia humana, mientras que en la serie llevan cuatro temporadas pugnando por contener la infección dentro de los límites de Manhattan.
Como vemos, la serie va tomando poco a poco su propio rumbo, ampliando y expandiendo el universo original de las novelas, tal y como ocurrió en su día con Los Inmortales (1992-1998) o Stargate (1994, y posteriores). Con sus más y sus menos, The Strain presenta una curiosa visión alternativa del vampirismo, muy diferente de las versiones canónicas de Bram Stocker o Anne Rice, pero a la vez respetuosa con su esencia. En su bestialismo, los no muertos de The Strain recuerdan más a los feroces depredadores de David Wellington que a los melifluos y atormentados chupasangres de Entrevista con el vampiro, sus secuelas y demás imitaciones. Un nuevo tipo de vampiro para un nuevo milenio donde el miedo a lo desconocido convive con nuevos peligros como el terrorismo global, las amenazas biológicas o la incertidumbre de la globalización. De momento la serie sigue en marcha, aunque su emisión en España ha ido de mal en peor, relegada por Cuatro a un horario cada vez más nocturno e intempestivo, a lo que hay que sumar los continuos cortes publicitarios que alargan sine die la duración de cada episodio, por lo que casi resulta preferible esperar a su edición en DVD para poder verlos a gusto y sin la tortura de los retrasos o las interminables pausas publicitarias. Aunque en esto (como en casi todo) también habrá opiniones para todos los gustos.
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