El destino de la Fundación


En 1981 aparecía en las librerías Los límites de la Fundación, la primera novela de Isaac Asimov en retomar los acontecimientos de su célebre trilogía de las Fundaciones desde 1953, año en que se publicó Segunda Fundación. Entre una y otra había pasado mucho tiempo. En el ínterin, Asimov escribió su célebre trilogía del Imperio; El fin de la Eternidad (1954); las dos primeras novelas de la serie de los Robots (Bóvedas de Acero, 1954, y El sol desnudo, 1957) y la serie de seis libros protagonizada por Lucky Starr, el Ranger del Espacio.
A partir de 1960 la producción de Asimov se diversificó. Sin abandonar del todo la ciencia ficción (siguió escribiendo, sobre todo, relatos cortos) el buen doctor prefirió explorar otros géneros, como la narrativa histórica o la divulgación científica, donde también cosechó numerosos éxitos. No fue hasta 1972 que volvió por sus fueros con Los propios dioses, una novela experimental y arriesgada, con cierto espíritu New Age, pese a lo cual tuvo una buena acogida, lo que unido a la presión de sus lectores (y editores) terminó de animar a Asimov para abordar, por fin, la cuarta entrega de la serie de ciencia ficción más popular de todos los tiempos, con perdón de Dune.


Para 1980, la trilogía de las Fundaciones había envejecido mal. No en el terreno literario (Asimov era, es, un narrador excepcional) pero si en el aspecto científico y tecnológico. Resultaba extraño que en el futuro lejano de Hari Seldon no hubiese robots, ni ordenadores personales, ni teléfonos móviles, ni nada remotamente parecido a Internet. Salvo algunos gadgets puntuales, como aquellos escudos de defensa personal que usaban los comerciantes de la Fundación, en la galaxia asimoviana se sigue fumando, esnifando rapé, usando motores de combustión, e incluso en alguna parte se insinúa una especie de tecnología Steam Punk más propia de H. G. Wells que del buen Doctor. Consciente de ello, Asimov aprovechó Los límites de la Fundación para corregir muchas de esas incongruencias, así como en sus dos siguientes novelas, Los robots del amanecer (1983) y Robots e Imperio (1985), las cuales servían además como nexo entre las tres series que formaban el ciclo de Trantor o, como también se le conoce, la serie de las Fundaciones. A continuación (1986) vendría Fundación y Tierra, novela que continúa y concluye los eventos de Los límites de la Fundación y cierra, al menos por ese extremo, la cronología de la misma, ya que en obras posteriores el autor regresó a los orígenes para explorar la juventud de Hari Seldon y los comienzos de la Psicohistoria en Preludio a la Fundación (1988) y Hacia la Fundación (1993). Su prematura muerte (Hacia la Fundación apareció publicada como obra póstuma) impidió que Asimov continuase la serie con nuevas novelas, aunque sus herederos autorizaron una segunda trilogía de la Fundación (ubicada entre Hacia la Fundación y el primero de los libros de la trilogía clásica) escrita por Gregory Benford, Greg Bear y David Brin, de la que ya hablaremos en su momento.
Básicamente, la historia de Los límites de la Fundación se centra en la búsqueda del legendario planeta Tierra. Aunque en un principio Golan Trevize aborda el viaje como una excusa para localizar la todavía ignota Segunda Fundación, muy pronto acaba dejándose llevar por las teorías de su compañero, el historiador y mitólogo Janov Pelorat. Sin embargo, su búsqueda acaba llevándoles no a la Tierra sino a Gaia, un planeta cuyos habitantes siguen una variante biológica de la tres leyes de la Robótica, y que se oponen al plan Seldon, sea cual sea la Fundación que lo lleve a cabo. De hecho, se descubre que los habitantes de Gaia son unos mentalistas superiores a los de la segunda Fundación, y que el Mulo era un nativo renegado del planeta. Tras un tenso empate, Trevize se decide a favor de la opción Gaia / Galaxia, abandonando el plan Seldon de forma definitiva.


Sin embargo, al comienzo de Fundación y Tierra, Trevize se cuestiona su decisión. Quiere creer que ha escogido la opción correcta, pero necesita estar seguro, por lo que en compañía de Pelorat y la gaiana Bliss reemprende su búsqueda del mítico planeta Tierra. Tras muchas (y peligrosas) aventuras en los antiguos mundos espaciales, los exploradores llegan por fin a la órbita de la Tierra, ahora convertida en un mundo radioactivo e inhabitable. Sin embargo, alguien les espera en la luna: un viejo secundario de la serie que ha estado moviendo los hilos de la trama desde detrás del escenario durante incontables años: R Daneel Olivaw, el viejo colega de investigaciones de Elijah Bailey, papel este, el de supervisor en la sombra, que el propio Asimov insinuaba en Robots e Imperio y cimentaría poco después en Preludio y Hacia la Fundación. Daneel reafirma a Trevize en su decisión, aunque al hacerlo incurre en una aparente contradicción, ya que si el futuro de la galaxia pasa por el ecosistema Gaia, ¿qué pasa con el destino del Plan Seldon y esos extractos de la biblioteca Galáctica que encabezan numerosos capítulos de la serie original? ¿Cómo pudieron ser escritos, si ambas Fundaciones han fracasado y la galaxia se ha convertido en una gestalt ecológica, sostenible, igualitaria y sororaria? Lo cierto es que no hay ninguna novela oficial que vaya más allá (cronológicamente) de Fundación y Tierra salvo Crisis Psicohistórica (2001) de Donald Kingsbury cuyo argumento, al no estar autorizado por los herederos de Asimov, no se puede considerar canónico. En líneas generales, Kingsbury se circunscribe a la trilogía original, obviando tanto Los límites de la Fundación y su secuela, como Preludio y Hacia la Fundación.
El propio Asimov aventura una explicación al misterio en Los límites de la Fundación, al mencionar de pasada los acontecimientos de su novela El fin de la eternidad y sugerir - a través de Pelorat - que tal vez la realidad que conocen los protagonistas es el resultado de una manipulación temporal que buscaba favorecer el desarrollo de la especie humana como predominante en la galaxia, pero no es la única realidad de todas las posibles. De tal forma, el ciclo de las Fundaciones no sería tanto la historia del Futuro como uno más de los futuros probables de la humanidad.
Yendo a un terreno más personal, y con la perspectiva que da el tiempo, Los límites de la Fundación y Fundación y Tierra son dos novelas flojas. Tras un arranque más o menos interesante, se repite el esquema de entregas anteriores (la búsqueda de un planeta) y el desarrollo de la trama se ve lastrado por las continuas charlas sobre los temas más peregrinos entre Trevize y Pelorat. Pero es que, además, aunque se supone que apenas transcurre un lapso de tiempo entre una y otra, hay algunos cambios incongruentes entre ambas novelas, como el personaje de Bliss que en Los límites se insinúa como robot humaniforme, pero que en FyT es claramente humana o, al menos, el tema no se vuelve a mencionar. Tampoco queda claro porqué Trevize se cuestiona tanto su decisión después de haberla tomado, o por qué siente esa poca disimulada hostilidad hacia Bliss y la espaciana Fallom. Las conversaciones a tres bandas entre los personajes siguen resultando aburridas, cuando no insoportables. Y la resolución final de la historia, que traiciona todo lo expuesto en la trilogía clásica, no fue del agrado de algunos lectores, entre los cuales se reconoce incluido el autor de estas líneas. Tanto trabajo para crear el plan Seldon y las Fundaciones, para que después aparezca un planeta poblado por hippies espaciales y un sólo individuo decida el futuro de la humanidad. Es decir, que pasamos de estar controlados por la primera Fundación a la Segunda y después por Gaia, sin que la mayoría de la gente tenga ni voz ni voto al respecto. Todo muy democrático. Y la decisión final recae en manos de un individuo tan prepotente y desagradable como Trevize, que ni siquiera está convencido de sus motivos, ni tampoco nos queda claro que no esté controlado por alguna fuerza externa a él, como Bliss o Daneel. Por no hablar del propio robot humaniforme, que se auto otorga el papel de protector de la humanidad pero que a la manera de los tiranos de la antigüedad, prefiere gobernar para el pueblo sin contar con el pueblo.
Probablemente, el hiato de tiempo entre la trilogía clásica y sus dos secuelas explique buena parte de estos defectos, en mi opinión, que pueden ser virtudes desde el punto de vista de otros asimovianos más generosos. La hipótesis Gaia fue desarrollada en 1969 por el químico James Lovelock, aunque no se divulgó de forma masiva hasta 1979, poco antes de la aparición de Los límites, lo que podría explicar ese giro radical de Asimov desde una aristocracia científica hacia una galaxia más ecológica y sostenible, aunque fuese a costa de sacrificar el plan Seldon. Otra cosa es esa obsesión por dejar la decisión última en manos de una sola persona, sea un robot o un tipejo tan desagradable como Trevize, lo cual parece lo más opuesto a la armonía de grupo de la que tanto presumen Bliss / Gaia.


En resumen, Los límites y FyT me parecen dos novelas absolutamente prescindibles, que no superan el final de Segunda Fundación, y dan un giro de tuerca (a peor) a lo que hasta entonces conocíamos sobre el devenir de la humanidad. Otra cosa son las precuelas, donde Asimov nos presenta a un Hari Seldon más joven cuya interacción con robots humaniformes como Dors Venabili o el antedicho Daneel Olivaw le ayuda a desarrollar y perfeccionar la ciencia de la Psicohistoria, que bebe directamente de la famosa Ley Zero de la Robótica, que es la misma que se aplica en Gaia, de tal manera que el círculo acaba cerrándose sobre si mismo al volver la serie sobre sus más remotos orígenes: los robots, la lucha con los espaciales y el origen del Imperio. Puede que algún día otro autor de prestigio se anime a continuar los eventos de Fundación y Tierra. No importa. Para mí, la historia terminó con Preem Palver contemplando aquellas estrellas que en ninguna otra parte eran tan numerosas como en el centro de ese enorme núcleo de materia que el hombre llama la Galaxia.

Bibliografía:

- El fin de la eternidad (1955).
- Bóvedas de acero (1954).
- El sol desnudo (1957).
- Los robots del amanecer (1983).
- Robots e Imperio (1985).

- En la arena estelar (1951).
- Las corrientes del espacio (1952).
- Un guijarro en el cielo (1950).

- Preludio a la Fundación (1988).
- Hacia la Fundación (1993).
- El temor de la Fundación (1997).
- Fundación y Caos (1998).
- El triunfo de la Fundación (1999).
- Fundación (1951).
- Fundación e Imperio (1952).
- Segunda Fundación (1953).
- Los límites de la Fundación (1982).
- Fundación y Tierra (1986).
- Crisis Psicohistórica (2001).

Comentarios

Entradas populares