La Era del Cambio /01


Dedicado al amigo Pablo C., en recuerdo de aquellas interminables y emocionantes partidas al juego de rol de La guerra de las galaxías.
La Era del Cambio es la secuela de El largo camino de vuelta a casa. Ambos relatos se pueden leer por separado pero, para una mejor comprensión de la historia, es mejor saber lo que ha pasado hasta ahora. 

Introducción:

No hubo nadie presente para contemplar el final de la nave. Esta había logrado huir de sus perseguidores, aunque no sin sufrir graves daños que la obligaron a regresar al espacio real antes de tiempo, en las proximidades del sistema Deneba. Guiándose un por un primitivo radiofaro, los escasos supervivientes de la tripulación intentaron realizar un aterrizaje forzoso, pero nada más entrar en la atmósfera del planeta se vieron atrapados por una de las frecuentes (y violentas) tormentas de arena de Deneba IV. A ciegas, con la mayoría de los sistemas de a bordo fallando o enviando mensajes de error, la nave equivocó el rumbo hasta chocar con una formación rocosa cercana. El impacto devastó la ladera de la montaña, aniquilando al resto de la tripulación y sepultando el vehículo espacial bajo varias toneladas de piedra y rocas. El viento y la arena terminaron de hacer el resto, de tal manera que al cabo de un par de horas apenas quedaba huella alguna del accidente, e incluso un ojo experto hubiese tenido dificultades para percibir que algo había cambiado en el paisaje. Sin embargo, desde el interior de la nave, una baliza emitía incansable su señal de socorro, en una solicitud de ayuda que, en cualquier caso, llegaría demasiado tarde.

Planeta Deneba. En el interior del Mar de Dunas, junto a la cordillera Unermesslich.

- Llevábamos tiempo rastreando la zona en busca de nuevos yacimientos. Hace un par de días los detectores se volvieron locos. Pensamos que era una veta superficial, pero cuando empezamos a excavar nos encontramos con esto - explicó el prospector, mientras la agente (ahora Jefe de Seguridad) Hannah Cross examinaba el objeto que las máquinas habían dejado al descubierto al retirar la capa de rocas y arena que lo cubría, y que tenía todo el aspecto de ser el costado de algún tipo de aeronave o vehículo espacial enterrado ahí desde quien sabe cuánto tiempo.
- Por supuesto, en cuanto nos dimos cuenta de que podía ser algo importante pasamos el aviso a las autoridades correspondientes - añadió el hombre, solicito, aunque los dos sabían que estaba mintiendo. Un hallazgo de semejante naturaleza solía implicar el cierre de la excavación por un periodo de tiempo indeterminado, pero siempre mucho mayor de lo que estaban dispuestos a esperar la mayoría de mineros no sindicados. Lo más probable era que Kapra y su equipo se hubiesen sentido más que tentados de volver a enterrar la nave y olvidarse del tema, pero finalmente su sentido del deber había prevalecido sobre otras consideraciones. Hannah no estaba segura de que la segunda opción no hubiese sido mejor idea.
¿Qué le parece, Jefe? - inquirió Kapra, haciendo énfasis en su nuevo cargo.
- No estoy segura - le respondió, al tiempo que se acercaba a los restos para tocar con la palma de la mano la desgastada superficie metálica. ¿Qué clase de aleación podía ser aquella? No parecía de fabricación terrana y, sin embargo, había algo terriblemente familiar en su diseño. ¿Alienígena? ¿Centuriana? No sabría decirlo, pero de una cosa estaba segura: aquel no era un vehículo civil. Hannah Cross había servido el número suficiente de años en la Infantería de Marina como para poder reconocer una nave de guerra cuando la veía.
- Sea lo que sea, debe llevar aquí mucho tiempo - señaló el prospector, haciéndose eco de sus propios pensamientos -. ¿Había oído usted algo al respecto?
- No.
- Tal vez ocurrió mientras usted estaba fuera. Ya sabe, durante la guerra.
- Incluso así, un accidente semejante debería constar en los registros. No, esto es anterior, muy anterior a mi época. Puede que de la primera fase de la colonización, antes de que se fundase el Puerto Franco. ¿Podéis despejar un poco más esta zona? - solicitó Hannah, señalando hacia un punto del fuselaje donde podía vislumbrarse parte de un conjunto de símbolos coronado por un emblema similar a una espiral cruzada por una Y griega.
- Como no - aceptó Kapra, curioso, haciéndole señas a un operario para que enfocase una manguera de aire a presión sobre el área indicada.
- No reconozco ese idioma. ¿Qué es lo que pone?
- Es lenguaje de batalla - contestó la agente, mientras extraía su telcom para tomar varias instantáneas de la inscripción desde diferentes ángulos -. Más concretamente, es alfabeto lor. Esta es una nave de guerra lor. Por su tamaño, yo diría que una fragata, o un interceptor clase Tiburón.
- ¿En serio? - exclamó Kapra, sorprendido -. Pero ¿qué diablos hace aquí una nave de guerra lor? Estamos a años luz de Loria, por no hablar del espacio de la Sinarquía. Además, que yo sepa, los lores nunca se han acercado a este sistema.
- Buena pregunta.
- ¿Y qué significa, exactamente? - insistió el prospector, señalando hacia el símbolo de la espiral.
- Problemas - respondió Hannah, al tiempo que activaba su chip interno de comunicaciones para abrir un canal de video y audio con la Jefatura.
- Aquí la central de seguridad de Deneba. Dígame, Jefe - respondió casi de inmediato el familiar rostro de David. La imagen de su segundo al mando aparecía proyectada directamente en la retina de su prótesis ocular derecha.
- Sargento, voy a enviarle unas imágenes por correo encriptado. En cuanto las reciba, quiero que las reenvíe a las oficinas del Departamento de Defensa de la Sinarquía en Canopus, a nombre del Teniente Coronel Sokolov, Andrey Sokolov. Es un viejo conocido de mi periodo de servicio en los marines. Él sabrá qué hacer con este montón de chatarra. Entretanto... Kapra, ¿tenéis mallas fantasma? - inquirió la agente, volviendo su atención al prospector.
- Nosotros nunca usaríamos esa clase de tecnología ilegal, Jefe - se apresuró a responder este. Hannah se limitó a sostenerle la mirada en silencio. Al cabo de varios segundos, el hombre volvió la cabeza, mientras mascullaba entre dientes:
- Está bien, puede que tengamos un par de ellas guardadas por ahí.
- Entonces extiéndelas por encima de los restos - ordenó la agente -. Después, volved a dejarlo todo como estaba. Arena, rocas, todo. Y buscaros algún otro sitio donde seguir excavando, preferiblemente muy lejos de aquí.
- ¡Pero, Jefe! - comenzó a exclamar Kapra; sin embargo, algo en la expresión de su interlocutora le convenció de que esta hablaba completamente en serio, y de que no aceptaría un "No" por respuesta -. De acuerdo. Como ordene, pero dígame ¿a qué vienen tantas precauciones? Quiero decir, esto no es más que un montón de basura inservible, ¿no? No puede hacernos ningún daño.
- Ojalá estés en lo cierto - replicó Hannah, echando un último vistazo al emblema de la marina de guerra lor antes de encaminarse de vuelta hacia su vehículo patrulla.

(Continuará).

© 2016 Alejandro Caveda (Todos los derechos reservados).
Este relato ha sido registrado en Safe Creative de forma previa a su publicación.

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