Mis 10 (+2) Clásicos imprescindibles de la Hª del Cine

El Sueño Eterno, 1946
Hacía tiempo desde la última vez que había imitado a Rob Fleming redactando alguna lista de mis cosas favoritas, y me parecía una buena idea recuperar la costumbre para estrenar este año 2015 con una selección de mis filmes imprescindibles del cine clásico de Hollywood (o europeo). Antes de empezar había decidido atenerme a una serie de reglas, a saber: limitarme a diez películas; no incluir ninguna posterior a 1960, y no repetir directores, para hacer una selección más variada (y a la vez lo más representativa) posible. Pero cuando terminé el borrador inicial me encontré no con diez sino con doce películas, y era incapaz de descartar ninguna de ellas. La 2º regla me hubiese obligado a dejar fuera Charada y La semilla del diablo, algo que no estaba dispuesto a hacer bajo ningún concepto. Y por último, la 3ª regla me hubiese obligado a tener que escoger entre Rebeca y Vértigo (en el caso de Hitchcock) o entre Cantando bajo la lluvia y Charada (en el caso de Donen) y nuevamente no estaba por la labor de dejar fuera ninguna de ellas. Por lo que al final decidí infringir (por una vez, y sin que sirva de precedente) mis propias normas y convertir el top 10 en un 10+2, ampliando el marco temporal hasta 1970 y saltándome la 3ª regla.
El resultado final es la lista que tienen a continuación, donde las películas aparecen enumeradas según un criterio puramente cronológico, el cual no tiene porque coincidir con el orden en que un servidor las vio en su momento. Estoy seguro de que cada uno/-a de Uds. hubiese quitado o cambiado alguna de ellas, pero esta es mi muy personal selección y, como se suele decir, en cuestión de gustos no hay nada escrito.

Dorothy y el resto de la pandilla camino de Oz, 1939
1 - El mago de Oz (Varios, 1939).
¿Quién no ha soñado con acompañar a Dorothy y sus amigos en su viaje hacia la ciudad mágica de Oz a lo largo del camino de baldosas amarillas? Pocas películas nos han hecho soñar (y nos han emocionado) como esta. Sam Reimi intentó recuperar su esencia en su fallida precuela del 2013, pero sólo hay un Oz. Y nadie ha cantado "Somewhere over the rainbow" como Judy. Ni siquiera Norah Jones.
2 - Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940).
"Anoche soñé que volvía a Manderley". Alfred Hitchock convirtió la novela gótica de Daphne DuMaurier en un opresiva historia donde la sombra de su protagonista planea sobre cada fotograma del filme, afectando de forma inexorable la vida de los demás personajes hasta desembocar en el sobrecogedor desenlace. Uno de los mejores trabajos del genio del suspense lo que, tratándose del autor de Psicosis (1960) y La ventana indiscreta (1954), son palabras mayores.
3 - Casablanca (Michael Curtiz, 1942).
¿Qué decir sobre Casablanca que no se haya dicho ya? La hemos visto tantas veces que nos sabemos cada escena y cada línea de diálogo de memoria. Y, sin embargo, funciona. El filme de Michael Curtiz está repleto de momentos memorables de la historia del cine, todos ellos perfectos por separado, pero que juntos elevan esta película de rodaje caótico y algo accidentado a la categoría de Obra Maestra. Tócala otra vez, Sam. Si ella pudo soportarlo, yo también.

Gene Tierney como Laura Hunt, 1944
4 - Laura (Otto Preminger, 1944).
Partiendo de la novela homónima de la escritora Vera Caspary, el realizador Otto Preminger rodó uno de los clásicos indiscutibles del cine negro con este onírico (y romántico) menage a troi desde el más allá en el que un detective se enamora del retrato de una modelo muerta, magistralmente interpretada por Gene Tierney, posiblemente la actriz más hermosa de la historia de la Meca del cine (en opinión de Darryl F. Zanuck y de este su humilde servidor). Sublime.
5 - El sueño eterno (Howard Hawks, 1946).
Howard Hawks dirige a Humphrey Bogart y Lauren Bacall sobre un guión de Leigh Brackett escrito a partir de la novela original de Raymond Chandler. Semejante combinación de talento sólo podía dar como resultado una de las cumbres del género negro, y uno de los títulos clave en la historia del Cine (con mayúsculas) de todos los tiempos. "General, tenga cuidado con su hija: ha intentado sentarse en mis rodillas cuando yo aun estaba de pie". ¡Insuperable!
6 - ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946).
Si Gene Tierney es mi actriz favorita de la historia del cine, James Stewart sería mi actor fetiche, gracias a una carrera repleta de títulos memorables entre las que destacan sus colaboraciones con Alfred Hitchcock (que supo reflejar en pantalla su lado más oscuro) y Frank Capra, como este ¡Qué bello es vivir!, que con el paso de los años ha alcanzado la categoría de filme entrañable, regresando a nuestras pantallas una y otra vez por Navidad, como los villancicos o las campanadas de medianoche. Esas mismas que tal vez indiquen que un ángel ha conseguido, por fin, sus alas.

Gene Kelly, bailando bajo la lluvia, 1952
7 - Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, 1952).
El musical por excelencia. Si Fred Astaire era la elegancia personificada al bailar, Gene Kelly era energía pura. Un bailarín viril, atlético y arriesgado que nos ha dejado para el recuerdo algunas de las mejores coreografías de la historia del cine musical. Y es que ¿quién no ha sentido alguna vez la tentación de imitarle y cantar - y bailar - bajo la lluvia mientras piensa en esa persona especial que hace que todas las locuras tengan sentido?
8 - Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954).
¿En serio, me dirán? ¿Un western de serie B, protagonizado por actores discretos y rodado con un presupuesto más que modesto para su época? Y, sin embargo, el guión de Philip Jordan (a partir de la novela de Roy Chanslor) nos deja para el recuerdo líneas de diálogo tan magistrales como este "Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años.", que todavía hoy día conservan toda la magia y capacidad de seducción que las hicieron célebres en su momento. Y es que el amor también puede ser algo terrible.
9 - La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956).
Jack Finney llevó al extremo la máxima de que dormir es, en cierto modo, morir, en esta obra maestra de la ciencia ficción versionada e imitada hasta la saciedad; pero muy pocos (salvo Philip Kaufman, en 1978) han sabido igualar (no digamos ya superar) la paranoia y el miedo a perder la propia identidad que alienta en cada uno de sus planos.
10 - Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958).
En mi humilde opinión, la mejor película de Alfred Hitchcock y tal vez una de las que mejor reflejan las filias y el universo personal de su realizador a través de esta necrófila historia protagonizada por un agente de la ley aquejado de vértigo que intenta convertir a una mujer en el remedo exacto de su difunto amor. Inquietante, perturbadora y sutilmente erótica, Vértigo es una obra cumbre del fetichismo cinematográfico que con el paso de los años ha devenido en eso vulgarmente llamado "Obra de culto" (y que pocas películas merecen tanto como esta).
(11) - Charada (Stanley Donen, 1963).
¿Esta película sería lo mismo sin Cary Grant y Audrey Hepburn? Basta con ver el fallido remake perpetrado por Jonathan Demme en 2002 para darse cuenta de que, entre otras virtudes, gran parte del éxito del filme se basa en la buena química que existe entre ambos protagonistas, así como en el encanto, talento y elegancia de una Audrey Hepburn en estado de gracia que nos ofrece aquí una de las mejores interpretaciones de su ya de por sí brillante carrera.

Mia Farrow, la novia del diablo, 1968
(12) - La semilla del diablo (Román Polanski, 1968).
Sin duda alguna el mejor filme de Polanski y uno de mis clásicos de referencia. El realizador de El baile de los vampiros (1967) y La novena puerta (1999) revitalizó el género de terror satánico con esta joya del celuloide en la que una frágil e inocente Mía Farrow se convierte en la víctima de una secta de adoradores del diablo, abriendo el camino a una legión de filmes de temática similar que rara vez superan a su original. La forma en que lo sobrenatural va irrumpiendo en la aparente cotidianidad de los protagonistas, y la sospechosa ambigüedad con que todo se nos muestra en pantalla ya constituyen, por si solas, una lección magistral de buen cine que Polanski confirmaría en filmes posteriores como Chinatown (1974) o Lunas de Hiel (1992).

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