Miranda /04


A la mañana siguiente se levantó como nueva, salvo por un leve dolor en las sienes a modo de recordatorio de los excesos del día anterior. Miranda había descubierto que cada vez toleraba más el alcohol, como si copa a copa su organismo se hubiese ido acostumbrando al mismo, hasta el punto de que casi no recordaba lo que era amanecer resacosa. Claro que tampoco estaba segura de que eso fuese algo realmente bueno.
Tras ponerse una sudadera encima del pijama y calentar una taza de café se acercó a la ventana para echar un vistazo al exterior. Entre semana, Goya era una de las calles más transitadas de la capital, pero los domingos - y especialmente a esas horas - parecía un paisaje desierto, salvo por la presencia esporádica de los equipos de limpieza o de algún transeúnte que había salido a comprar el pan o el periódico. Por eso no pudo evitar sorprenderse cuando oyó que alguien llamaba a la puerta y más aun cuando comprobó a través de la mirilla de quien se trataba. Su ex iba vestida igual que el día anterior, salvo por una camiseta adornada con una reproducción de la cubierta del álbum "Tattoo you" de los Rolling Stones debajo de la cazadora, y parecía nerviosa y algo impaciente.
- Hola - saludó Miranda, tras abrirle -. Eres la última persona que esperaba ver esta mañana.
- Y no ha sido fácil - replicó a su vez Sunny -. Lo único que sabía es que vivías en la calle Goya, a la altura del palacio de Deportes. Para encontrarte, he tenido que ir portal por portal, buscando tu nombre por todos los buzones. ¿Vas a invitarme a pasar, o seguimos hablando en la escalera?
- Claro. Perdona. Adelante - asintió, haciéndose a un lado para que la chica pudiese entrar. Esta, a su vez, se paseó por la estancia observando con curiosidad los muebles de época y las filas de libros perfectamente alineados en las estanterías.
- Así que esta es tu nueva casa - comentó la recién llegada -. Te pega. Es como tú. Muy pulcra y ordenada.
- Gracias. Creo - respondió Miranda, que no estaba muy segura acerca de si el comentario era un cumplido o una crítica velada -. Estoy un poco sorprendida. A estas horas te hacia camino del aeropuerto. No es que no me alegre de verte - se apresuró a añadir -, pero es que después de la despedida de ayer, creí que ya estaba todo hablado. ¿Han retrasado el vuelo?
- No. Me temo que ese avión va a despegar sin mí.
- Ah. ¿Y tú amiga? ¿La del mal genio?
- Ella si se va.
- ¿Así, sin más?
- No. De hecho, ha sido un momento francamente desagradable - añadió Sunny, de forma escueta, mientras se acercaba a la misma ventana desde la cual Miranda había estado observando la calle poco antes. Su visitante parecía empeñada en darle la espalda, como si el hecho de cruzar miradas pudiese debilitar su resolución, o hacerle olvidar que era lo que la había llevado hasta ahí. Pese a la tensión del momento, Miranda no pudo evitar fijarse en lo bien que le quedaban a su ex los vaqueros, y la forma tan sensual que estos tenían de ajustarse a las curvas de su cuerpo. Dios, qué guapa es, se dijo. Le había llevado casi cinco años aceptar su ausencia, y habían bastado unos pocos segundos para hacerle perder todo su autocontrol y volver a sentirse como una adolescente enamorada.
- No es que no agradezca tu visita, pero ¿puedo preguntarte a qué debo el placer?
- Ayer te mentí.
- ¿Cuándo?
- Cuando te dije que te habían enviado la invitación por error. Fui yo. Yo te la mandé. Y lo hice porque quería verte. Quería comprobar si ya estaba curada. Si podía tenerte cara a cara y dar media vuelta, como si nada hubiera pasado.
- Ah. ¿Y qué tal? - inquirió Miranda, sintiéndose un tanto estúpida y acompañando sus palabras de un largo trago de café para disimular su nerviosismo.
- ¿Tu qué crees? - respondió Sunny, en tono sarcástico. Tras varios segundos de incómodo silencio, la chica continuó hablando:
- Sabes, ahora estoy genial. Tengo trabajo estable, un hobby que me gusta y me da dinero, y una pareja que se esfuerza por hacerme feliz en vez de buscar cualquier excusa para salir corriendo. Y sin embargo aquí estoy, a punto de complicarme la vida por alguien que sólo parece empeñada en echarme de la suya. ¿Qué diablos me pasa? Tú que eres tan lista, y parece que siempre tienes respuesta para todo ¿sabrías decirme si es que me vuelto loca, o algo peor?
- Bueno, puede que después de todo, tu vida no sea tan perfecta como pensabas - contestó Miranda, sin pararse a pensar en el efecto que pudieran tener sus palabras. Y al oírlas, Sunny se volvió hacia ella como impulsada por un resorte, con los dientes apretados en una mueca de rabia y echando chispas por los ojos.
- ¡Dios, como te odio! - exclamó la chica, recorriendo el espacio que las separaba en una fracción de segundo y sujetándola por los hombros. Por un momento Miranda pensó que su ex había perdido los estribos e iba a golpearla, pero en vez de eso la besó. No fue un beso apasionado, ni siquiera romántico, sino más bien feroz, agresivo, como si Sunny quisiera transmitirle con él toda su rabia interior y su disgusto consigo misma. Sin embargo, para Miranda era la respuesta a sus plegarias, así que soltó la taza para poder abrazarla mejor y devolverle la caricia con cinco años de intereses atrasados, mientras el café derramado dibujaba sobre la alfombra un extraño patrón de manchas que casi parecían lágrimas.

(Continuará...).
© Alejandro Caveda (Todos los derechos reservados).

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